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Se encontraba agitado, observando desde el suelo la siguiente escena que le había expuesto Sadashi; llevaban veinticinco minutos y en ese tiempo le fue imposible concentrarse para salir de ahí

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Se encontraba agitado, observando desde el suelo la siguiente escena que le había expuesto Sadashi; llevaban veinticinco minutos y en ese tiempo le fue imposible concentrarse para salir de ahí. Los recuerdos venían al azar, desde el día en que dijo que amaba a esa Mukama que lo traicionó, hasta los días tormentosos en que perdió su pudor con una y con otra mujer.

Por supuesto, los momentos más traumáticos para Yui también se incluyeron. Había vomitado, había llorando, había gritado y suplicado a su yo más joven que se detuviera, pero él solo era una especie de fantasma que podía ver todo, pero ellos no a él.

—Lo que haces es repugnante.

—¿Yo soy repugnante?—Preguntó la chica con ironía a una distancia prudente—¿Soy repugnante por mostrarte las infamias que cometias contra las mujeres y tu amada? Ponle lógica a eso.

Y tenía razón.

—Ugh... Laito-sama...

—Hilde... Esa es una buena mirada. Debes de estar avergonzada por usar ese collar.

La siguiente imagen se trataba de aquella mukama avergonzada y amarrada como un perro. Ese Laito se había tomado bastante en serio el papel para convertirla en su mascota; un fetiche que a pesar de que Hilde decía sentir mucha vergüenza, si le estuviera molestando se estaría quejando de verdad.

—¿Por qué... Laito-sama está haciendo algo así...?

El chico suspiró sintiéndose aburrido, el verdadero ingrediente secreto es que ellas se resistan, no que dejen de hacerlo.

—¿Laito-sama?

—Ya es suficiente.—Dijo aburrido soltando la correa— Voy a acostarme pronto. ¿Podrías irte?

— ¿Qué...? Pero siempre dormimos juntos... ¿Por qué?

—Cállate...

Hilde no podía estar más confundida, no habían ni empezado ¿Por que de repente su amo parecía despreciarla y tratarla tan tosco?

Fufu... Vete rápido. Si no lo haces... Te sacaré a patadas.

—¿Laito-sama?... —Se levantó del mismo modo que él, mas no imaginó que la agarrara de la muñeca para sacarla de la habitación como un trapo viejo, y cerrarle la puerta en la cara—¡¿Aah?!

Él no mintió. La sacó a patadas, le  mandó a callar. Con la palabra en la boca en busca de una explicación, la mujer empezó con una serie de golpes a la puertas.

—¡Laito-sama! ¡¡Laito-sama!!¡¡LAITO-SAMAAA!!

Ahh... Ya... Cállate.— Bramó con fastidio tirándose a su cama.

A ese punto, ella no sabía que pensar. Pero por parte de su amo. ¿Por que estaba haciendo eso? Palabras como esas eran mejor sustituirlas por aserrín para llenar su vacío. De verdad pensó que estaba lo suficientemente satisfecha.

Agenda de la muerte- ©Laito Sakamaki Donde viven las historias. Descúbrelo ahora