Capítulo catorce

3 1 1
                                    

El capitán me hizo prometer que no interferiría en la investigación, antes de acceder a darme una copia de las grabaciones. Le hice ver que podía ser de mucha ayuda, aún sin moverme de mi apartamento, estudiando minuciosamente aquellos videos. Tengo un extraordinario poder de persuasión, supongo que inclinarme sobre el escritorio del capitán, con tres botones de mi camisa sueltos, le ha ayudado a tomar la mejor decisión.
De regreso, dispuse rápidamente de mi laptop y comencé a estudiar las grabaciones. Tengo bastantes conocimientos sobre nuevas tecnologías y con la ayuda de un mapa enseguida pude hacer una reconstrucción del recorrido nocturno del coche.
- Buenos días -dije al teléfono- me gustaría alquilar un coche para un par de días.
- Buenos días -contestaron al otro lado- me temo que la disponibilidad no es inmediata. Tenemos coches en la otra sucursal, pero no estarían dispuestos hasta última hora de la tarde.
- Perfecto, no hay problema.
- Entonces, le sigue interesando? -preguntó una suave voz al otro lado
- Por supuesto, me paso a última hora. Por favor, aunque suponga un extra en el precio, quiero que me llenen el tanque.
- Sí, señorita. Lo tendrá preparado sobre las siete. Gracias.
Tenía que darme prisa. Salí corriendo hasta una tienda cercana, necesitaba camuflarme en la oscuridad, y mis ropas de colores vivos y alegres no me ayudaban. Me agencié un maillot de cuerpo entero, negro, sin brillo y una cazadora también negra con muchos bolsillos, una pequeña linterna, una navaja multiusos, etc.
Un coche apareció de la nada, bajó la ventanilla del conductor y preguntó:
- Rebeca, estas bien? -tronó la voz de Jim.
- Sí, Jim. -dije preocupada, por el contenido de las bolsas- quería comprar unas cosas para Paula. Quiero que se sienta una reina cuando la encontremos.
Una sonrisa siniestra invadió el semblante de Jim que repuso:
- Claro. Debe de estar orgullosa de cómo la cuidas. Te acerco a casa?
- No, prefiero caminar. No te preocupes.
Espero haber sonado convincente. No me gustaría que Jim se diera cuenta de mis planes.
                               * * * *

Recogí el automóvil alquilado. Tuve suerte de que tuvieran algo en color oscuro. La chica de la agencia se extrañó, había decidido pagar casi el doble simplemente por el color del coche, pero no dijo nada, una mejor comisión.
Ajusté el GPS en el teléfono móvil y cargué la ruta que había trabajado. Atravesé todo el pueblo, hasta salir por la zona norte, rumbo a las antiguas minas. Decidí apagar las luces antes de acercarme más y cuando quedaban quinientos metros hasta la entrada, seguí caminando. El coche de Jim estaba justo frente a la puerta.
Era curioso ver cómo habían incrustado las instalaciones en la montaña. Dudo que pudiera haber un edificio más seguro. Si se prescinde de la entrada principal, entrar en el interior suponía cavar en la roca.
Forcé la cerradura. Una vez dentro puse especial cuidado en que no se notara que estaba forzada, no quería que alguna visita inesperada me descubriera sin más. El largo pasillo se iluminó, gracias a mi linterna y me aventuré hacia lo más profundo, mirando a un lado y a otro cada vez que me tropezaba con alguna puerta. Eran de madera, con una ventana en la parte superior que me permitían observar el interior, sin apenas desviarme de mi destino.
Cuando llegué al fondo del pasillo, vi un cartel que anunciaba el laboratorio...

La brumaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora