Al fin había llegado el gran día del cumpleaños número 60 del Rey Frederic. Todo Corona se había adornado para festejarlo y el castillo estaba repleto a no más poder de las personas más importantes de los 7 reinos. En el salón apenas caía la gran cantidad de personas, pero de alguna manera Kathrin lo había logrado encontrar y como siempre se negaba a soltarlo.
- La princesa hizo un trabajo excelente. – Comento la chica maravillada por la decoración.
- Si, tiene algo de práctica. Aquí en Corona existen muchas festividades. – Respondió el alquimista.
- Me hubiera gustado venir para el día de Corazones. – comentó con voz soñadora. – Escuche que las parejas que firmaran aquel libro serian felices por siempre.
- Cuentos de niños. – Comento de forma despectiva. En aquel libro estaban los nombres de sus padres y no habían sido muy felices, al menos no en vida.
- No cree en cualquier cosa ¿No?
- Solo en las cosas con las que pueda poner aprueba en experimentos controlados.
- ¿Entonces qué le parece si para el próximo día de corazones me invita y lo firmamos juntos? – Ofreció con una sonrisa pícara en sus labios. - ¿Qué me dice?
- ¿Me estas pidiendo salir conmigo? – Intentaba seguirle el juego, pero su boca se llenó de bilis. Sentía como si estuviera traicionando a Cassandra.
- Tal vez... ¿Eso le gustaría?
- Apenas nos conocemos.
- Mañana parte un barco a mi hogar, acompáñeme y nos podremos conocer mejor. – La mano de la chica se coló por dentro de la chaqueta de Varian. – Nos podemos conocer tan bien como usted quiera.
- Mi trabajo está aquí, en Corona, con la princesa y... - Se mordió la lengua antes de que el nombre de su esposa saliera de su boca. – Mi padre. – Completo rápidamente. – Un experimento salió mal hace años atrás y el quedo en una prisión de ámbar, he intentado liberarlo, pero ni siquiera he podido hacerla alguna grieta a su prisión. – Conto con tristeza. – Los siento. Pero mi hogar está aquí en Corona.
- Lo entiendo. – Asintió con una sonrisa triste. – Iré por una copa para cada uno.
Kathrin se alejó rápidamente. Quería golpearlo, era muy extraño que un hombre se negara a una petición de ella, menos cuando los tocaba y hacia propuestas tan sugerentes, pero Anton le había advertido que el alquimista era un tipo extraño y que debía estar muy encaprichado con la dama de compañía para exigir desposarla frente riquezas y títulos. Pero un hombre sobrio puede pensar con su cabeza, pero uno ebrio pensaba con la otra cabeza.
- Ten. – Le paso la copa. – Brindemos para que la princesa se recupere y encuentra la forma de liberar a su padre. – Ofreció estrellando leve mente su copa con la de él. – Porque de verdad muero de ganas por estar más tiempo con usted.
- Claro. – Respondió bebiendo el contenido de la copa. Estaba un poco más amargo de lo imaginaba. – Vaya, creo que esto está un poco fuerte. – comentó disimulando la tos que le había producido aquel líquido.
- Un poco, tal vez deberíamos ir a tomar un poco de aire fresco. – Ofreció tomándolo de la mano para sacarlo del lugar.
Mientras caminaba entre la gente no podía evitar sonreír, no sabía nada de plantas ni brebajes, pero Anton había sido tan diligente que le dio un brebaje que usaba cuando algunas chicas resistían demás sus encantos, no le extraño que lo tuviera, el tipo podía ser atractivo, pero era muy molesto, además de que en la cama dejaba bastante que desear.
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El elixir
FanfictionLa salud de la princesa cada vez está peor, y él bebe que lleva en su vientre no ayuna en nada a la situación. Ya sin tiempo, el rey debe pedirle ayuda al joven alquimista recluso en el calabozo del castillo. Sin embargo aquella ayuda no será gratis...