CAPÍTULO 24

74 8 0
                                    

País desconocido, 4 de febrero de 2017.

Estábamos casi en frente de la tumba de Natalia. Nos íbamos riendo de cosas que decíamos para evitar estar tristes, hasta que cuando llegamos al sitio donde estaba el cuerpo enterrado no había nadie.

- Que extraño, dijo que nos esperarían aquí -le dije a Sergio-.

- Algo les ha tenido que pasar.

- ¿Crees que ha sido...?

- Chicos, tenéis que esconderos ya -nos dijo Mario de repente-.

- ¿Dónde estabais? Nos estábamos buscando -le contesté-.

- No hay tiempo para explicaciones, tenemos que irnos en este momento.

- ¿Qué es lo que ocurre? -le preguntó Sergio-.

- Eso es lo que ocurre -le respondió Mario mientras miraba al cielo-.

Era una capa como de color amarillo transparente. Seguramente sería una especie de gas, pero... ¿Tan peligroso puede ser un gas?

- Venga, he buscado un escondite. Seguidme -nos aconsejó Mario-.

Le seguimos. Nos llevó hasta ese hueco del árbol donde cogimos las armas.

La primera en meterse en aquel agujero fui yo y después Mario, pero nos dimos cuenta de que no cabía nadie más.

- Tranquilos, yo me iré a buscar otro lugar donde ocultarme -nos consoló Sergio-.

- Espera -reaccioné mientras salía del escondite-. Tú quédate, ya buscaré otro sitio yo.

- Ni hablar. El que no entra en ese hueco soy yo, así que yo soy el que se va.

- No hay tiempo para discutir. Uno de los dos se tiene que ir -intervino Mario-.

- Adiós -les dije mientras salí corriendo-.

- ¡Nayara! -me gritó Sergio-.

Corría y corría. No sabía dónde esconderme. Ya había buscado en todo el bosque y ningún lugar era el adecuado.

De repente sentía que me ahogaba. Me di cuenta de que era culpa del gas amarillo que me rodeaba. Pero decidí seguir corriendo.

Llegué al claro donde arrancamos las pequeñas flores moradas. Ya no podía más, estaba demasiado cansada para seguir buscando y me tumbé boca arriba en la hierba. Me daba igual vivir y morir, así que decidí cerrar los ojos.

Me imaginaba como sería mi vida sin lo que había pasado, qué estaría haciendo ahora y si esto en realidad era un sueño.

Me reí de todo lo que pensaba y de repente me acordé de esa voz misteriosa, del creador. Entonces decidí levantarme y no darle el gusto de que muriese.

Miré a mi alrededor. La nube asfixiante estaba ahí encima de mí y notaba que cada vez era más baja, que se acercaba más a mi cuerpo.

No sabía qué hacer hasta que vi el lago. Decidí correr hacia él y me deje caer en lo más fondo del agua y cuando estaba sumergida solté las flores violetas que tenía en la mano sin poder evitarlo.

FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora