Capítulo 10 - Michael, un recuerdo en el presente.

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Capítulo anterior:

Mis risas pararon cuando la puerta principal se abrió y logré ver a esa persona de la que hace días no sabía nada.

*

Me levanté enseguida y Adam me imitó pero tomándose su tiempo. No veía sus ojos, pero podía sentir su fuerte mirada clavada en nosotros traspasar el cristal negro de sus lentes de sol. El jefe finalmente había llegado a casa. Ninguno emitió sonido alguno, lo que provocó de inmediato una densa incomodidad. Si no hubiese sido porque le observaba expectantemente en espera de cualquier movimiento o gesto, hubiera mandado mis ojos al suelo desde el inicio por la vergüenza que sentí: el jefe recién llegaba y yo ya le había dado una mala impresión como empleada. En lo concerniente al trabajo procuraba mostrarme eficaz, impecable, pero, sobre todo, profesional, cualidad que quedaba más que fuera de este cuadro que estaba protagonizando.

Lo que parecía un mal momento congelado en el tiempo, se hizo pedazos en cuanto unas vocecitas familiares irrumpieron en éste.

-¡Tíaaa! -expresó uno de mis angelitos quien venía tomado de la mano de mi mamá; apareciendo ambos en mi campo visual exactamente en el espacio entre Michael y el marco de la puerta. Abrí los ojos como platos para luego caminar apresurada. Mi sobrinito también salió a mi encuentro y nos dimos un fuerte abrazo.

-¡¡Carlitooos!! -saludé con más efusividad incluso que la del pequeño. Levanté mi cabeza y miré al frente, junto a mi dulce madre se encontraban todos los demás: la noble Ángela, el inquieto Kevin, la listilla de Elizabeth y el enojón de Leonardo. Solté a Carlitos y me dirigí con ellos a quienes también abracé efusivamente y saludé con exclamaciones de alegría incontenible.

-¿Y papá? -pregunté a mi madre al notar su gran ausencia. Ella me sonrío y sin pronunciar ni una palabra me tomó del brazo con suavidad y me condujo hasta afuera. Ahí estaba él con su boca tan curvada dejando al descubierto sus dientes, parado como si nada a pesar de algunas de sus heridas y daños, como el hombre fuerte que siempre había sido-. ¡PAPÁ! -grité al echarme a correr para envolverlo con mis brazos. Ahora sí mi corazón se había fundido por entero en felicidad. ¡Me encontraba de nuevo con mi familia! Sentí tantas ganas de llorar, pero aun así no permití que se escapara ninguna lágrima.


[Perspectiva de Michael]

Me posicioné a unos pasos de donde se hallaba toda la familia de Isabel para no interrumpir su conversación que no entendía (creo que debo tomar unas clases de español). Seguro se ponían al corriente sobre lo que había sido de su vida en los últimos días. Volteé un poco a mi derecha hasta dar con la figura de Adam, quien igualmente me observaba. Sostuvimos nuestras miradas, mientras que en mi mente no dejaba de preguntarme qué hacían él e Isabel juntos. Estúpido es cuestionarse cómo lograron dirigirse la palabra, eso era algo de esperarse gracias a que ambos trabajan aquí. Tarde o temprano iban a conocerse, aunque para mí fue, quizá, demasiado temprano. Mi intriga fue dirigida más que nada a enterarme de qué hablaban, a saber por qué ella reía. Temo que Adam haya comenzado ya a hacer de las suyas. ¿Ya empezó el depredador a acechar a su próxima presa?: pensé en ese instante mientras le miraba.

De repente escuché mi nombre y por inercia giré mi cuello al frente. La señora Gabriela apuntaba en mi dirección mientras, al parecer, le explicaba algo a su hija, quien de manera fugaz puso sus ojos en mí. Yo le sonreí, pero Isabel ni se inmutó siquiera en devolverme ni la mitad del gesto, por lo que mi cerebro entró de nuevo en el curioseo por saber la razón de la antipatía de esta chica. Digo, no esperaba que me recibiera con el mismo nivel de euforia y alegría con el que recibió a su familia, pero es que ni las sobras me regaló... Con lo hermosa que se ve sonriendo.

La historia desconocida de Michael Jackson (fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora