Capítulo 12: El cuarto caballero de las Britter

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-Lakewood, junio 13 de 1912-

La pequeña biblioteca de la mansión de los Britter, escondía sutilmente entre sus estantes los turbulentos pensamientos de una chica pecosa. Sentada en el suelo y con un libro abierto en el regazo, a Candy no le importaba ser regañada por estar en aquella postura, de hecho, su mente perdida apenas y prestaba atención a la novela.

La compañía de Anthony había consolado su adolorido corazón en ese atardecer que pasaron junto al lago, pero la calidez de ese momento fue evaporándose con el paso de los días y una vez más los pensamientos y recuerdos agonizantes no paraban de torturarla.

— ¿Cuándo fue que comencé a guardarme ciertas cosas y ocultar tantas más? Siento que mi corazón se sentiría mucho más ligero de poder hablar.... aun así, siento que el momento para decir algo sobre esos sufrimientos ya ha pasado. Después de todo la hermana María tenía razón, he cambiado.

Candy con la mirada perdida, repasaba en sus memorias la conversación que había tenido con la monja.

...

La hermana María se había sentado en una banqueta blanca que había en el jardín frontal de la mansión. Con un gesto la había invitado a sentarse a su lado y sin demora alguna, Candy se acercó. Ambas permanecieron en un silencio que les permitió escuchar a los pájaros que cantaban alegremente en el bosque. Sin embargo, entre más permanecía en silencio la monja, mayor era la tensión que se acumulaba en los pequeños hombros de Candy.

— Han pasado tres años desde la última vez que te vi. Has crecido mucho y te has convertido en una hermosa señorita. Por las cartas que nos escribiste, también sé que tú educación es muy elevada, jamás habrías alcanzado ese nivel en el hogar de Pony. Además, has aprendido y hecho muchas cosas.

De nuevo el silencio. Candy esperaba escuchar algo más para entender que era lo que le intentaba decir.

— La señorita Pony y yo estábamos muy felices el día en que conseguiste una familia. Los señores Britter te lo han dado todo y además de eso estás con Anne. Podría decir que tienes una vida bastante buena.

— ¿Qué es lo que intenta decir...?

— ¿Por qué a pesar de todo eso, lo primero que noté al verte, fue la tristeza en tus ojos?

Los ojos de Candy se abrieron en sorpresa, no supo por qué sintió que estaba siendo atacada ante esa simple pregunta. Se apresuró a desviar la mirada y abrió su boca para explicar... pero no fue capaz de decir nada que sonara creíble. Al final simplemente se quedó callada. Por el rostro de la hermana María, era obvio que se esperaba esa reacción de su parte.

— Me di cuenta de que algo había cambiado un año después de que te hubieras ido. Tus cartas, poco a poco comenzaron a cambiar. Nos contabas menos de cómo estabas y nos decías más sobre las cosas que hacías y tenías... como si estuvieras evitando tener que contarnos como te sentías. De algún modo no sentía que eras tú quien me escribía. Sin embargo, me convencí de que se debía a que eran cartas, o tal vez solo se debía a que naturalmente tú irías cambiando. Pero... hoy que por fin he visto tu rostro, me doy cuenta de que innegablemente algo te ha ocurrido.

— No... no es nada. ¡Lo que pasó hoy...! ¡Discúlpeme! No estuvo bien.

— No me refiero a lo que ocurrió hace un momento y lo sabes. Entiendo que tu situación es... complicada y yo jamás me atrevería a juzgarte. Me refiero a otra cosa, me refiero a.... mírame Candy.

Los ojos de la niña que hasta entonces se habían mantenido evasivos, miraron a la mujer. Los profundos y penetrantes ojos de la monja por primera vez le resultaron peligrosos a Candy, había algo magnético e imperioso en ellos que la obligaban a someterse a su escrutinio.

La hija de los Britter (Candy White por siempre I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora