Capítulo 18 - Confesión al atardecer

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-Está bien. Ya tomé mi decisión...

-¿Y? –me incitó a hablar sosteniendo una sonrisa de lado forrada con burla.

-Hipotéticamente hablando –recalqué-, escojo q-que... me beses... –declaré abriendo apenas la boca. Michael se mantuvo en silencio durante varios segundos en los que sentí sus ojos fijamente sobre mí, mientras que los míos se alternaban entre mirar la superficie de la mesa y su rostro.

-Ujum... –su tono era muy evidente, deseaba que continuara con el argumento de mi elección. Maldita sea, ahora mi imaginación se había despertado mostrándome escenas muy nítidas donde estábamos Michael y yo besándonos, o más bien, eran un par de recuerdos de los sueños que había tenido hace días. ¿Por qué?, ¿por qué? Mis manos, por debajo de la mesa, estaban retorciéndose con ansiedad enredando los dedos-. Y, ¿por qué esa respuesta? –preguntó avivando la llamarada descontrolada en mi interior. Con mi mirada ya lo había asesinado al menos un par de veces por perpetuar mi momento de sufrimiento y vergüenza.

-Osh, no tengo que responder a eso, no es necesario.

-Pero yo quiero saber –su sonrisa seguía tan curvada como desde hace minutos.

-Pues yo no quiero decirte, punto.

-¿Segura?

-Ajam –asentí y me llevé lo que quedaba de helado en mi vaso de un solo golpe para terminármelo lo más pronto posible y poder irnos de ese lugar, antes de que Michael se pusiera más insistente-. Listo, ya vámonos –hablé apurada sintiendo mi cerebro congelarse, pero era tanto el deseo por salir de ahí que eso no me importó.

-¿Por qué tanta prisa? –inquirió Michael cuando me vio levantarme de la silla. Tomé mi tiempo para responderle.

-Ya es tarde –respondí apenas y de no muy buena gana.

-¿Tarde para...? –me giré hacia él y le dediqué mi rostro más serio y fastidiado. ¿En verdad va a seguir haciendo ese tipo de preguntas? ¿A dónde quiere llegar? –Está bien, está bien –y sin decir nada más, se paró de su asiento para caminar conmigo a la salida.

...

¿No quieres verme cumplir la apuesta? –cuestionó tras andar unos metros lejos del centro comercial, cuando nos detuvimos en un semáforo en rojo. Ya no me encontraba de muy buen humor, sabía que Michael estaba extasiado por mi comportamiento que más que ocultar algo que ni yo podía (o no quería) entender, lo hizo más evidente: mi repentino nerviosismo, mi tartamudeo y clarísimo intento de eludir sus preguntas. Estaba molesta, sí, molesta por haber causado que quedara expuesta.

-Si eso te hará sentir humillado y avergonzado, con todo gusto –contesté con tono rencoroso.

-Woh, chica, eso sonó algo ensañado, ¿no crees?

-¿Qué te hace pensar eso? –giré mis ojos sarcásticamente.

-Isabel, estás enojada, ¿cierto?

-Nooo, ¿cómo crees? –canturreé a propósito.

-Isabel...

-¿Qué? –giré a verlo y entonces me encontré con unos ojos que para mi sorpresa transmitían temor. Un gran signo de interrogación se dibujó en mi cabeza mientras Michael dejaba escapar un desconcertante y profundo suspiro. Su repentino cambio de comportamiento ablandó un poco la expresión un tanto dura de mi rostro.

-Yo... –el claxon del carro de atrás nos trajo de vuelta de donde quiera que nos haya llevado la conexión breve de nuestros ojos. El semáforo ya había cambiado a verde y los automovilistas de nuestro carril estaban desesperándose-. ¿No quieres ir al parque? – habló luego de varios minutos de viaje y de silencio que me estaba poniendo un tanto impaciente.

La historia desconocida de Michael Jackson (fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora