Capítulo cuatro

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Después de aquello necesitábamos una ducha y ponernos las pilas para hacer las maletas. No era normal ese calor en noviembre, aunque a su lado no hay frío glaciar que no se pueda romper.
Hicimos las maletas, salimos a comer, alargamos la sobremesa y después de rebañar las copas una noche más, decidimos pasarlo bien con el camarero de aquel antro. Orlando se llamaba, jugábamos al despiste con él, haciéndonos una la compungida, mientras la otra se desnudaba, a la par que la primera cantaba esa célebre frase de spot televisivo que decía "guate, aquí hay tomate!". El muchacho se sonrojaba tanto cómo la punta de su pincel, toda la noche pendiente de dónde dar un trazo más, y no se vino abajo ni un sólo momento, haciéndonos protagonistas de su lienzo de pasión una y otra vez. Me recordó aquella noche de sexo desenfrenado con mis dos ingleses, solo que ahora, al disfrutarlo junto a mi amada Paula, lo hacía más inolvidable aún.
Era la primera vez en meses que desatrancábamos los bajos, y de camino al avión, éramos como dos cowboys solitarios, que perdieron el caballo a medio camino y andan torpemente sobre las arenas del desierto.
El vuelo fue corto y tranquilo, ya podíamos ver por las ventanillas las luces del aeropuerto de Anglesey.
En la terminal estaba Jim. Cómo siempre con aquel aire desgarbado, aunque pulcro, que tanto me llamó siempre la atención.
- Hey! Rebeca! -gritó a lo lejos.
- Jim! -respondí- cómo estás? Y no es una pregunta...
Ya casi no se sonrojaba con aquella broma, aunque la presencia de Paula quizás, hizo que se ruborizara casi tanto como cuando le conocí.
- Perdona mi descortesía -dijo suavemente mientras fruncía el ceño- yo soy Jim y supongo que tú eres Paula. -dijo dirigiéndose a la desconocida, mientras le tendía la mano en forma de saludo. Paula cogió su mano, la puso alrededor de su cuello y mientras le daba dos sonoros besos, le susurró:
- Hola Jim, encantada. He oído hablar mucho de ti..
La cara del muchacho se tiñó de rojo de nuevo, y dejó escapar una tímida carcajada, después de que Paula y yo explotáramos en sonoras risas.
- Démonos prisa! -dijo mientras cogía las maletas- el viaje es largo y Paul nos espera...

La brumaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora