Capitulo XI

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1 de mayo de 1998.

Hermione no era estúpida, ni mucho menos de hecho. Cuando Aberforth les había estado contando a ella y a Ron sobre Ariana, y cómo había muerto la pobre chica, Hermione había pensado en preguntar por Tom Riddle. La vida pasada de Harry había estado ligada a la de Voldemort, y aunque ella no sabía muy bien quién había sido, Hermione había escuchado a Bellatrix, Narcissa y Aberforth dirigirse a Harry como "Anathema".

No era exagerado asumir que ese era el nombre de Harry entonces. Había sido Anathema alguien. Alguien que había sido importante para el señor oscuro.

Aberforth no le había dicho exactamente lo que quería saber. Pero le había dado algunas pistas. Hablaba como su hermano, con acertijos y medias verdades, pero Hermione también se había acostumbrado a Albus Dumbledore. Ella lo había entendido. Si alguien hubiera sabido sobre Anathema y Tom, habría sido él, Dumbledore, el único al que Tom Riddle alguna vez temió. Ella se preguntó por qué era eso. Quizás, reflexionó, mirando a Ron por el rabillo del ojo mientras corrían, ¿era porque Dumbledore era el único que creía que Tom era capaz de asesinar al amor de su vida?

—¿A dónde vamos?— Ron jadeó, corriendo junto a su novia.

—¡La oficina del director!— Hermione le dijo.

La taza arruinada colgaba del cinturón de Ron, atada con un trozo de cuerda conjurada. El horrocrux se había ido, apuñalado por el colmillo de un basilisco, que sostenía con fuerza en la mano derecha de Ron. Había sido ingenioso por parte de su novio, admitió Hermione. Él le había pedido que usara Legilimencia en él, para sacar el recuerdo de su segundo año, y memorizó cómo pronunciar "ábrete" en pársel.

Había hecho un trabajo decente, porque el fregadero se había deslizado hacia un lado y les había permitido entrar en la cámara de los secretos. Ahora estaban un horrocrux más abajo.

Harry había ido tras la diadema y Hermione quería encontrarlo antes de que él la encontrara. Pero había algo que tenía que hacer primero.

Cuando se detuvieron frente a la gárgola de piedra, ésta los miró con curiosidad y luego se deslizó hacia un lado. Silenciosamente, Hermione sacó su varita de su bata y la sostuvo con cautela frente a ella. Si la gárgola no estaba pidiendo una contraseña, entonces quienquiera que estuviera en esa oficina sabía que estaba allí y quería que subieran. Eso no auguraba nada bueno para ellos. Pero cuando Hermione y Ron entraron a la oficina, con las varitas levantadas, nadie los estaba esperando.

—Mantente alerta— le siseó Hermione a Ron, sus ojos mirando alrededor frenéticamente.

Ron asintió rápidamente, dando la espalda a la oficina para mirar por la escalera abierta, buscando intrusos. El colmillo de basilisco estaba en una mano y su varita en la otra, y en realidad parecía bastante intimidante. <<Aunque todavía era un idiota>> pensó Hermione con cariño, dándole la espalda.

Se dirigió a la gran palangana de piedra que estaba sola a un lado de la oficina del director. Harry le había dicho que por lo general se mantenía oculto, pero ahora estaba a la vista, como si alguien quisiera que ella lo encontrara. Parecía bastante sospechoso, pero, de nuevo, un extraño Patronus había llevado a Harry a la espada de Gryffindor y no le había ocurrido ningún daño en ese momento. Quizás esto fue solo suerte, todo parte de tener a Harry Potter con vida.

Ella se encogió de hombros ante la idea de que esto era una trampa, ignoró la sensación de ojos en su espalda y rápidamente comenzó a meter viales en su mochila. Los pequeños frascos estaban llenos de remolinos de niebla plateada, recuerdos del gran Albus Dumbledore, y todos estaban cuidadosamente etiquetados a mano.

Nueva División | TraducciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora