El registro de infantes era un documento abierto al público y solo podías encontrarlo en la biblioteca, fue por esto que su nariz extraña había tenido que pasarse mas de cinco horas en ella hasta que los guardias con poca amabilidad le habían pedido que se marchara, lo cual ignoro.
La fotografía que había encontrado en el cuartel no tenía nombre, ni apellido, pero tenía una única letra y era esta la única pista que tenía para encontrar al dueño de dicho documento. Le resulto extraño en su totalidad que alguien pudiese tener ese tipo de fotografía en el cuartel, debido a que la ropa que presentaba el infante era exclusiva de las clases sociales altas, sobre todo para aquellos que vivían en el castillo. Debido a ello fue que decidido salir del cuartel para ir a indagar en la ciudad, muchas cosas eran extrañas en ese lugar y esa fotografía era una de ellas.
Miles de nombres habían sido enlistados en las hojas de papiro amarillentas del pesado registro y conforme avanzaba iba olvidando el nombre anterior. La información era basta y aunque ella amara leer, su cabeza estaba siendo saturada con demasiada información.
Miro trazos encorvados, cerrados, estirados y muchos otros más, pero ninguno hacia la letra "A" como en esa estampilla. El sol estaba por desaparecer y definitivamente no podría acabar de leer antes de que la luna la alcanzara. Se rindió, y mientras se lamentaba sobre la mesa un hombre encargado de la biblioteca se acerco a ella y cuando Hange le sonrió el anciano supo que se podía sentar en ese lugar.
— Disculpe que me entrometa, pero he estado observando su estampilla desde hace tiempo. — El anciano menciono y Hange se preocupo por haber sido evidente. — No se preocupe, no es de mi interés saber quien es la persona de la fotografía – inmediatamente aclaró – solo quería informarle que usted esta leyendo el libro equivocado.
Hange no comprendido enseguida y con un ademan de su mano le indico que por favor continuara.
— ¿Me permite? — Le pregunto y Hange dudo en entregarle la fotografía.
— Vamos Hange, dásela al hombre. — Indico Moblit y finalmente la castaña accedió.
El anciano que parecía tener mucho tiempo trabajando ahí saco una lupa y con sumo cuidado tallo el margen de la fotografía hasta que tomo un color verde olvido. Hange lo miro poco sorprendida y el anciano sonrió amable porque lo mas seguro era que aquella sargento creyera que el color se debía a la antigüedad de la fotografía, pero se equivocaba.
— Acérquese — la invito y le acerco la lupa con las manos temblorosas — ¿Ve esto de aquí?
— Si — Afirmo la castaña al notar los pequeños símbolos que tenía la tira verdosa— ¿Qué son esas letras?
— Es el sello de los que nacen en el subterráneo.
Hange dudo por un par de minutos, pero no encontró mentiras en la mirada de ese hombre acabado al que ya solo le quedaba una pierna. Cuando aquel anciano se alejó de la mesilla color marrón, la castaña se acerco con apuro a Moblit quien apenas escucho sus palabras la saco casi corriendo de ahí.
El bullicio de la ciudad fue desapareciendo conforme su caballo cabalgaba de nuevo hasta el cuartel en medio del bosque. La visita a la capital había sido corta, pero los frutos que había obtenido valían absolutamente la pena. El tiempo se le acabo y aunque quiso visitar el gran palacio no pudo hacerlo, Erwin había sido claro en el permiso y de fallarle, el rubio no volvería a meter las manos por ella ninguna otra vez.
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El aire parecido entablar una nueva amistad con él porque apenas y salió de esa incomoda habitación lo volvió a sentir dentro suyo. No le gustaba, ese hombre joven y castaño no le agradaba, de alguna manera sentía que los dos tenían cuentas pendientes que muy pronto tendrían que arreglar.
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Perfidia y deseo
RomanceToda leyenda lleva en el fondo un rastro de verdad, ¿Pero que sucede cuando esa pequeña verdad se nos oculta? Una promesa, un pasado turbio y la venganza llevan a Mikasa a descubrir que siempre existe algo de deseo hasta en la más oscura perfidia. L...