CAPÍTULO 13

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Alemania, 22 de agosto de 2015.

Seguíamos entrenando sin parar, sobre todo hoy porque era el día que nos iban a hacer un examen para comprobar nuestro progreso.

Esa prueba nos la realizaban para ver si estábamos listos para luchar contra Los Oscuros. Estaban formando un ejército para así poder acabar con ellos y que todo volviese a la normalidad.

Yo estaba en el sótano de la residencia entrenándome físicamente. Había hecho un recorrido que consistía en boxeo, saltar a la comba, hacer abdominales, escalar por una pared que tenía unos enganches para sujetarnos, gatear por el interior de un tubo que parecía que no tenía fin, correr dos vueltas alrededor del sótano y por último usar las armas.

Cuando llegué a la sección del cargamento ya estaba casi agotada pero aún así cogí un arco y disparé contra una manzana que había colocado encima de una colchoneta que estaba pegada a la otra pared del sótano. La di de lleno.

Después cogí una pistola del calibre 50. Me puse en el medio de la sala y me concentré. Tenía la frente empapada de sudor. No aparté la vista de otra manzana que había colocado en el mismo sitio que la anterior. Disparé, pero no la di. Lo intenté como unas siete veces pero siempre fallaba.

- Mira, coge la pistola de esta manera -me dijo Sergio mientras me ayudaba a colocarla correctamente-.

No le había oído entrar, seguramente que era porque estaba muy concentrada.

- Relájate, y cuando veas que es el momento de disparar lo haces -me volvió a aconsejar-.

Hice lo que me dijo. Cuando disparé cerré los ojos, pensaba que no la iba a dar pero cuando les abrí, vi que la manzana estaba caída en el suelo.

- ¿Ves como no es tan difícil? Solo tienes que tener confianza en ti misma -me felicitó Sergio mientras me sonreía-.

Yo también sonreí y de repente llegó Errante corriendo.

- Chicos el examen va a empezar -nos avisó-.

- Es verdad, vamos -le dije a Sergio-.

- No, no podéis ir -exaltó el líder-.

- ¿Por qué no? -le pregunté-.

- Porque descubrirán vuestra verdadera identidad.

No dijimos nada, solo teníamos miedo de que algo nos pudiera pasar.

- Tenéis un helicóptero en el bosque, al lado del patio -nos decía Errante mientras nos echaba del sótano-. Venga haced las maletas e iros.

Corrimos. Llegamos a nuestra habitación. Cogí todas mis cosas y las metí de cualquier manera en la maleta y salí de la habitación. Sergio me estaba esperando.

Fuimos lo más rápido posible al lugar donde estaba nuestro helicóptero. También estaba Errante.

- Chicos... Suerte -nos dijo en tono melancólico-.

- Tranquilo estaremos bien -le intentó tranquilizar Sergio mientras le daba una palmadita en la espalda-.

- ¿Y a dónde vamos? -les interrumpí-.

- No lo sé, el piloto se encargará de buscaros un sitio seguro pero vosotros no podréis saber en donde vais a estar para que así podáis vivir tranquilos -me contestó Errante-.

Subimos al helicóptero y le dijimos adiós con la mano por última vez.

- La historia se vuelve a repetir -dijo Sergio sin mirarme a la cara-.

- ¿Y cuándo vamos a poder vivir en paz?

- Cuando estemos totalmente a salvo.

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