Capítulo 5: Una invitación afortunada

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"Si te sientes solo recurre a mí, te estaré esperando aquí. Cuéntame tu historia te alegraras, sabes que una amiga tendrás".

-Lakewood, febrero 16 de 1912-

Anthony Andrey, conocido tan solo por sus más allegados como Anthony Brower, destacaba entre la mayoría de los muchachos de su edad, por su serenidad y madurez. Solía desenvolverse con la elegancia que su posición social demandaba, y tenía muchas más responsabilidades que debía abarcar en su día, de las que se pensaría. Aquel día, podía ser un buen ejemplo. Pese a que hacían tan solo unos días desde que hubiesen regresado a Lakewood, la lista de deberes y juntas ejecutivas a las que debía asistir lo asechaban sin piedad. Si no estaba estudiando, estaba ayudando a dirigir las finanzas familiares, o se encontraba junto a su tía en alguna reunión del clan. Y solo en sus tiempos de liberación, es que podía darse un respiro, para dedicarse por entero a la jardinería. Si, él era plenamente consciente que dicha actividad podía no ser considerada muy masculina, pero poco o nada le importaba lo que la gente pensara. Suficiente había en su vida que dependía de las opiniones de otros. Por lo que no se molestaba en disimular su pasatiempo y lo disfrutaba... al menos hasta la llegada de algún sirviente, que mandado por la señora Elroy, lo arrastraba de nuevo al mundo parsimonioso de los señoritos de alta alcurnia. Y sin embargo, Anthony jamás ponía un solo "pero" a sus deberes y obligaciones, obedeciendo los deseos de su tía abuela de llegar a ser el líder de los Andrey. Después de todo, el solo tenía que enfocarse en ser, lo que se suponía y se esperaba que fuera.

Mas aquella tarde, el joven se dejó caer en la cama de su alcoba con cansancio palpable. No había sido suficiente con tener que soportar una reunión de bienes raíces por más de tres horas, a eso se le agregó la melosa compañía de Eliza Legan. Él la recordaba como su compañera de juegos cuando eran pequeños. Aunque en aquella época admitía que habían sido muy cercanos, no consideraba que fuera correcto y mucho menos apropiado, tratarla con la misma confianza. Pero la muchacha parecía no entender ni aún la más directa de las indirectas, llegando a incomodarlo de tal modo que se vio obligado a evitarla lo más que le fuera posible. En resumidas cuentas, había sido una tarde de esas que ocasionaban dolor de cabeza. Cerro sus ojos, ocultando de ese modo los tonos celestes que encerraban sus iris, llevando sus pensamientos una vez más al recuerdo de unos rizos dorados y un par de ojos verdes. "¿Quién eres? ¿Si quiera eras real?", se preguntaba el muchacho dejando escapar un suspiro de sus labios. Desde aquella tarde en que había visto a su pequeña Ninfa, había tenido la esperanza de volver a verla, pero la oportunidad no se había dado. Por la manera en que iba vestida, podía asumir qué tal vez era una mucama, y la tristeza en sus ojos aún le preocupaba. Pero ni las lágrimas en su rostro, ni lo que vestía, lograron hacer que el magnético encanto que la niña tenía, lo dejaran totalmente embelesado. Anthony no comprendía cómo ese simple recuerdo podía provocarle una sonrisa, y a decir verdad no quería pensar en el porqué.

El joven comenzaba a adentrarse en el mundo de los sueños, por lo que no fue raro que se sobresaltara en demasía, cuando las puertas de su habitación se abrieron dejando pasar el parloteo de sus dos queridos, aunque muy ruidosos primos. Archibald y Alistear Crowell eran un par de ventiscas indómitas que solían irritar a la tía abuela. Hacia tan solo poco más de un año que ellos había llegado a vivir junto a él, bajo la tutela de la tía. Al principio, debía admitir que le había costado acostumbrarse a la convivencia diaria con otros chicos de su edad, cambiando sus hábitos solitarios por la camaradería. Así que, pese a sus constantes afrentas y diferencias, terminó por tomarles fraternal cariño, aún si sus peleas ( en las que se veía involucrado sin quererlo) lograban fastidiarlo. Como por ejemplo ese preciso momento.

- Anthony, tú que eres imparcial en este caso, debes ser quien elija quien de los dos será el acompañante de la señorita Britter mañana en el baile- le informó Archie sentándose en un sillón que se encontraba cerca de su cama.

La hija de los Britter (Candy White por siempre I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora