Parte 1

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"¡Llego tarde, llego tarde, no voy a llegar!". Todas las mañanas María decía la misma frase. Por más que intentaba levantarse con tiempo para ir a trabajar,nunca lo conseguía. Siempre paraba el despertador y se decía "cinco minutos más",pero se convertían en veinte.Luego venían las prisas y el agobio de pensar que no llegaría a tiempo. Pero no se sabe por qué razón, llegaba justo a tiempo.

-¡Ya estoy aquí, Miguel !-.Dijo María tirando el bolso al suelo debajo de la mesa y dejándose caer en su silla.

 -¡Qué susto, María. No me hagas más veces ésto que me va a dar algo!. ¿Por qué no haces como las demás personas que llegan y con tranquilidad saludan?. ¡ Ah, claro, llegas tarde!, cómo no. 

 Miguel estaba molesto porque siempre tenía que cubrirla cuando preguntaban por ella, que era en más de una ocasión. A él no le importaba, pero llegaría el día en que la pillaran y la despedirían .

 -¿Qué ha pasado, el despertador otra vez?. ¿Por qué no lo pones en mitad del pasillo para que te tengas que levantar a pagarlo, María?.

 -¿Crees que no lo he intentando?. Es superior a mí. Vuelvo a la cama y caigo muerta de sueño.

 - Bueno, ya hablaremos luego. Ponte las pilas que hoy está la mañana movida.

 María sabía que los viernes eran días complicados en el Centro de Emergencias 112. Las luces de la centralita no paraban de encenderse. Normalmente eran casos fáciles, mandar una ambulancia por enfermedad, policía por alguna pelea... cosas sin importancia pero que había que atender. Nunca se sabía qué te podías encontrar al otro lado del teléfono.

 Miguel y María entraron a trabajar el mismo día. Pero antes habían coincidido en las entrevistas previas, por lo que fueron haciendo una buena amistad a pesar de la diferencia de edad, Miguel  45 años y María 34. 

 El carácter arrollador de Miguel atrajo a María desde el primer momento. Ella era más tranquila y serena. Ese contrapunto hacía que sacara su parte divertida y disfrutara con él de noches interminables de juerga, viajes improvisados.... Nunca se sabía qué planes tenía. Le encantaba. Con él se sentía libre, podía decir todo lo que pensaba y era un buen confidente. En muchas ocasiones fue el hombro donde derramar las lágrimas por un desamor y recibir consuelo y consejos en las horas bajas de ánimo.

 La mañana había pasado sin darse cuenta aunque estaba un poco cansada. Había dicho "Buenos días, Centro de Emergencias 112, ¿en qué le puedo ayudar?" unas ciento treinta veces, y la cabeza la tenía un poco saturada. La hora de comer la recibió con ganas. No se había dado cuenta hasta entonces que no había desayunado y que su estómago la estaba reclamando.

 - Miguel, ¿vienes a comer?- recogiendo el bolso del suelo y poniéndose el abrigo .

 - ¿Ya es la hora?. Te invito a comer, pero en la cafetería del otro lado de la calle. Necesito salir de aquí y despejarme.

 La cafetería no era gran cosa, pero ponían unos platos combinados, ensaladas y bocadillos que eran una delicia. Sobre todo si querías sumar kilos. Además estaba cerca y poca gente, por lo que la tranquilidad para comer y charlar estaba asegurada siempre.

 Los camareros conocían a María y Miguel, eran clientes asiduos, por lo que siempre les tenían una mesa reservada en un rincón para que estuviesen tranquilos.

 - Hola, Juan, ¿qué hay?- dijo Miguel con una sonrisa al camarero.

 - Buenos días, Miguel. ¿Qué tal, María?. ¿Lo de siempre?.- dijo el camarero con una amplia sonrisa acompañándoles hasta la mesa.

 Una vez que el camarero les dejó solos, siguieron con la conversación.

 -María, no puedes seguir llegando tarde. No llegas tarde pero sí con el tiempo justo y a mí me va a dar algo un día de estos .

 - Lo sé Miguel, pero se está tan bien en la cama.... Soy una perezosa. Me encantaría ser un oso para hibernar. Sería la más feliz del mundo.

 - Ya. Y a mí un magnate del petroleo y estar de fiesta con chicas guapas todos los días-. dijo soltando una carcajada y con cara de felicidad imaginándoselo. 

 - Tienes razón.Tengo que ser más responsable con el trabajo, más puntual- poniéndose seria.

 - A otro con ese cuento, María, que nos conocemos. ¿Cuántas veces he oído esa frase?.

 -¿Cinco... diez....?.Muchas, verdad?. Soy incorregible.

  Miguel se estaba enfadando porque María no se daba cuenta de la magnitud del problema de su impuntualidad, tomándolo a broma, cuando era algo muy serio. Podían tener los dos un grave problema, él por cubrirla y ella por su falta de seriedad con su trabajo. Recomponiendo su gesto, Miguel decidió cambiar de tema y relajarse y disfrutar de la comida.

- Bueno, dejemos este tema María, que no me quiero enfadar contigo. ¿Qué vamos a hacer este fin de semana?- dando buena cuenta de su plato combinado de dos filetes con patatas fritas y dos huevos fritos.

- ¿Qué vamos a hacer?. Será qué vas a hacer tú, Miguel, porque yo me voy a quedar en casa- pinchando en su plato de ensalada césar.

- ¿En casa te vas a quedar?. No me hagas eso, María, ¿qué hago yo solo por ahí?.

- No necesitas a nadie para pasártelo bien y ligar. Porque la que acaba sola cuando salimos suelo ser yo, o no?.

- ¿Qué quieres que haga si soy irresistible?- poniendo morritos como si estuviera posando- pero te necesito a mi lado y tú también necesitas ligar. ¿Cuánto hace que no pasas "una noche de locura amorosa"?. No pongas cara de pensar María, que no tienes muchas cuentas que echar. Se pueden contar con las manos de una mano, por lo menos desde que nos conocemos y ya son un par de años.

- Baja la voz, que no hace falta que la gente sepa si me acuesto con alguien o no- bajando ella misma la voz y mirando al resto de mesas de la cafetería.

-¿Tres, cuatro?- bajando la voz su vez también Miguel.

-Ya lo sé, Miguel. Mi vida amorosa no es tan divertida y rica como la tuya. Tus historias parecen sacadas de una comedia. A mí solo se me acercan tíos aburridos y niñatos. No soy una "asaltacunas".

- Aunque salga con cientos de chicas, sabes que mi único amor eres tú- soltando los cubiertos y tomando las manos de María entre las suyas- Si tú quisieras....

- No seas tonto, Miguel- escondiendo las manos debajo de la mesa- Sabes que entre nosotros hay una bonita amistad y que si ocurriera algo entre nosotros, que no va a ocurrir, se acabaría nuestra relación, no sería lo mismo y no quiero estropearlo. Y tú tampoco. Así que deja de decir tonterías. Y vamos terminando que se nos echa el tiempo encima y ahora sí que vamos a llegar tarde de verdad.

Pidieron la cuenta sin terminar de comer y salieron aprisa. Cruzaron la calle sin esperar a que el semáforo se pusiera en verde, entre risas, sorteando los coches que pasaban y les pitaban.

Así era Miguel, imprevisible. Y a María le encantaba dejarse llevar por sus locuras. Sentía un cariño especial por él e incluso a veces una atracción  física, pero no quería perder la relación tan especial que tenían.

Llamada perdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora