Capítulo 16.

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John


Hacía un día espléndido. La primavera había llegado y con ella los colores, la luz cálida y fulgurante. La vegetación y la fauna se despertaron dejando ver todo su potencial. Sin embargo, mi ánimo no iba acorde con el clima y dentro de mí el invierno se había instalado de forma permanente donde todo está aletargado esperando el calor y el elemento imprescindible para poder florecer.

—¡Eres un puto inútil! No puedo creer que seas hijo mío... ¡Qué decepción!— Escupió sin ninguna compasión

—Pero papá...— Protesté con voz gangosa

—¡Cállate! Eres un necio...— Exclamó propinándome una bofetada que enseguida ardió en mi mejilla —Yo a tu edad destruía ciudades enteras. Pero tu...— Escupía cada palabra envuelta con una amarga bilis mientras me señalaba duramente con el dedo —Ni siquiera eres capaz de pronunciar bien un estúpido hechizo. ¿Acaso saber leer?— Sentenció con una sonrisa diabólica.

Las lecciones que impartía eran terribles e inhumanamente dolorosas tanto físicamente como psicológicamente. Padre tenía la obsesión de entrenarlo sin descanso para llevar a cabo su venganza. Las palabras que salían de su boca, eran hirientes, cargadas de un veneno que me intoxicaba inexorablemente convirtiéndose en ardientes dagas que se clavaban directamente en mi corazón tornándose en un saco de cenizas. Padre es un ser oscuro, lleno de demonios que se alimentan del rencor y el odio. Los que le conocíamos antes de la última guerra sabemos que antaño fue un hombre amable y cariñoso, pero lo que pasó le cambió para siempre. Lo que le hicieron, la traición, el engaño y las mentiras acabaron por crear un inmenso agujero negro de pura protervia. Y por mucho que lo intentamos terminó por engullirle hasta el puto fondo del horizonte de sucesos arrastrándonos a los demás con él.

Los ojos verdes de Padre nunca volvieron a albergar luz, volviéndose opacos y vacíos y su aura negra le envolvía tan oscura como la noche austral.

—¡Venga puto inútil levanta y vuelve a intentarlo! Y si esta vez fallas, me demostrarás que eres tan ineficaz como la ramera de tu madre y eso querrá decir que ni siquiera tu eres mi hijo— Articuló con sus enormes dientes apretados dejándome ver la ira que albergaba en su interior

Padre alargó su brazo hacia mí proyectando una fuerza invisible que se acumuló en mi pelo tirando de él hacia arriba provocando unas dolorosas punzadas agudas en mi cabeza. Un leve gruñido se escapó de entre mis labios mientras su energía me levantaba del suelo sin miramientos.

—Papá, por favor...— Suplicaba buscando esos verdosos ojos que un día me quisieron

—¡Ni papá ni mierdas! ¡Posición, ya!— Volvió a gruñir con odio.

—No... No puedo más... Estoy agotado, llevamos dos días sin descansar...— Murmuré invocando su espíritu compasivo.

Se pasaba días enteros practicando con él en las oscuras mazmorras de su particular castillo mientras el resto de su familia ajena a todo vivía en una pequeña aldea en medio del bosque.

La fuerza que ejercía sobre mí desapareció de repente haciéndome caer de rodillas con un golpe seco que retumbó por todo mi pequeño cuerpo.

—¿Cómo osas contradecirme?— Exclamó emitiendo una onda expansiva que me tumbó de espaldas contra el frío suelo de piedra.

Acto seguido, sus ojos se iluminaron adquiriendo un tono esmeralda muy brillante que alumbraba toda la estancia. Mi cuerpo se estremeció presintiendo lo que Baal, su propio padre iba a hacer con él.

Zenit. (EN PROCESO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora