Capítulo doce

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Pasaron diez minutos y Paula aún no había aparecido. Me empecé a inquietar y convencí a Jim para salir a buscarla. Cogí una cuerda y la amarré en el barco. Empecé a caminar hacia la oscuridad, mientras iba deslizando el cordel entre mis manos. Cuando toqué la parte trasera del vehículo, con la mano que me quedaba libre, daba palos de ciego, con la esperanza de tocar a Paula. Rodeé el coche y cuando tropecé de nuevo con la cuerda, me di cuenta de que probablemente se había perdido. El coche estaba cerrado, Paula no había llegado a abrirlo. Quizás empezó a andar algo escorada hacia algún lateral y pasó de largo su destino.
-Paula! -grité desesperada- dónde estás?? Paula!!
Era inútil. Apenas, siquiera yo podía oír mis propias voces. No tenía cómo buscarla, no podía ayudarla en aquellas condiciones. No debí dejar que saliera ella. Jim apareció de la nada, me cogió de un brazo y gritó a mi oído que debíamos volver al barco. Yo me resistía, pero poco más podía hacer. Había que esperar a que se disipara la maldita niebla.
Jim trató de tranquilizarme y me ofreció una infusión. Bebí, me senté en un sillón, trabando con mi trasero una de mis piernas y todo se oscureció.

                                  * * * *

- Despierta! -gritó Jim, mientras me zarandeaba de un brazo- se ha disipado la bruma, Rebeca. Podemos salir a buscar a Paula.
Su voz retumbaba en mi cabeza, estaba mareada y lo único que me hizo reaccionar fue escuchar su nombre, Paula.
Aún no había salido el sol, aunque no tardaría en despuntar el alba. Salimos, allí estaba el coche de Jim, pero no teníamos las llaves. Cogí la manilla de la puerta del conductor con rabia, cómo el que espera tener un golpe de suerte y vencer a la todopoderosa banca en un juego de azar. La puerta se abrió.
- Jim! Que ha pasado? -grité encolerizada- No es posible. Anoche estaba cerrada, por qué diablos ahora se abre? Dónde está Paula?
- No lo sé! -dijo él- Tranquilízate, es posible que estés equivocada. Quizás en la oscuridad no atinaste a abrir.
- Estoy segura de lo que hice. No estoy loca.
- Tranquila, no puede haber ido muy lejos -dijo con tono conciliador, aunque a mí me pareció demasiado confiado en sus palabras.
Jim recordó que confió a Paul un juego de llaves, que debían estar en el yate. Sólo había que buscarlas.
- No te preocupes -dijo con aire de superioridad de nuevo- nuestro amigo era bastante meticuloso con las cosas importantes. Estoy seguro de saber dónde están guardadas.
Subió al barco y regresó casi de inmediato.
- Sube! Ya tengo las llaves! Te lo dije, Paul era muy previsible para estas cosas.
Arrancó el coche y empezamos recorriendo todos los recovecos del muelle, después los alrededores, hasta llegar al cercano bosque, después nos adentramos en el pueblo. Nada, era cómo si se la hubiese tragado la tierra.
Estaba desesperada y confundida. No podía haber ido más lejos. Era imposible en la oscuridad de la noche anterior. Dónde podría haberse metido era un misterio, que no estaba segura de poder desentrañar. Fuimos a comisaría para dar aviso de la desaparición y decidí ir al apartamento. Podría ser posible que Paula llegara hasta allí. No era muy probable, pero tenía ciertas esperanzas, que se disiparon nada más abrir la puerta.
Todas nuestras cosas formaban un casos, el equipaje revuelto y los papeles desperdigados por el suelo. Era evidente que alguien había estado allí.
- Jim, déjame sola -pedí sosegadamente.
- Ni hablar! -contestó él- no voy a dejarte sola. Voy a llamar a la policía.
- Cuando hables con ellos, quiero que te vayas. Necesito una ducha caliente y pensar. Esto no puede estar pasando...

La brumaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora