Australia, 20 de febrero de 2017.
Ayer fue la entrevista. La verdad es que me la imaginaba más seria pero en realidad fue bastante amena. Nos preguntaron lo que pensábamos y de forma aturullada por lo que decidimos contarles nuestra historia en vez de responder sus preguntas.
A mí me vistieron de la misma forma que yo lo hubiera hecho hace dos años. Las cámaras y otros medios de comunicación eran idénticos a los últimos que vi hace unos setecientos treinta días, ¿cómo es que no habían evolucionado?
Ahora estaba en el 'Sydney Harbour Bridge', sentada y mis piernas colgaban entre los barrotes que tenía. Cerca de mi encontré una caja de bengalas, fijo que a algún niño se les había perdido. Cogí la caja y la miré, pero no la abrí.
- Bonitas vistas -apareció Fuego de repente-.
- Sí, la verdad es que sí -le contesté mientras volvía a mirar al agua-.
- ¿Qué tienes ahí?
- Ah, esto. Me lo he encontrado en el suelo -le dije mientras me quitaba la caja de las manos-.
- ¿Qué te parece si encendemos una?
Sergio sacó un mechero de su bolsillo del pantalón y luego me dio una bengala. Él también cogió una.
Él se encargó de encender las dos. Yo tenía miedo a quemarme, nunca antes había hecho esto.
Ver como salían las chispas y la bengala se consumía era mágico.
- ¿Tú estás cómodo aquí? -pregunté-.
- ¿Qué?
- Que si te sientes bien, ya sabes, como en casa.
- La verdad es que no, pero será hasta que me costumbre... Hemos estado dos años fuera del mundo real.
- Sí, será eso...
¿Fuera del mundo real? ¿Y si el mundo real era donde estábamos nosotros, en el país desconocido?
- ¿Y tú? ¿Estás cómoda aquí?
- Bueno, la verdad es que sí -le mentí-.
Era de noche y regresamos a nuestro hotel. Vi que en mi habitación había un ordenador. Al principio le miré sin querer usarle pero de repente tuve la idea de cogerle para hacer una video-llamada a Andrea. No me le cogía pero yo seguía insistiendo.
- Venga, Andrea. Sé que a esta hora siempre te conectas -decía en voz baja. En España en ese momento eran las cuatro de la tarde-.
- ¿Hola? -me respondió al fin-.
- ¿Andrea? ¡Andrea, eres tú! Te he echado mucho de menos. Cuéntame, ¿qué tal todo? ¿Algo ha...?
- ¿Quién eres? -me preguntó-.
- ¿Qué quién soy? Nayara, tu mejor amiga, la que te acompañaba siempre al lago con Juan, Mónica y el resto.
- Mira no sé cómo puedes saber tanto de mí, pero yo no te conozco. Es mejor que te borre de mis contactos que no sé ni por qué te tengo -me explicaba-.
- No, espera.
Conexión finalizada. ¿No se acordaba de mí? No entendía lo que estaba ocurriendo.
Me desesperé y me derrumbé por unos instantes. Estaba empezando a llorar justo cuando Sergio entró en mi habitación.
- ¿También te has dado cuenta? -me preguntó mientras miraba el portatil-.
- Sí -le respondí mientras me limpiaba las lágrimas de la cara-.
- Nos han olvidado. Es como si nunca hubiéramos estado en sus vidas -narraba Sergio-.
Se sentó en el sofá y yo seguía de pie junto a la ventana.
¿Ahora cuál era el mundo real? ¿Cuál era la forma de volver a la normalidad?
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Fuego
ActionMi vida era normal, o eso creía. A veces puede cambiar tanto que descubres que no eres quien creías ser y por ello tienes que huir del mundo y llegas al punto de que luchar para sobrevivir es lo único que importa. Eso es lo que me pasó a mí.