Gabriel condujo retomando los 180km/h, sin disimular la sonrisa que quedó marcada en sus labios desde el beso robado. Ese acto lo mantuvo con la cabeza en las nubes, sin poder concentrarse o pensar siquiera en algo más que no fuera ella.
Su padre y Demian se burlarían de él si lo vieran babear por una simple humana, pero ahí estaba el detalle: ella era todo menos "simple".
Para su desgracia las cosas eran como eran y por más que él quisiera cambiarlas, no podía. La luna roja volvería a brillar en su esplendor sobre la tierra dentro de algunos meses y para entonces Lucifer debía ver el producto en el vientre de su esclava, o no tendría ninguna justificación para conservarla aún con vida.
Supo que ella no estaba preparada y muy en el fondo él tampoco. En algunas ocasiones le hubiera gustado ser un demonio de rango bajo, uno que no estuviera bajo la mira del consejo y a la sombra de Astaroth.
Deseó mantenerla alejada de todo, pero su posición se lo impedía.
Ese hijo varón debía ser engendrado pronto, lo sabía y aun así seguía dándole vueltas al asunto, disfrutando del sexo con la humana sin buscar la concepción.
El tiempo no se detenía y sus enemigos parecían aprovecharlo para obstaculizar su reclamo.
Aquel demonio que alguna vez llamó amigo: Cedric, no conformé con los problemas que causó, también lo acusó con el consejo de mantener una relación sentimental con su esclava, complicando la situación.
Que Elizabeth no estuviera embarazada pronto no es lo que levantaba sospechas, pues pocos demonios podían concebir. El problema con su humana era su excelente salud y aspecto físico, que no tenía comparación con el resto de los esclavos que quedaban en el inframundo. Fue por lo que Beliall puso especial atención en la chica, provocándolo para hacerle daño o exponerse, lo que sucediera primero.
No supo a ciencia cierta lo dicho por Cedric, pero contaba con un agudo sentido del oído y a los demonios les gustaba "secretear" en las reuniones. No le fue difícil saber de qué iba todo. Seguía siendo un rumor nada más o eso debía pensar Luc, como para no haberle mandado llamar todavía.
Mientras Elizabeth siguiera comportándose en público y él fuera frio y distante con ella frente a sus colegas, no había nada que temer.
Los rumores solo afectaban su estatus, que de por si se vio desfavorecido desde su nacimiento al no ser un demonio de sangre pura, sino un hibrido demonio-vampiro. Gracias a su condición se ganó el odio de su padre y el desprecio de los suyos, sin embargó eso nunca lo detuvo y nada de lo que dijeran le afectaría. No tenían pruebas y sin ellas las palabras serian olvidadas.
Cuando acudió a su padre presentando su queja por el secuestro de su esclava, Astaroth solo se burló de él por haber sido tan estúpido como para prestar su humana y esperar que no le pusieran un dedo encima.
El consejo no lo escuchó y ¿Cómo lo harían? Si su propio padre no lo hacía.
"Si fueras un demonio de verdad, sabrías como piensa alguien de nuestra especie" fue lo que Astaroth le dijo, recalcándole lo que le repetía desde su nacimiento: que no era uno de ellos.
Intentando despejar su mente volteó en dirección a Elizabeth. La encontró viendo para afuera, sentada de esa forma en la que solo ella podía. Admiró la curvatura de su espalda, recorriéndole con la mirada desde la nuca hasta la espalda baja, perdiéndose en sus glúteos.
«La quieres»
El pensamiento saltó de pronto en su cabeza y tuvo que agitarla intentando deshacerse de él, regresando la vista al camino.
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Cautiva de un demonio
ParanormalneEn el inicio de los tiempos un ángel caído quedó cautivado por la belleza y la rebeldía de la primera humana, enamorándose de ella. Pronto supieron que su profundo amor los condenaría y así fue, resultando en un trágico final. Miles de años tuviero...