One-shots inspirados en las temáticas del Inktober 2021.
Porque la inspiración llega de cualquier fuente, y aveces una sola palabra puede ser el inicio de cientos de historias.
* Los personajes no me pertenecen, créditos a su respectivo autor, Har...
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Bokuto Koutarou tenía su corazón dividido cada vez que dos azabache se peleaban por el. Ambos eran discretos. Se sonreían y saludaban cuando estaban reunidos, pero a sus espaldas... Sus miradas se enfrentaban como dos pistolas.
Ellos vivían en una guerra constante por ganar su amor. No parecían entender que los amaba por igual, después de todo, ¿Quién podría elegir entre su novio y su mejor amigo? Era una locura tratar de hacerlo.
Y aún así, Akaashi y Kuroo seguían en la eterna discusión.
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—Ya ni siquiera está conmigo, él se está robando toda su atención ¡Me está quitando a mi mejor amigo, a mi hermano! —Se quejaba un azabache tirado en la cama —. ¿Qué hago Kenma?... Tal vez si lo secuestro unos días en mi casa...
—Akaashi vendrá a buscarte con toda la policía, el FBI, y un investigador privado —Con ese comentario el rubio interrumpió las incoherencias que el otro soltaba —. Bokuto no puede desaparecer de su radar más veinticuatro horas sin que se preocupe, lo sabes.
—¡Ese es el problema! Se la vive pegado a él como si fuera su sombra.
—Sólo cuida que nada le pase, tu mejor que nadie sabes como puede ser de despistado. Akaashi en ningún momento se han comportado posesivo... No como tú.
—¿De qué lado estás? —Preguntó Indignado.
—De ninguno, soy neutral en esto —Dicho eso volvió fijar la vista en la consola.
Kuroo siguió lamentándose y farfullando mil cosas en contra de la pareja de su amigo, parecía un niño haciendo berrinche porque le quitan un juguete. Mientras tanto Kenma se dedicaba a escucharlo, interviniendo cuando lo creía correcto, para mala suerte del mayor caso todos los comentarios eran a favor del azabache.
—Que gran ayuda estas siendo gatito —Masculló con sarcasmo —. Es más probable que si le pregunto a una piedra está me aconseje.
—Cuando te responda podré saber que por fin perdiste la poca cordura que te quedaba.
—Si lo hiciera tendría una opinión más a mi favor.
—¿Quieres que te mienta? —Cuestionó con una ceja arqueada —
