"Si me buscas tú a mí, me podrás encontrar. Yo te espero aquí, si, si, este es mi lugar"
-Sur de Michigan de 1909-
Los caminos que nos depara la vida pueden llegar a ser muy diferentes a lo que nosotros tenemos planeado. Candy lo descubrió aquel día, el día en que los señores Britter habían elegido para llevársela y tomarla como hija. Se la llevarían lejos de ese pequeño orfelinato que había considerado su hogar. Si era honesta consigo misma, no entendía cómo es que había aceptado. Tal vez tuvo algo que ver el deseo de la señorita Pony y la hermana María porque ella aceptara, o la bondad que había mostrado el señor Britter al comprender la hermosa amistad de Anne y ella, adoptando también a su amiga. Pero también cambia la posibilidad de que ella hubiera terminado por aceptar aquello porque, muy en el fondo de su infantil corazón, ella también deseaba pertenecer a una familia.
Así que ahí estaba, frente al viejo espejo de cuerpo completo en el cuarto de niñas del hogar de Pony, viendo con desconcierto su reflejo. Lucía un hermoso vestido de lazos azules que la señora Britter le había enviado para la ocasión, además del ostentoso peinado que había remplazado sus coletas, haciéndola ver como una legitima hija de ricos. Ante este pensamiento, Candy se estremeció de pies a cabeza, sintiendo temor al no reconocerse en el espejo. Por segundos creyó no tener el valor suficiente para abandonar la habitación.
- ¡Candy! ¡Ya es hora de irnos! El señor Britter nos está esperando en el patio... Candy, ¿estás bien? -.
Anne, su mejor amiga y futura hermana, se encontraba parada al borde de la puerta, portando un vestido muy similar al de ella, pero en un tono amarillo. La niña pecosa se asombró al verla, parecía tan cómoda vestida así, como si eso fuese algo mundano y corriente para ella; pero más que eso, Anne parecía tan feliz que no podía parar de sonreír. Al verla así, Candy pudo recordarse la razón por la cual se encontraba haciendo aquello y reuniendo todo su valor, sonrió hacia la niña.
- Por supuesto que estoy bien querida Anne, solo me estaba despidiendo de este cuarto-. dijo ella mirando con ternura el pequeño cuarto al tiempo que soltaba un suspiro. - Extrañaré despertar con los rayos del sol que se asoman desde la colina al comenzar el alba, o ayudar a John para que nadie note que mojo la cama. Echaré de menos ayudar a la hermana María a servir la comida a los niños, incluso extrañaré ser retada por la señorita Pony... discúlpame Anne, es solo que esto es... es muy triste para mí- Candy había intentado comenzar alegre, pero pronto sus verdaderas emociones la delataron llevándola al borde del llanto.
Anne la miró con tristeza desde la puerta sin saber cómo consolarla, así que, a falta de palabras, ella solo la abrazó. Espero a que la niña rubia se sintiera mejor.
- Tranquila Candy, sé que será duro comenzar de nuevo, y aun con ello estaremos bien. Porque mientras permanezcamos juntas, podemos ir a donde sea- dijo la tímida niña.
Candy se aferró al abrazo de su amiga agradeciéndole por infundirle valor. Ella también lo sabía, mientras permanecieran juntas, estarían bien.
- Muy bien, estoy lista. Podemos irnos ya- dijo Candy al tiempo que regresaba por su pequeña maleta y se secaba los restos de lágrimas.
Ambas niñas salieron del hogar de Pony tomadas de las manos donde todos los niños las esperaban. Cuando Candy los vio así, todos amontonados intentando contener las lágrimas y deseándoles un buen viaje, tuvo que soltarse de la mano de Anne para abrazarlos a todos. ¡Como extrañaría a esos pequeños!
- Por favor niños, sean buenos y obedezcan a la hermana María. Quiero que ayuden en todo lo que puedan y que hagan sus deberes, prometo que les escribiré- instruyó y prometió la niña maternalmente acariciando las cabezas de los pequeños, mientras reunía todas sus fuerzas para no llorar.
Candy odiaba las despedidas y hubiese preferido irse sin hacerlo, pero lo hacía por sus niños. La hermana María, que la conocía muy bien, le sonrió y la abrazó cariñosamente.
- Candy, nunca voy a olvidar el día que te encontramos en la nieve y te tome en mis brazos. Siempre me pareciste una criatura fuerte, y hoy más que nunca veo que no me equivocaba. Oraré por ambas todas las noches... y yo...- la hermana María no pudo continuar porque sintió que la voz se le quebraba y solo abrazó aún más fuerte a la niña. Esa niña que ocupaba un lugar sumamente importante en su corazón. Esa que, pese a sus travesuras, la monja sabía bien del carácter tierno y puro que poseía, agradeció a Dios el haberle dado a un ser así.
- Yo también la voy a extrañar mucho, hermana María, gracias por todo lo que hizo por mí. Le prometo que me esforzaré y daré lo mejor de mi para ser la hija de los Britter- se expresó Candy abrazándola de igual forma.
Cuando ambas se soltaron, la señorita Pony se acercó, no sin antes lanzar una mirada significativa a la hermana María, la cual fue evadida por la joven mujer con determinación. Para Candy no pasó desapercibida la leve decepción en la anciana, que al ver los ojos curiosos de la niña pasó su atención a ella. La dulce mujer le sonrió a ella, y esta, con el corazón contrito corrió a refugiarse en los brazos de quien consideraba una madre. No pudo decirle nada, nunca encontraría la manera de despedirse de su señorita Pony.
- Candy, quiero que tengas esto. Es un crucifijo que me dio alguien muy especial, y deseo que ahora lo tengas tu. Mientras lo lleves contigo, todos nosotros iremos a tu lado a donde quiera que vayas. Cuídate mucho mi niña, sé que algún día te convertirás en una mujer digna e integra de la que estaremos orgullosas. Tal como lo hemos estado desde el día en que llegaste a nosotras- dijo la señorita Pony mientras ponía en el cuello de la niña un hermoso crucifijo, aquel con el Candy la veía decir sus oraciones todas las noches.
Candy no podía creer que le estaba dando tan hermoso regalo, así que con lágrimas en los ojos solo alcanzó a agradecerle, para después inclinarse ante la mujer y besar sus manos.
- Le prometo que intentaré venir a verlos en cuanto se me permita y que escribiré constantemente, adiós... adiós señorita Pony- se despidió la pequeña rubia para después correr hasta el carruaje donde ya la esperaba, quien sería su futuro padre.
El señor Britter sintió una profunda pena al ver la tristeza que causaba dicha separación a su nueva hija, así que acercándose a ella se inclinó a su altura y extendió sus brazos para consolarla. La niña corrió hacia él y lo abrazó. Pese a que ese momento ella lo recordaría como uno lleno de pena, también le traería calidez, pues ese abrazo no sería más que el preámbulo del inquebrantable lazo que los uniría como padre e hija.
Ambos esperaron desde el carruaje a que Anne se terminara de despedir, viniendo hacia ellos entre lágrimas. Candy dejo que su hermana fuera la primera en subir y luego ella le dio su mano al señor Britter para que la ayudara a subir. Sin embargo, antes de marcharse, volteo hacia atrás para mirar una vez más a su amado hogar. Todos lloraban, pero le sonreían, deseándoles una vida plena y feliz. Ella se detuvo unos segundos más para mirar a la hermana María, no supo porque, pero sintió un extraño dolor. Como si dejarla atrás significara algo mucho más profundo.
Cuando el carruaje hubo dejado atrás el hogar de Pony, Candy sintió como una parte de ella se quedó en dicho lugar, pero también supo que una parte de los que había dejado atrás, iría con ella a donde quiera que fuera. Y mientras se aferraba a su crucifijo, ella entendió que el amor a veces estaba conformado por esos sentimientos de tristeza y separación, que se puede ser feliz al saber que los que amamos también son felices.
Aquello no era más que el inicio de otro capítulo, de una nueva vida. Esa despedida era el principio de una bella aventura.
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La hija de los Britter (Candy White por siempre I)
Fanfiction¿Que hubiese sucedido si Candy hubiera decidido ser hija de los Britter? ¿Cómo cambiaría una sola decisión la vida de Candy? ¿Qué habría cambiado en el fatídico destino de Anthony? ¿Será que aún quedaba un camino para que compartieran un solo destin...