Capítulo 13: Alma en llamas

5.7K 400 14
                                    

—Confío en que no intentaras huir ni pedir ayuda —sentenció el demonio, mirándola directo a los ojos cuando cruzaron el portal para llegar al bosque.

—No lo haría —la chica le sostuvo la mirada sin temor, intentando no tomarse personal su comentario.

Tiempo atrás no hubiera dudado en salir corriendo y pedir ayuda, pero después de todo lo vivido aceptó que el único que podría brindarle su libertad era él y que si seguía comportándose como debía y le daba un hijo, quizá la liberaría.

Frente a ellos un elegante y costoso auto negro abrió sus puertas sin ser tocado, gracias a las habilidades del demonio.

Bugatti La Voiture Noire —dijo Gabriel con un acento perfecto y cuando vio el signo de interrogación en la cara de la chica explico—: es el nombre del auto.

—Es hermoso —confesó la humana, tomando asiento.

—Tengo buen gusto —admitió el demonio mientras le colocó el cinturón, dejando su rostro muy cerca al de ella, como si fuera a besarla en cualquier momento, haciéndola dudar si todavía estaban hablando del carro o si le coqueteaba.

En un gesto drástico apoyó su mano en el asiento, acortando aún más la distancia, borrando su sonrisa para verla de forma severa.

—Sabes lo que sucederá si intentas huir ¿verdad? —sentenció, desprendiendo una llamarada en sus ojos para mostrarle cuan en serio hablaba.

Meses atrás fue tan tonta como para desobedecerlo y gracias a eso Anael y ella casi terminaron muertos. No pensaba repetir su error y aunque la idea le cruzara por la mente, el pacto que firmó cobraría las consecuencias, así que huir no era una opción.

—Anael moriría y yo...

—Arrancaría tus piernas y te haría tanto daño que me rogarias que acabara con tu vida.

—No necesitas amenazarme —lo confrontó, más enojada que asustada—. Juré que mi vida seria tuya mientras Anael fuera libre y cumpliré mi promesa. No tendrás ni una queja de mi durante el viaje, amo —bajó la cabeza como reverencia, mostrando obedecería de la misma forma que hacían sus sirvientes, esperando que eso bastara para que la dejara en paz y así fue.

Con una sonrisa en el rostro y complacido con su comportamiento, la dejó tranquila, alejándose para cerrar la puerta y dirigirse al asiento del conductor.

Hiperventiló en el momento en que se alejó de ella. Los últimos días estar con él le dio paz, tanto que incluso llegó a olvidar lo que era. Él se convirtió en un hombre bueno y amable, que no hizo más que cuidarla y ayudarla a recuperar su confianza, haciéndola sentir segura.

El Gabriel con el que dormía cada noche no se parecía en nada al demonio que acababa de amenazarla con torturarla hasta la muerte. Pensó que no era posible que ese mismo hombre le llevaba la comida hasta la cama y se quedaba velando su sueño.

Se encogió en el asiento, abrazándose a sí misma, con la cabeza perdida en las comparaciones del comportamiento de su amo los días anteriores, que cuando el motor rugió dio un brinco por la sorpresa. Al auto aceleró con prisa y ella volteó a verlo creyendo que seguía enojado, pero contrario a eso tenía un semblante relajado. Parecía acostumbrado a conducir arriba de 150km por hora.

Regresó la mirada a la ventana, con su mente ocupada mientras veía a los árboles como una amorfa masa verde pasando a toda velocidad frente a sus ojos en la oscuridad de la noche.

Después de entregarse a él de la forma en que lo hacía últimamente como podía siquiera pensar en que lo dejaría.

«No puedo dejarlo»

Cautiva de un demonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora