Día Trece

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No sabía que pasaría a partir de ese día pero algo era seguro y es que Ian tenía ya un plan en mente. Después del funeral correspondiente toda la familia optó por ir a sus casas a descansar, mis padres por el contrario tuvieron que dejarme en casa y salir ya que tenían la documentación que hacía falta para terminar con los últimos detalles a resolver con respecto a los servicio funerarios.

Sabía que no debía hacerlo pero quería saber que era lo que tramaba Ian por lo que con mucho miedo pero a la vez determinación entre a la recámara de mis padres, sabía que mi teléfono celular se encontraba bajo llave, así que luego de una ardua búsqueda al final pude encontrar la bendita llave, abrí la pequeña caja de madera donde mi madre solía resguardar todo y efectivamente entre tantos artículos que guardaba mi madre encontré mi teléfono. Cerré la caja y dejé la llave en su sitio tratando de dejar todo como lo encontré en un inicio para que nadie se percatara de mi delito.

Cuando entre a mi habitación encendí el aparato y por suerte aún tenía la batería suficiente para hacer el encendido, aún así tenía diez por ciento de batería y sin pensarlo mucho le mandé a Ian cuál era la idea que había tenido en aquel sitio, después de mandar el mensaje puse a cargar el teléfono escondido detrás del escritorio que tenía en mi cuarto en modo silencio para evitar que fuese descubierto. No habían pasado ni cinco minutos de eso cuando mis padres llegaron a casa y con toda la pesadez que tenían se retiraron a su habitación a descansar, agradecí a dios que no se percatara del nerviosismo que sentía a causa del pequeño delito que cometí.

Sabía que dormirían hasta el día de mañana, así que en silencio limpie un poco la casa e hice una sencilla comida para que cuando ellos despertarán pudieran desayunar, después de eso tome un baño para descansar cuando en ese momento recuerdo el mensaje que mande a Ian y cerrando la puerta con llave me acerco al escondite del aparatito para encontrarme con el siguiente mensaje:

"Te espero mañana en la sala audiovisual a las 10, sin que nadie te siga"

Sabía que el que me dijera eso era por algo verdaderamente importante.
La mañana llegó más rápido de lo que pensaba y como era de esperarse mis padres aún dormían por lo que me prepare para la escuela y me fui a la parada del transporte más cercana, no sin antes dejar una nota en la mesa ya lista para que solo tomarán sus alimentos. En todo el trayecto no podía sacar de mi mente aquel beso que Ian me había dado un día antes, era tan cálido y dulce que a pesar de no ser como los otros apasionados besos lo disfruté por ser muy sincero. Cuando llegue a la escuela trate de buscar al pelinegro con la mirada más discreta que pude para no levantar sospechas delante del prefecto quien me cuidaba como un halcón a cada pasó que daba, pero a pesar de mis esfuerzos no pude verlo cerca así que resignada me acerque a mi salón para comenzar con las clases y cuando menos me lo esperaba ya faltaban 3 minutos para las diez, pedí permiso para ir al baño solo para escabullirme a la sala audiovisual que como era costumbre para mí está estaba sin llave para que entrara rápidamente.

Cómo siempre eran poca la luz que entraba en esta aula, sin embargo, pude distinguir la figura de aquel chico pelinegro quien corría hacia mí solo para abrazarme y robarme un beso sencillo de mis labios.

-¿Que es lo que sucede Ian? ¿Para que me citaste aquí?- pregunté sin más.

-Solo quería verte para decirte que en la tarde iré a tu casa para hablar con tu padre.

Mi mente se quedó en blanco, realmente este tipo tenía que estar loco como para querer hablar con mi papá y más sabiendo que todavía se encontraba molesto por la situación en la que nos ha encontrado en aquella ocasión.

-¿Estás seguro?- está vez mi pregunta flaqueo ya que mi mente se imaginaba las mil y un torturas que mi padre le haría pasar al chico de OS grises ojos.

15 Días ContigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora