Él

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No sabía cuantos minutos habían pasado, siquiera sabía lo que ocurría a su alrededor, su cerebro parecía estar ajeno a su cuerpo y por más que lo intentase no tenía el control de la situación en la que se había metido.

El lugar al que sus pies la habían dirigido, no tenía la esencia de su cuarto, ni se sentía como el mismo, aquella zona olía a cloro, profundamente a limpio, pero dicho aroma fue opacado por una fragancia penetrante que hacía que sus fosas nasales se dilataran como si quisieran absorber de golpe lo que aspiraban. El aroma iba y venía como el perfume de quien se acerca a ti y luego... se aleja.

Aún sentía su cuerpo vibrar y sus pies bailar en el aire, hasta que sus dedos encontraron una superficie en la cual pudieron asentarse. Temblaba, la situación de cierta manera le resultaba acogedora pero también le aterraba, los recuerdos de lo que acababa de hacer simplemente no llegaban a su mente, no había respuestas, al menos no para ella.

Su espalda fue depositada en una superficie suave, o eso fue lo que sus músculos detectaron, e inmediatamente sus brazos y piernas comenzaron a familiarizarse con lo cómodo de lo que parecía una cama. Al sentirse tendida en las nubes, sus adormilados sentidos pudieron concentrarse en la sensación de unas puntas cálidas que la recorrían desde su mentón hasta pasar por el largo de sus brazos.

Sentía su respiración cortarse en momentos cuando su pecho subía y bajaba como una tempestad de la que no podía salir. Temblaba por dentro, llevaba en el fondo una llama quería salir y extenderse por todas sus fibras, por todas sus terminaciones, hasta quemar todo a su paso.

En instantes sus ojos despertaban y se encontraban con una mezcla gris azulada que no sabía que era ni mucho menos de donde provenía, su conocimiento se limitaba en saber que ese destello era lo único que brillaba en todo lo oscuro de su mente. El silencio gobernaba, pero en la calma sus oídos detectaron una respiración ajena a la suya. El susurro le rozaba la oreja y entre la inconsciencia pudo sentir como esa parte tan sensible se calentaba.

El tiempo transcurría y la tranquilidad la había inundado en medio de ese estado de invalidez. No estaba sola, había algo cerca de ella que fuera lo que fuera le agradaba. Disfrutaba de su silencio, del calor que emanaba y de su perfume que sentía le quemaba por dentro con solo olerlo.

Por un momento llego a creer en la muerte y en su final, pero no fue hasta que un dolor punzante le hizo saber que aún seguía en la tierra. Un estruendo doloroso se plantó en el centro de su estómago haciendo que toda esa extraña paz se esfumara. Sintió un ardor recorrerle la garganta impidiendo que el aire llegara a sus pulmones, hasta que las puntillas calientes que había sentido con anterioridad recorrieron con lentitud su espalda haciendo que se relajara.

Nuevamente el malestar provoco que abriera la boca y fuera lo que fuera que estaba pasando ella no lo podía detener. Sintió unos bordes suaves rosarle la nuca y halar de su cabello, mientras que algo duro y firme se plantaba en su estómago.

Se escucho toser de manera abrupta y luego todo su cuerpo se sintió frio y húmedo. Reconoció de nuevo el aroma fuerte que su nariz había detectado, pero esta vez parecía que dicho aroma penetraba en ella... en su piel. Sus labios temblaron y un susurro le llego a su apagado cerebro "Oye...", escuchó, después de tanto silencio finalmente su cerebro había detectado una voz. Pensó en Eren, en el café de su cabello y en lo verde de sus ojos, pero no, esa voz gélida y fuerte no le pertenecían a él.

Un objeto desconocido la recorrió lentamente de pies a cabeza llevándose consigo toda la humedad de su cuerpo. Tenia frio, su cabello aun goteaba y no sentía abrigo en la mayor parte de su cuerpo, hasta que nuevamente esas puntas calientes aparecieron y su piel sintió consuelo apenas y las detectaron.

Perfidia y deseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora