Capítulo 11

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Roseanne y Jennie caminaban en la oscuridad del jardín, con un silencio impresionante. Todo se encontraba tan oscuro, que la alfa, tuvo que guiar en muchas parte a la omega, para que no terminara en el suelo.

Llegaron al punto exacto en el que Roseanne había planeado, aunque estaba nerviosa por lo que iba a hacer esa noche.

Estaban debajo de la casa del árbol que Jennie había observado hace muchas noches. En la oscuridad, se podía observar lo grande que era la casita.

No había una escalera para subir, ni un camino posible. Lo único que había, era una cuerda, que se perdía en el interior de la casa.

—Espero que no te burles de nosotras. Éramos jóvenes.

—¿Qué voy a encontrarme allí?

—Ya lo veras. Tendrás que subirte a mi espalda.

Jennie no estaba segura de lo que deseaba lograr Roseanne, pero sin protestar, subió a su espalda, y se aferró al cuerpo de la chica con toda su fuerza.

—Ni se te ocurra soltarme. Es un orden.

La omega iba a contradecir las palabras de Roseanne, pero cuando comenzó a elevarse por aquella cuerda, soltó un grito. No entendía de dónde sacó Roseanne la fuerza para elevarse por los aires, sobre todo si sostenía su peso a sus espaldas. Se mantuvieron suspendidas mientras la alfa, abría la puerta. Una vez dentro, volvió a cerrar, dejándolas seguras en las alturas. Jennie seguía aferrada a su espaldas, y al sentirse segura en aquel lugar, se bajó y empujó a Roseanne con molestia.

—¿Qué te pasa? Pude haber muerto. Pudimos haber muerto.

—Oh, lo siento mucho. Creí que sería divertido.

—¿Divertido? ¿Jugar con la muerte es divertido?

—No, quería probarme. Hace mucho tiempo no subía. Con Mina hacíamos competencias. Siempre le ganaba. Lamento mucho esto, pero no hay escaleras. Fue mi idea. Estar en esa casita es un privilegio.

—Casi muero.

—No, yo nunca dejaré que te pase algo malo. Jamás. Para la próxima, usamos el tubo.

Quería preguntar lo que era el tubo, pero Roseanne encendió las luces del lugar. Seguía sonriendo con felicidad, y eso, relajó su cuerpo enormemente. La sonrisa de Roseanne, transmitía demasiada paz.

Había muchos juguetes por el lugar. Muchísimo. Balones, autos, cartas, y uno que otro póster de películas anticuadas. También había una foto de Mina y Roseanne de pequeñas, pegada en una de las paredes. Era una imagen adorable.

—Esta era la guarida. ¿Te gusta?

—¿Por qué se llama la guarida? ¿Hacían muchas cosas malas aquí?

—Pues, no quieres saber eso —respondió con una sonrisa burlona en su rostro— Es secreto.

—No quiero ni imaginar a cuantas personas trajeron a este lugar. ¿Subías a todas tus conquistas así?

—Yo no, pero Mina sí. No le cuentes a Nayeon. Se supone que no podían venir omegas a esta guarida de alfas. La única que ingresaba cuando desaparecíamos por muchas horas, era mi mamá.

—Guarida de alfas...

—Sí. Alfas.

—¿Y qué hago aquí?

—Sorpresa.

Roseanne comenzó a remover las repisas de aquella casa del árbol. Se encontró con muchos juguetes que había creído como perdidos. Era un lugar lleno de recuerdos bonitos junto a su hermana.

𝑰𝒏𝒇𝒊𝒍𝒕𝒓𝒂𝒅𝒂 - 𝑪𝒉𝒂𝒆𝒏𝒏𝒊𝒆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora