Capítulo 11: Mejillas rosadas

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Primavera

—Antes de traerte aquí solía visitar tu mundo para distraerme —dijo Gabriel, cerrando el libro de entre sus manos, cansado de tanto silencio.

La humana también dejó su lectura para concentrarse en él. Lo miró directo a los ojos, sin miedo esta vez, aguardando a que dijera algo más.

Pasó un par de días desde que decidió entregarse a él y desde entonces el demonio no se alejaba de ella.

—Pensé que solo salían antes de Halloween —dijo al ver que su acompañante esperaba una respuesta.

—Algunos vamos y venimos a voluntad. Es una de las ventajas de mi rango, la mayoría de los demonios con sangre real somos indetectables para los ángeles y eso nos facilita colarnos a tu mundo.

Eso explicó porque Anael no siempre se daba cuenta de su presencia cerca de ella.

—¿Todos los príncipes salen seguido a la tierra? —quiso saber, preguntándose cuantos demonios caminaban libremente por ahí.

—No a todos les interesa tanto la raza humana como a mí.

—¿Qué es lo que te llama la atención de nosotros? —esta vez dejó el libro al lado en el sofá, interesada en conocer los secretos que guardaba su acompañante.

Gabriel sonrió, complacido por su curiosidad y genuina atención. Se cruzó de piernas de manera despreocupada, acomodándose en su lugar sin quitarle la vista de encima.

—La estructura de su mundo, el ser humano en sí. Han tenido verdaderos lideres, guerreros y estrategas muy interesantes. Se dividen por comunidades en donde hablan diferentes lenguas, tienen distintas creencias y costumbres. Todos son iguales, pero se esfuerzan en aparentar ser mejores unos que otros. Los humanos se creen dueños del universo, cuando no son más que simples piezas de un juego más grande y aun así se creen especiales, buscando siempre el significado de sus vidas en banalidades y creencias vacías.

Elizabeth guardó silencio, intentando entender el punto de vista de alguien ajeno a la vida humana.

—Creo que las personas a veces se sienten perdidas y por eso intentan pertenecer a algo, a un grupo de amigos, una familia o alguna religión. Creer en algo no es malo.

—Nunca dije que lo fuera —se burló—. Bueno o malo —repitió—. Se cierran creyendo que es siempre una u otra, cuando no pueden estar más alejados de la realidad. Nuestra lucha no es del bien contra el mal —se burló.

—¿Entonces de que se trata su lucha? ¿No se supone que los demonios son los malos de la historia? —soltó las preguntas sin el afán de ofenderlo, buscando entender.

—Somos los villanos en la historia contada por el héroe ¿no es así? —rio, negando con la cabeza, divertido por la situación—. Todo es cuestión de perspectiva, pero ahí va de nuevo: centrando todo en correcto o incorrecto. No hay bien o mal, solo puntos de vista distintos y diferentes versiones de una misma historia. No deberías creer todo lo que lees en la biblia, está incompleta.

Elizabeth asintió, intentando entender su punto, sin hacerlo en realidad. Según lo que el demonio decía, entonces... ¿ellos no eran los malos? ¿y que había de secuestrar humanos por diversión o para usarse como incubadoras? ¿los golpes, las humillaciones y las violaciones entonces no eran malas según su punto de vista? Se le revolvió el estómago solo de pensarlo. No creía poder comprenderlo algún día.

—Creo que no te entiendo —se sinceró.

—Eres humana —rio sin dejar de verla, analizando sus expresiones— nunca podrías. Tú eres hija del enemigo—afirmó.

Cautiva de un demonioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora