Capítulo 19: Lorenzo

4K 337 34
                                    

—Elizabeth —la angustiada voz de Gabriel resonó en sus oídos, pareciéndole tan lejana.

Le costó un poco despertar, sintiéndose confundida y con la visión borrosa, pero al girar su cabeza la vista se enfocó en aquel rostro que tanto quería ver: el de Gabriel.

No fue necesario inspeccionar el lugar para saber dónde se encontraba, las sábanas y almohadas despedían un masculino, peligroso y tentador aroma, tan a él, que sonrió sin razón alguna.

El demonio la observó por unos segundos sin devolverle la sonrisa, como si buscara dentro de ella, manteniendo en todo momento el ceño fruncido, señal de que algo andaba mal.

La chica recordó su pequeña excursión en ese cuarto tan extraño y por instinto bajó la cabeza, desviando la mirada, entendiendo su falta.

Sin aviso el brazo de Gabriel se cruzó por encima de su cintura, reteniéndola en su lugar y acercando su rostro al suyo, con sus iris carmín chispeando de coraje a escasos centímetros de ella.

—Me informaron que tuviste un accidente y un esclavo te trajo aquí —su voz sonó firme y cautelosa, como si esperara que ella le diera los detalles.

Elevó la cabeza, mirándolo esta vez. El demonio no era tanto y para esas alturas ya debía saberlo todo, esperando solo a que ella se lo confirmara. Supo que si confesaba la regañaría y que si mentía la castigaría.

—Me enterré un pasador del pelo en la mano —comenzó, alzándola para mostrarle el pequeño corte ya vendado, pero no curado, señal de que Gabriel estaba enojado de verdad—. Me desmayé cuando intenté bajar las escaleras y un chico...

—Un esclavo —la corrigió de inmediato, acercándose más a ella, haciéndola pasar saliva.

—Me salvó de no rodar por las escaleras —ignoró el comentario despectivo— ¿Él me trajo aquí? —quiso saber.

—Y ya fue castigado por eso —una leve sonrisa se asomó en las comisuras de sus labios.

—¿Castigado? —se sentó en la cama sin entender, intentando levantarse lo más que pudo, pero la mano libre del demonio se cerró en sus mejillas, sujetándola por la mandíbula para inmovilizar su rostro.

—¿Qué hacías en esa torre? —su tono fue bajo y amenazante, mientras sus ojos se prendieron en llamas.

—Me lastimas —susurró con temor, pero fue ignorada.

—¡No debiste subir ahí! —le gritó en la cara, haciéndola cerrar los ojos.

—Dijiste que podía caminar por el castillo —intentó que su voz fuera firme.

—¡Ese lugar estaba sellado con sangre por una razón y no debiste entrar en él! Lo sabias y aun así lo hiciste. Me desobedeciste, Elizabeth y eso tendrá consecuencias —gritó.

Su corazón se aceleró y las ganas de llorar la invadieron. Intentó ser fuerte, ser valiente y enfrentarlo, pero para ese momento el miedo la paralizó. Al abrir los ojos le mantuvo la mirada, suplicándole con ella que la dejara, sintiéndose humillada.

—No merezco que me trates así —después de unos segundos de absoluto silenció por fin reunió valor para enfrentarlo, ganándose la risa del demonio.

—Princesa —habló con voz calmada, solo para explotar justo después—: ¡Soy tu amo! —la estrujó pegándole en la cabecera de la cama, haciéndola jadear—. Mi voluntad es ley para ti, recuérdalo bien. Si te ordeno tragar del suelo te arrodillaras de inmediato y si te digo que te alejes de los cuartos prohibidos eso haces —sus ojos llamearon con intensidad, mostrando cuan enojado estaba, sin dejar de apretar la mandíbula de la chica— ¡¿Entendiste?! —gritó, soltándola al fin para ponerse de pie.

Cautiva de un demonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora