Capítulo 10.

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Sky


—¡No, no, no!— Gritaba papá sin parar.

Días antes todo era perfecto, era el cumpleaños de mamá. Papá y yo le habíamos preparado una rica comida y un delicioso pastel.

Mamá se había ido de compras porqué se lo había pedido mi padre como excusa para que ella saliera de casa y así poder prepararlo todo para cuando llegara, se encontrara con nuestra sorpresa.

Pero eso nunca llegó a ocurrir... Mi madre no llegó, ni por la noche, ni al día siguiente, ni al otro... 

—¡Amélia no puede estar muerta!— Gritaba papá desesperado —Ella no... ¡Mi esposa no!— Exclamaba desolado mientras el oficial de policía lo detenía para que no saliera por la puerta y cometiera una estupidez.

Se dejó caer de rodillas al suelo y empezó a llorar como un niño. Un hombre tan rudo como mi padre lloraba como un bebé. Nunca me creí el cuento de que había sido un asesino en serie, o la teoría de que fue obra de una secta satánica. Nada de eso tenía sentido, nada encajaba en el rompecabezas que yo misma había armado en mi cabeza.

Cuando todos esos recuerdos se reproducen de nuevo en mi mente, unas extrañas sensaciones se apoderan de mi cuerpo.

Me ahogo, me falta el aire...

Mareada e hiperventilando, mis pulmones se contraen y expanden eufóricos como si fueran a explotar dentro de mí.

Instintivamente, empiezo a correr hacia la primera salida que encuentro y sin pensarlo salgo fuera como si me fuera la vida en ello.

Una vez los rayos de sol tocan mi cara inspiro profundamente cogiendo una gran bocanada de aire mientras me agacho llenándome de oxígeno. Apoyo mis manos en mis piernas intentando retomar el control de mi cuerpo que ahora tiembla como si fuera gelatina resistiéndome a caer.

Hacía años que trataba de suprimir esos dolorosos y destructivos recuerdos pero, no sé por qué, en este maldito instante todo el pasado ha regresado de nuevo.

Una vez que mi cuerpo se ha estabilizado y mis nervios remiten, levanto la vista observando a mi alrededor. Tomo conciencia de donde estoy y unos bancos frente a mí llaman mi atención. Me dejo caer sobre uno y dejando sin cuidado mi mochila en el suelo mi vista se fija en unos chicos que juegan al fútbol. Conozco a algunos pero otros nunca los había visto por aquí...

—¿Estás bien?— Me preguntan sobresaltándome.

Levanto mis ojos y veo a Sara de pie junto a mí. Sin decirle nada, le hago sitio para que se siente y ella lo hace a mi lado.

—Sí, eso creo— le contesto finalmente centrando mi atención en ella.

Nos giramos de nuevo las dos observando a los chicos jugar junto con otras chicas. Parece que se lo pasan bien y eso me hace sonreír.

—¿Qué haces aquí?— Me pregunta demasiado directa sin siquiera mirarme.

—Tengo libre las dos primeras horas ¿y tú?— Pregunto curiosa.

Una de las chicas que creo que se llama Erika le ha hecho una falta muy dura a Axel tirándole al suelo haciéndole rodar. Ambos equipos se juntan enfrascándose en una pelea verbal dirigida por ambos.

—Yo igual, la profesora no ha venido hoy— me confiesa atenta a la disputa futbolística.

Seguimos en silencio cotilleando lo que pasa en el campo de juego.

Zenit. (EN PROCESO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora