Parte 14

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Salió del trabajo despidiéndose de los compañeros que llegaban al cambio de turno. Seguía con la sonrisa pintada en la cara. No la quería borrar y así seguiría. El plan de la tarde era encontrar la tienda de electrónica para comprar la grabadora. Echó mano del móvil y buscó en "San Google" la tienda más próxima.

Desde que inventaron Internet cualquier duda del tipo que fuese se resolvía usando Google. En parte era un gran avance pero las enciclopedias y diccionarios se habían quedado abandonados en las estanterías cogiendo polvo.

En menos de un minuto aparecieron las opciones de las que disponía. La que más le convenció era una que estaba en el centro, una de las de toda la vida y que parecía que tenía una gran variedad de todo tipo de tecnologías. Eran unos quince minutos. Paseando era un trayecto agradable a través de los jardines que habían habilitado y condicionado en medio de dos grandes avenidas de gran tráfico. Era un gran pulmón de oxígeno. El respirar por unos minutos el aroma de los árboles y el césped húmedo,

hacía que los pulmones se abrieran y la sensación de bienestar llenara los sentidos. Era un lugar donde el espacio/tiempo tomaba otra dimensión. La pena que el placer durara tan poco tiempo y de nuevo se oían los motores y pitidos de los vehículos y se volvía a respirar la contaminación del aire.

Divisó la tienda al volver la esquina. Seguía como siempre, con sus grandes escaparates a cada lado de la entrada llenos de aparatos antiguos mezclados con las ultimas novedades. Entró haciendo sonar las campanillas de la puerta al abrirse. Uno de los dependientes se le acercó a saludarla y si la podía ayudar en algo.

- Hola, buenas tardes. Estoy buscando una grabadora.

- Muy bien, pero de qué tipo, para grabar en un estudio, para grabaciones caseras...

- Pues lo que buscaba era para dejarla grabando muchas horas y que grabe todos los sonidos, incluso los que parece que no hay. No sé si me explico.

- Sí, perfectamente. Venga por aquí- dándole paso para que lo acompañara a uno de los mostradores con vitrinas. Sacó varios modelos y le expuso las diferencias económicas y en cuanto a prestaciones.

- No sé cuál elegir. Usted dígame con cuál se quedaría.

- Para lo que usted quiere yo me quedaría con ésta. Es pequeña, manejable, de fácil uso, duración de grabación de unas ocho horas, y dispone de una entrada de USB para conectar al ordenador para volcar las grabaciones. Descargando un programa de Internet puede aislar sonidos y hacerlos más nítidos, modificar tonos.... En fin, una gran cantidad de cosas. Claro que eso depende del programa. Hay muchos donde elegir.

- Ya, pero es que no tengo ordenador ahora mismo.

- No se preocupe. Puede oír la grabación como cualquier grabadora de toda la vida. Aquí tiene las teclas- señalándolas. Lo bueno que tiene es que ésta graba en una habitación en silencio cualquier sonido aunque no lo oiga usted. Es bastante buena para el precio que tiene- la miró esperando a que se decidiera.

- Bueno, me fiaré de su palabra- señalando la grabadora elegida.

- No se arrepentirá, se lo aseguro.

Salió María de la tienda contenta por la compra hecha y deseando probarla. Esperaba no haber sido embaucada con la excusa de hacer caja. A la noche saldría de dudas.

De vuelta a casa fue parándose en los escaparates de las tiendas que encontraba al paso, sin prisa y sin intención de comprar nada. No le interesaba demasiado la moda pero había que estar al día de las tendencias para no ir hecha un adefesio. También entró en una librería por si veía algún libro que le gustara. Eran su perdición. Hacía tiempo que no compraba ninguno. Aunque la lectura la tuviese olvidada, le gustaba comprar alguno de vez en cuando para ir engrosando su particular librería. Pero no vio ninguno que la llamara la atención como para quererlo tener. Salió de allí y tomó de nuevo el camino de vuelta a casa a través de los jardines para volver a disfrutar de los olores que la recordaban a su niñez en el campo.

Ya en casa sacó la grabadora de su casa y leyó las pocas instrucciones que traía para su perfecto manejo. Era muy sencillo, ahí no la había engañado el dependiente. Hizo una prueba en el salón. Ella sin hablar para saber si recogía el ruido del tráfico que se oía. Fue un minuto escaso. La paró, dio a rebobinar y después al play. Se oían perfectamente los motores de los coches con total claridad. Bien, ésto podía funcionar. A la noche, cuando fuese a acostarse, la dejaría encendida, grabando por si volvía a oír la voz. Así saldría de dudas de si era cosa suya o era real. Estaba deseando acostarse para hacerlo.

Sin pensarlo se duchó, se preparó la cena y se recostó en el sofá viendo la tele para que le entrara sueño. Como no había dormido mucho la noche anterior, seguro que se dormiría enseguida. La grabadora estaba ya grabando en la habitación. No pasó mucho tiempo para que los ojos se le empezaran a cerrar. Dándose cuenta que se estaba durmiendo, se levantó del sofá, apagó la televisión y se acostó en la cama. Estuvo un rato pendiente de si oía algo fuera de lo normal. Nada. No tenía de qué preocuparse, la grabadora haría el trabajo tanto si volvía a oír la voz como si no. Todo quedaría registrado. Relajada se fue durmiendo hasta que cayó en un profundo sueño sin pesadillas ni nadie que la persiguiese. Fue un sueño profundo hasta que el dichoso despertador sonó.

Se levantó de inmediato como si tuviese un muelle. Miró el despertador y la grabadora. Apagó los dos. Rebobinó la grabadora y le dio al play. No se oía nada. Quizá con unos auriculares sería mejor. Buscó en los cajones de la mesilla. Recordaba que ahí debía de haber alguno. Y recordaba bien porque ahí estaba. Lo deslió, metió la clavija y se lo colocó bien en los oídos. Volvió a dar al play. Ahora parecía que se oía algo más. Unos minutos de silencio y después unos ronquidos. Después de unos minutos éstos dieron paso a una respiración profunda y fuerte que fue disminuyendo de intensidad hasta que casi no se podía oír. Pasaron otros tantos minutos hasta que oyó algo.Parecía la interferencia que escuchó en el teléfono, pero no estaba segura. Con las prisas de querer oír toda la grabación antes de irse a trabajar no estaba poniendo toda la atención requerida.

Paró la grabadora, se quitó los auriculares y se vistió para irse antes de que tuviese que salir corriendo para no perder el autobús. Cuando volviese, la escucharía con más detenimiento.

En el autobús habló con Miguel unos minutos. No había mucho qué contar. Todo seguía igual que el día anterior y no había ninguna novedad. María sí la tenía pero siguió optando por callar y aparentar que todo estaba bien. Se despidieron hasta el día siguiente con un te quiero, un te echo de menos y un oír tu voz me alegra el corazón. Cosas que se dicen los enamorados pero que ni María ni Miguel reconocían que lo estaban el uno por el otro. El cariño de amigos se había ido convirtiendo en el de enamorados sin darse cuenta. Pero ninguno de los dos se atrevía a dar el paso de expresarlo abiertamente. Se decían que se querían pero de la forma natural que se le dice al amigo íntimo. Así lo querían interpretar aunque en el fondo sabían que era algo más que eso.

Alguno de los dos tendría que dar el gran paso, tarde o temprano, y correr el riesgo de equivocarse. Ellos sabían que no lo estaban aunque siempre estaba la duda de que los sentimientos fuesen correspondidos.


Llamada perdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora