CAPÍTULO 27

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País desconocido, 6 de febrero de 2017.

Entramos en esa gruta. Era preciosa, se podía decir que era el escondite mejor preparado que podía haber. En la planta baja había una especie de salón y cocina y luego vimos unas escaleras que nos llevaban a la planta superior.

En esa planta de arriba había una habitación y luego estaba como un balcón gigante que rodeaba casi la pared principal de la catarata. Las vistas eran increíbles y más aún si las veías con el atardecer que había.

- Ahora que lo recuerdo -rompió ese momento mágico Hugo- a ti te llamaban Fuego ¿no? -le preguntó a Sergio-.

- Cállate -le susurró-.

- ¿Qué es eso de Fuego? -les pregunté ya que no entendía nada-.

- No es nada -me mintió Sergio-.

- Que sí es... -le contradijo Hugo-.

- Te he dicho que te calles -le gritó Sergio y casi le pega-.

- Está bien, es mejor que no me digáis nada -me enfadé-. Yo me voy a dormir, se ve que no me quieres decir nada.

Me fui del balcón y decidí dormir en la habitación que estaba en esa planta. Noté que Sergio también se fue de allí poco después de mí, pero se dirigió a la planta de abajo.

- ¿Ves lo que has hecho? -riñó Mario a Hugo-.

- Pensé que ella lo sabía

- Pues ya ves que no.

Amanecía. Los rayos del sol me despertaron. Seguía intrigada por la discusión de ayer y decidí ir a la azotea a reflexionar.

- ¿Por qué le llamarán así? ¿Qué significará? -me preguntaba a mí misma-.

Notaba que alguien subía por las escalera. Me podía imaginar quien era. Según salió al balcón confirmé que era quien yo pensaba.

- Fuego... ¿Por qué no me lo dijiste? -le pregunté-.

- No tiene nada importancia, es una cosa del pasado.

- ¿Entonces quieres olvidar todo el pasado?

- No... No sé cómo explicarlo.

- Entiendo -le mentí-.

- De pequeño me quedé encerrado en una casa mientras estaba en llamas. Tendría algo menos de un año. Unos señores entraron a salvarme ya que mis padres estaban muertos, el fuego les calcinó.

- ¿Quieres decir que tus verdaderos padres están...? -no me atreví a acabar de hacer la pregunta-.

- Sí, los que son mis "padres" actuales no son los verdaderos -me acabó de explicar-. Desde ese día mi mayor miedo era el fuego ya que me quitaron lo que más quería -dijo casi llorando-.

- No hace falta que digas más -intenté consolarle-.

- Pero hay una cosa a la que tengo más miedo.

- ¿A cuál? -me sorprendió esa frase-.

- A no hacer esto -me dijo antes de besarme-.

No me imaginaba que me iba a besar. Por unos segundos me olvidé de todo, hasta del lugar en el que estábamos y de todo lo que estaba pasando.

- Chicos tenéis que venir a ver esto -nos sorprendió Mario-.

Nosotros al oírle nos separamos lo más rápido que pudimos.

- ¿Qué pasa? -preguntó Sergio-.

- Venid, venid.

Nos sacó fuera, al lado de la burbuja. No entendía qué quería enseñarnos ahí si no había nada.

- He averiguado que esto no es un cristal normal como pensábamos, sino son cámaras -intentó explicarnos-.

- ¿Cámaras? -pregunté-.

- Sí, por aquí nos ve, nos escucha y nos habla Pagán.

- ¿Cómo lo has averiguado? -le preguntó sorprendido Sergio-.

- Si os ponéis de perfil al cristal y miráis vuestro reflejo en él, podéis ver que hay como una especie de cableado.

Lo hicimos para asegurarnos definitivamente. Tenía razón, había cables y muchos.

- Esos cables son de última generación en cámaras de seguridad -acabó de explicar-.

- Entonces saben donde estamos en cada momento y que hacemos -le dije-.

- Exactamente.

- Interesante -concluí-.

FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora