Día 33

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¡Soy parte de Los Bohemios!

‹‹Naze, konna ni mo namida ga afureru no

nee, soba ni ite soshite waratte yo.

Kimi no inai mirai wa iro no nai sekai

monokuro de tsumetai.

Mitsumeteru kurayami sae mo so beautiful

boku wo shinjite hoshii

massugu ni kimi dake wo mite

doko ni mo ikanai you ni››

(Your eyes tell. BTS)

15 de octubre

Siempre que recuerdo este día no puedo evitar sonreír. A veces me cuesta creer que era yo, pero era lo que pasaba cuando estabas cerca: Nunca parecía yo realmente. Era una mejor versión de mí, quizás la que siempre debí ser y nunca alcancé, o al menos no pude retener.

—¿Qué?— Pregunto, un poco a la defensiva, cuando siento la insistente mirada de Joss sobre mí, mientras hago equilibrio con la caja en mis manos, para que no se derrame nada.

Ha estado lanzándome miradas furtivas desde que le pedí que me trajera al edificio donde vive Salvador. Pude venir en taxi a decir verdad, pero viajar con extraño me pone nerviosa y él de todas formas tenía que salir.

—Realmente te agradan —dice; ahora sus ojos están en la carretera. No tiene el tono interrogativo que esperaría de alguien más. Joss conoce lo suficiente de mí como para deducir ciertas cosas.

Recibí una invitación de Los Bohemios, el pintoresco grupo de amigos de Salvador, ‹‹para pasar un día de anime, comida chatarra —profundamente adictiva—, y bromas. Una forma de olvidar que nos convertimos en adultos››; sus palabras, no las mías. Ni me molesté en preguntar cómo Salvador había conseguido mi número de celular; estuve viendo la pantalla del aparato unos dos minutos antes de reaccionar. Solo por papá, Joss y Jess hago el esfuerzo de mantenerlo conmigo, porque si fuese por mí hace rato lo habría dejado abandonado en cualquier cajón.

Como cualquier chica de dieciocho años, tengo redes sociales, sin embargo, con el tiempo descubrí que no contaba con la energía para llevarlas. Sin mencionar que plantean algo que no acepto ni en la vida real: exposición, sin casi nada de restricción. Pocas veces entro en alguna de ellas, y cuando lo hago es para descubrir nuevos libros, nueva música o para simplemente informarme de aquello que me hace sentir un poco menos aislada.

Recibir un mensaje de Salvador fue lindo y aterrador a partes iguales. El corazón no dejó de golpear con ímpetu durante un buen rato, las manos me cosquilleaban debido al frío y los pensamientos se descarrilaron sin poder controlarlo. Es peligroso hablar con alguien a quien no estás viendo, porque tienes la libertad de sacarte la máscara; lo peor que puede pasar es que deje de escribir, así que... Claro que si soy sincera conmigo, anhelaba poder interactuar con Salvador tanto como fuese posible, aunque me arriesgara a ser yo misma.

Como no digo nada, mi hermano continúa por sí mismo:

Tu amiga tenía que sacarte prácticamente a rastras a una fiesta, cuando lo lograba —no me pasa desapercibido el tono desdeñoso que usa en ‹‹tu amiga››, por lo que le advierto con la mirada que se controle —; me atrevo a decir que odiaste cada reunión que tuve con mis amigos en casa, aunque hiciste el esfuerzo por convivir con ellos. Así que me sorprende que estos chicos hayan conseguido que te gustaran a la primera.

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