✧ ─ XLIV

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Ajuste de cuentas

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Ajuste de cuentas. ࿐ ࿔*:・゚
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Giorno tardó en captar lo que sucedía a su alrededor, su cuerpo en aquel momento se había congelado en el piso, el sudor corría frío sobre su rostro y la vista se le iba por segundos cuando enfocaba el metal de la pistola.

- Entra. - La voz fue cortante, los ojos ambares se entrecerraron.

Un sonido rápido le advirtió que el arma ya no poseía el seguro, la mano que la tomaba era firme; Giorno no tenía ninguna duda, Doppio era capaz de meterle un tiro entre ceja y ceja.

Sus piernas se movieron de algún modo, dentro, la habitación estaba vuelta un desastre. Un pequeño jadeo salió de entre sus labios.

Había un hombre tirado en el piso, la sangre manchaba la alfombra del lujoso hotel, la puerta se cerró detrás suyo y Giorno tan solo deseó que si había alguna entidad mayor que podía ayudarlo, que lo hiciera en ese momento.

- Giorno Giovanna. - Musitó Doppio. - ¿O debería decirte Brandon? Tu padre tiene un buen apellido, pero no se lo dio a ninguno de sus hijos. - Chasqueó  la lengua. - Tiene que ser un asco vivir con un hombre que te rechazó la mitad de tu existencia.

- No... - Murmuró, pero el miedo le impedía hablar.

- ¿No? - Doppio dio la vuelta, posicionándose frente a Giorno.- Mírate, tu padre es igual, intentan hacerse los duros, pero al primer instante en que se ven amenazados... ¿En que se convierten exactamente? ¿Cobardes?

El rubio tragó saliva, tratando de posar la vista en otro punto que no fuera Vinegar ni el hombre tirado en el suelo.

Su mente aún no procesaba quién era la persona delante suyo. Doppio Vinegar no tenía esos comportamientos, o eso quería creer, pero realmente no conocía en nada el asistente.

Un quejido llamó la atención de su agresor, el cual, insperadamente, acertó una patada al hombre en el suelo.

El de cabellos grisáceos se quejó desde el suelo. Mantenía una posición fetal, segundos antes de que Doppio se diera cuenta de su presencia, Giorno había admirado como le acertaba un golpe con la cola del arma en la sien.

Lo suficientemente fuerte como para tumbar al piso a un hombre de más de dos metros.

- Debes tener muchas preguntas, Giorno. - Murmuró Doppio. - Sin embargo, no tengo muchas respuestas para ti.

Los ojos azulados se fijaron en el arma, esperando que esta bajara en algún punto. Pero aquello no sucedió, en cambio, Doppio le ordenó sentarse en una esquina, cual espectador de una película, lo estaba obligando a ver todo lo que haría.

El nacimiento de una estrella Donde viven las historias. Descúbrelo ahora