Los cabellos desteñidos caían como cascadas a los lados de sus mejillas lastimadas, Mike había sido severo en el cuestionamiento y eso se podía comprobar por lo raspado de su carne rosada. Hablar con ella había sido un constante jalar y aflojar, parecía una tumba, una tumba en la que a veces gemía el cadáver, mientras que, en otras, solo dormía.
El lugar en el que estaba hedía peor que las celdas subterráneas, apenas y contaba con cobijo en esas cuatro paredes de ladrillos lastimados que no dejaban de hacer eco a mitad de la madrugada. Hange había bajado constantemente durante los treinta y cuatro días, pero ella se limitaba hablar desde la esquina en donde se refugiaban las ratas.
— Annie, han pasado más de treinta días, debes confesar que es lo que ha pasado. — Blandamente habló desde el otro lado de la celda, aun y cuando su impaciencia dominaba gran parte de su juicio.
— No tengo nada más que decir.
— Debes decirnos sobre el — ordeno la más alta mientras estaba agarrada de los barrotes oxidados.
— ¿El? — levanto la vista dejando ver sus claras pupilas.
— Se que el cabello no te pertenece.
Annie trago hondo apenas y la escucho decir aquello. Sintió miedo, miedo por ella y por Eren y por las represalias que esto traería sobre la corona, sobre su futuro, sobre "el".
— No se de que estas hablando, te he dicho que he traído el Kobe, eso es todo lo que tengo que explicarte. — arremetió con nerviosismo, el cual no paso desapercibido de los ojos de la castaña.
— Ese cabello también estaba en tus ropajes, dime Annie ¿Te ha venido a ver? ¿Está cerca de aquí?
Los labios le temblaban, cada palabra que decía era un paso en retroceso en todo el entrenamiento al que se había sometido para cumplir su misión. Ella no era Mikasa, no tenía ese instinto necesario para lo que se venía, ella no era fundamental y esa eso lo que la jodio, lo que la mataba, porque solo tenia su devoción a Eren, solo su devoción.
— Seguirás aquí mientras te sigas negando a hablar — informo la de lentes — tal vez sesenta días puedan soltarte la lengua.
Claramente no estaba en los planes de Annie confesar que había dejado libres a sus antiguos tres colegas, aunque la castaña estaba demasiado segura de que había sido ella quien los había liberado. Tal vez seria justo cumplir la condena por aquel crimen, pero era injusto cumplir con otra condena cuando el crimen no había sido realizado por ella. Ella no había sido la mente maestra tras la traída del Kobe, sin embargo, Eren le había solicitado culparse en dado caso, para evitar que tanto él como Bertoldi fueran echados del campamento.
Sacrificarse era algo que sabia hacer muy bien, mejor que Mikasa, y pese a eso sentía que Eren la utilizaba en vez de valorarla, pero confiaba en él y en la promesa que le había hecho cuando lograran acercarse a la corona.
Aún recordaba la primera vez que lo vio y como la luz lo ilumino como si de un Dios se tratase. Le había sido inevitable levantarse de su escuálida silla apenas y el más alto atravesó la puerta justo detrás de su papá. No era musculoso, pero no le parecía escuálido y sus ojos verdes que desdeñaban todo a su paso habían sido la punta que atravesaría esa tarde su corazón.
Era seria, seca y frígida hasta cierto punto, pero Eren le había demostrado lo que era el nerviosismo cuando sus padres se adentraron en el despacho dejándolos plenamente solos. Parecía no haber aprendido a hablar porque hasta ese momento no se había atrevido a dirigirle la palabra, entonces el le hablo y ella sintió que su corazón bombardeo por primera vez en su vida.
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Perfidia y deseo
RomanceToda leyenda lleva en el fondo un rastro de verdad, ¿Pero que sucede cuando esa pequeña verdad se nos oculta? Una promesa, un pasado turbio y la venganza llevan a Mikasa a descubrir que siempre existe algo de deseo hasta en la más oscura perfidia. L...