Su pie resbaló dentro del tacón, que le calzaba a la perfección, pese a no haberlo utilizado antes. Pensó que era una lástima que tan bellas zapatillas permanecieran ocultas bajo la falda de su vestido, que dejó caer en ese momento. Las mujeres a su alrededor lo acomodaban, dándole volumen al tul negro y tras un gran debate entre ellas, por fin decidieron que tiara combinaba mejor con la joyería de la chica, aferrándola a su cabeza con un montón de pasadores para que no se moviera cada que se reverenciara frente al demonio.
Cuando por fin la dejaron acercarse al espejo le sorprendió encontrarse en el reflejo. Llevaba mucho sin poder reconocerse, pero esa noche, gracias al maquillaje, el buen alimento y una grandiosa noche de sueño reparador, la mujer que veía en el reflejo era hermosa. Se acercó al espejo de cuerpo entero, tocando su cara para comprobar que fuera ella misma, sin trucos y después bajó la vista a su ropa: un amplio vestido negro estilo princesa que brillaba con cada movimiento. Su niña interior hubiera saltado de alegría al portar una tiara y parecer una princesa de cuento, pero su versión adulta estaba lejos de definir su felicidad por su atuendo.
Viéndose en el espejo se recordó a sí misma meses atrás, yendo de un lado a otro en su habitación para acomodar la ropa del día siguiente, estresada por los exámenes y preocupada por cual sería el color de vestido que mejor iría con su cabello para el día de la graduación. Pasó gran parte de su vida frente a un espejo, sin siquiera imaginar que alguien la veía del otro lado.
¿Qué tanto sabia el demonio de ella gracias al espejo en su cuarto? Que le gustaba cantar mientras cepillaba su cabello, aunque su voz fuera terrible; que solía dormir sin brasier y en ropa interior; que había días en los que cambiaba una y otra vez de blusa hasta elegir la que, aunque levantara los brazos hiciera que no se notaran los bellitos de tres días en su axila sin depilar o que ensayaba sus pasos de baile con sus almohadas, terminando siempre con un beso. Todos esos momentos por más absurdos que fueran eran suyos y se suponía que eran privados.
Ese demonio solo llegó a destruir su vida, trayéndole miseria y dolor.
Deseó regresar el tiempo atrás y volver a ser la chica promedio que asistía a la preparatoria y sufría por no tener todo su futuro perfectamente planeado como Christian o Karla, unos de sus mejores amigos. Extrañó también a la alocada de Alejandra, su cómplice de travesuras e incluso a su desunida familia. Los ojos se le llenaron de lágrimas al recordar las risas a carcajadas, el sabor de la pizza y los Buenos días de su mamá antes de irse a la prepa.
Extrañaba a su familia, sus amigos y su vida.
Las noches de desvelo frente a la computadora fueron sustituidas por el insomnio provocado por el miedo a cerrar los ojos y ver a Cedric en sus sueños o a ser abusada. La rutina de ir y venir a la prepa cambió por la de dar vueltas todo el día en su habitación, asfixiándole el perpetuo encierro. Los libros de la escuela y su celular se convirtieron en unos interminables de ficción y candelabros sobre la mesita de noche.
Su vida cambió de la noche a la mañana y lo extrañaba todo.
Todo.
«Lo siento tanto Jess, no pude ser como tú. Soy débil y cobarde»
Una de las mujeres limpió sus lágrimas antes de que arruinaran el maquillaje, brindándole una mirada compasiva.
Agradeció el gesto, mostrándole una sonrisa sincera, preocupada por su propio futuro. Ellas debían saber lo que el demonio le tenía preparado para esa noche y a juzgar por la fugaz mirada de su doncella, no podía ser nada bueno.
Volvió a concentrarse en el espejo, soltando el aire que no supo que retenía, recordando una de las reglas básicas de Cedric: obedece sin titubear, o serás castigada.
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Cautiva de un demonio
ParanormalEn el inicio de los tiempos un ángel caído quedó cautivado por la belleza y la rebeldía de la primera humana, enamorándose de ella. Pronto supieron que su profundo amor los condenaría y así fue, resultando en un trágico final. Miles de años tuviero...