VII.

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Varian era un hombre feliz caminando por los pasillos del castillo, junto a su amigo Ruddiger comiendo cada uno una grande, roja y jugosa manzana.

Solo ayer habían vuelto con Cassandra de otra visita a Corona Antigua, era la tercera semana consecutiva que iban, cada vez sus conversaciones con su padre eran más animadas, además de que probaba nuevas ideas para liberarla, sin éxito alguno. Después de comer, la última vez Cassandra había cazado un par de codornices, volvían a tener intimidad, más de un par de veces, la resistencia de su mujer lo tenía extasiado. Sin embargo, no sabía si de verdad la amaba o solo amaba el tener sexo con ella, pero en ese momento poco y nada le importaba.

Aunque como siempre pasa cuando algo anda muy bien era momento de sospechar que las cosas cambiarían rápidamente. Y aquel cambio lo tuvo a solo unos metros suyos. Escucho claramente la voz de su esposa y se acercó, no estaría mal saludarla e incomodarla por unos momentos, adoraba verla tensa cuando se mostraba cariñoso en público.

- Debió ser una misión muy peligrosa. – Hablaba Cassandra.

- Créeme, mi madre era peor cuando se enojaba conmigo. – Respondió una voz masculina y después soltó una risa encantadora.

Varian se detuvo a metros de la escena. Allí estaba su mujer hablando animadamente con un hombre, aquello no le molestaba, ella literalmente trabajaba entre hombres todo el día, pero fue el contacto que hizo el desconocido, poniendo su mano en el hombro de ella y poco a poco bajar hasta quedar en su antebrazo y como Cassandra no se alejó en ningún momento de aquel tacto fue lo que le hizo que su estómago ardiera en cólera.

Se acercó rápido, pero en silencio.

- Hola, Cassie. – Saludo a menos de un metro de distancia.

- Oh, hola Varian. – Le devolvió el saludo confundida. - ¿Qué haces por aquí? No debería estar trabajando en tu laboratorio.

Aquello crispo al alquimista, pero prefirió disimular.

- Fuimos por unas manzanas a la cocina junto con Ruddiger. – Respondió y movió su vista al hombre que estaba en frente.

Se notaba un par de años mayor que Cassandra, de cabello rubio y corto acompañado de una barba poblada y pulcra, ojos castaños, de complexión fuerte y era aún más alto que Varian. Todo un ejemplar masculino.

- ¿No me presentas a tu... Amigo? – Pregunto acercándose más a su esposa, casi como si quiera marcar territorio.

- Él es Anton, es uno de los guardias mejor valorados de mi padre. – Lo presento. – Estuvo casi 3 meses fuera de Corona en una importante misión de espionaje a Galcrest.

Así que no sabía nada del matrimonio...

- ¿Y a mí no presentas? – Preguntó el alquimista con una sonrisa cínica mientras extendía su mano al hombre en forma de saludo. – Varian, estoy trabajando en mantener a la princesa vida y también soy el feliz esposo de Cassandra. Un verdadero placer.

- ¿Esposo? – Pregunto desconcertado el hombre.

Varian disfruto la cara del hombre el frente suyo. Las ganas de decirle que Cassandra era suya y que hacia solo unas horas la había hecho gemir su nombre mientras la hacía llegar a un orgasmo lo carcomían, pero sabía que aquello le iba a costar caro frente a su esposa, así que prefirió guardárselas para otro momento.

- Si, desde hace poco más de un mes. – Explico el alquimista con una sonrisa de satisfacción. – Cariño, ¿Enserio no se lo habías comentado aun?

- Llevamos poco menos de 5 minutos hablando, Varian. – Respondió Cassandra molesta por el comportamiento de su esposo.

- Esta bien, te perdono esta vez, pero quiero que sepas que me dejas el corazón adolorido. – Dijo fingiendo que le dolía el pecho. – Nos vemos a la noche, amor. – Se despidió dándole un corto beso en la mejilla y una última mirada de superioridad al guardia.

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