8. Lili apuesta por un beso de Kim

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El espacio entre la puerta de la casa de la tía de Alexa y la calle era amplio, y cuando llegamos —Sandy con Gael y Peter conmigo—, Mau y Samuel estaban allí en la acera, solo sentados charlando, de seguro esperando la comida

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El espacio entre la puerta de la casa de la tía de Alexa y la calle era amplio, y cuando llegamos —Sandy con Gael y Peter conmigo—, Mau y Samuel estaban allí en la acera, solo sentados charlando, de seguro esperando la comida.

Nos vieron bajar de las motos y se acercaron a nosotros, recibiendo las bolsas.

—Sé que fueron de voluntarias y por ende no me puedo quejar —dijo Samuel—, pero tengo mucha hambre, llevo mucho rato esperándolas y nunca me alegré tanto de verlas.

Gael se bajó de la moto también, se quitó el casco y esbozó una sonrisa blanca y amplia, de esas que te convencen de lo que sea.

—¿Dónde está Lilian? —preguntó Mau.

—Viene con mi hermana —respondió Gael, luego elevó la mano a modo de saludo—. Me llamo Gael.

—Yo soy Mau, él es Samuel. —Mau me miró—. ¿Cómo es que salen a la plaza y regresan en la moto de dos nuevos amigos?

Todos sonreímos.

—Larga historia.

—¿Ustedes son de acá? —intervino Samuel. Peter asintió—. ¿Qué hay acá para divertirse? Llevamos dos días y ya conocemos todo el pueblo.

Gael y Peter se miraron.

—¿Quieren planes familiares o diversión?

—Somos diez veinteañeros sin supervisión paterna de vacaciones, ¿tú qué crees? —Mau les sonrió—. Aunque nada ilegal, somos veinteañeros decentes.

Gael rió.

Yo no reí, no porque no me causara gracia, sino porque mi mente solo se concentraba en el camino por el que llegamos... por el que Lili aún no llegaba. Diabla dijo que conducía lento, pero... ni que se hubieran venido empujando la moto con las manos.

—Iremos esta noche a un... lugar —comentó Peter—. Fiesta, puede decirse, vengan también.

—¿"Puede decirse"? —dudó Sandy.

—Es como un bar, pero no es un bar porque es al aire libre. Es en realidad mucha gente reunida, alcohol y música. No celebramos nada, solo pasa.

—¿Dónde es?

—Yo me apunto a donde sea —dijo Samuel—. Todo es mejor que quedarse escuchando a Patrick quejándose del sofá.

—No hay dirección, pero no importa. ¿Tienen transporte? —Gael lo preguntó mirando a Mau. Él asintió—. Bien, a eso de las ocho vendremos y los guiaremos, ¿les parece?

Al fin la moto blanca de Diabla apareció por la esquina. Desvié la mirada cuando noté que una de sus manos estaba en el manubrio de la moto y la otra, gentilmente, sobre la rodilla de Lilian tras ella.

En el armario de Kim •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora