Capítulo seis

2 1 0
                                    

Los galeses tampoco saben comer demasiado bien. Acabo de llegar y ya se me atragantó un poco su fish 'n chips. El pub era lo que yo conocía por irlandés aquí en España, mucha madera, muy rústico y con una gran variedad de cervezas, a cada cuál mejor. Jim estaba como siempre, aunque Paul estaba muy cambiado. Había cambiado su chulería y aplomo por un nervioso tartamudeo, que me ponía enferma. A Paula parecía divertirle la situación, aunque a la mañana siguiente tuviera varios moratones en sus piernas, fruto de mis llamadas de atención bajo la mesa, para que contuviera la risa. Se explicaba a trompicones y yo me preguntaba dónde había ido el chico que yo conocí.
- Como veis le está afectando bastante -explicó Jim, mientras Paul se acercó a la barra en busca de otra ronda de cervezas- ha caído gente muy allegada a él y sinceramente es preocupante no tener una explicación para ésto.
- Pero no sé dónde veis el misterio -dijo Paula con cara de incredulidad- hay mucha gente que muere congelada...
- Paula cariño -interrumpí molesta- aquí no hay temperaturas bajo cero como para congelar a alguien. Ese es el misterio.
- Bueno, hay algo más -apostilló Jim- os he traído unos documentos para que le echéis un vistazo. Entonces comprenderéis el misterio.
Siguieron escuchando a Paul con cara de asombro, había detalles que cosquilleaban la espalda, como cuando alguien nos observa y notamos como se eriza toda la piel de nuestra retaguardia.
No había mucho que hacer allí y decidimos seguir con la conversación en nuestro apartamento. Nada más llegar, nos quitamos las ropas de abrigo y fui a poner unas copas. Jim se acomodó en el sillón, mientras Paul paseaba nerviosamente por toda la estancia. Le serví el trago al pelirrojo y me agaché para hacer lo propio con Jim. Me di cuenta de que con las prisas no me había puesto sostén, y la mirada lasciva hacia mí generoso escote, hizo que se humedeciera mi entrepierna. Miré a Paula y por su mirada supe que sabía lo que estaba pasando, me hizo un gesto de desaprobación y lo capté al momento. No más coqueteos con Jim. Me rehice y pregunté:
- Podemos ver de una maldita vez los documentos?
Jim asintió y me dio un portafolios verde lleno de papeles...

La brumaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora