Capítulo 16

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Una vez que recuperó fuerzas volvió a ponerse al trabajo. No lo iba a dejar sin terminar. Esta vez no. Lo más difícil ya estaba hecho. Ahora sería más rápido levantar el resto de losas. Aunque tuviese que levantar el salón entero y le llevara el resto de la noche y parte del día siguiente. Si hacía falta, llamaría al trabajo para decir que no iría a trabajar inventándose cualquier excusa. Ya vería llegado el momento.

Una a una fue quitando las losas. Algunas salían más fácilmente y otras costaba quitarlas, pero el espacio de tierra cada vez iba haciéndose más grande.

Después de varias horas de incansable esfuerzo, volvió a tomarse un descanso y ver cómo iba el trabajo de "excavación". El salón daba pena verlo. El sofá y la mesita baja los había tenido que retirar y ponerlos al lado de la cocina, bloqueando la puerta de entrada. Medio salón estaba levantado con las losas apiladas por doquier.

Lo más difícil ya estaba hecho. Ahora tocaba remover la tierra que quedaba al aire. Fue a la cocina y cogió una paleta y una cuchara. A falta de pala, bien podían valer. Empezó a remover la tierra para que fuese más fácil sacarla e ir amontonándola fuera del agujero. La tierra no estaba demasiado dura y sacarla no estaba resultando difícil. Después de varias horas de incansable trabajo, volvió a descansar. Estaba agotada. La ropa había adquirido un color oscuro, llena de tierra, agua, sudor... Y la cara ....Bien podía pasar por una minera. Las manos estaban llenas de pequeñas heridas, enrojecidas, doloridas, hinchadas de tanto esfuerzos. A pesar de su lamentable estado, María sonreía satisfecha del trabajo realizado. Había conseguido excavar unos treinta centímetros de profundidad. No había encontrado nada a excepción de algunos trozos de cemento y cables que no iban a ningún sitio. Era una profundidad considerable si se quería ocultar algo, por lo que pensaba que no tendría que cavar mucho más. Iría con más cuidado, por si acaso.

Miró el reloj. Las seis y cuarto de la mañana. ¡Cómo había pasado el tiempo!. No le quedaba más remedio que llamar al trabajo e inventarse una historia para no ir. Mejor llamar cuanto antes para que fuese más creíble. Fue a la habitación a por el teléfono y llamó al jefe de personal.

- Buenos días, Alberto, soy María. Siento llamarte tan temprano- con voz ronca y pausada, como si le costara respirar.

- Buenos días, María. ¿Qué pasa que me llamas?. Se te oye fatal. ¿Estás bien?.

- Qué va. He pasado una noche de perros- tosiendo y tomándose su tiempo para que fuese más creíble-.

- Se te oye una tos horrorosa y estás ronca perdida. ¿Has ido al médico ya?.

- No, todavía no. Estoy esperando a las ocho para que me den cita para hoy. Lo siento mucho, sabes que no suelo faltar al trabajo, pero es que no me encuentro nada bien. Creo que tengo incluso un poco de fiebre. Debe de ser un resfriado o una gripe que no sé cómo la he cogido.

- No te preocupes. Tú curate y haz caso al médico en lo que te mande. Si necesitas unos días de baja no hay problema, vale?.

- Gracias Alberto. En un par de días estaré como nueva.

- No hay problema. Tú curate. Y gracias por llamar con tiempo para poder cubrir tu puesto.

- Sí lo haré. Gracias, adiós.

Cuando colgó soltó una risa por lo buena actriz que había sido. Para conseguir la baja no tendría problema. Con su médico de cabecera tenía una buena relación de amistad y no le pondría ninguna pega para hacerle un parte médico. Así que tenía un día más por si le hacía falta para terminar.

Miró desde la habitación el salón y era un caos. Todo estaba lleno de tierra y baldosas. Daba la impresión de que había caído una bomba. En toda la noche no se había acordado de que la grabadora estaba en el baño. Quizás había grabado algo nuevo, algo que le diese una pista. Rebobinó y escuchó un rato. Nada nuevo, silencio. Quizá eso quería decir que estaba haciendo lo correcto. Respiró hondo y volvió al agujero para seguir sacando tierra. 

Llamada perdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora