Peca 3

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Día 3: Ordenan su casa, entre quejas y arrumacos

Sábados.

Benditos y hermosos sábados.

Midoriya amaba los sábados, casi tanto como los domingos.

Un domingo en el calendario, significaba una cita. Salir de su hogar con sus dedos entrelazados con los de Shinsou, a dar paseos sin rumbo por su pequeño barrio, al cine a ver algún estreno o película interesante, a tomar un café entre susurros, a comprar ropa y hacer un desastre en los vestidores.

No importaba incluso si se quedaban en casa, abrazados en su cama hasta que el hambre era demasiada como para seguir holgazaneando entre las sábanas y debían de levantarse a ordenar una pizza porque ambos eran demasiado perezosos como para ponerse a cocinar los fines de semana.

Sí, definitivamente era algo que le encantaba.

Pero era sábado, y ya podía dejar las fantasías para el día siguiente.

Porque sábado solo significaba una cosa.

Limpieza.

Ya que ambos solían estar demasiado ocupados entre semana como para preocuparse por la montaña de trastes y ropa sucia que se amontonaba día tras día, habían llegado al acuerdo de que los sábados eran ideales para regresar su departamento a un estado presentable, en lugar del desorden de polvo, ropa y trastes que solía ser entre semana.

Esos días, ambos se levantaban poco después de las nueve y apenas terminaban de desayunar, se ponían en marchar y dedicaban el resto del día a acomodar su desastroso hogar.

Y a pesar de que era algo que Izuku disfrutaba y hacia con alegría, su novio no parecía compartir la misma emoción.

Shinsou seguía enterrado en el nido de sabanas y cobijas que era su cama, y un gemido salió de sus labios cuando el peliverde atravesó la habitación a pasos agigantados para abrir las cortinas, dejando que la luz del sol llenara la estancia de calidez.

El pecoso dejó salir un suspiro de ternura cuando vio a su novio cubrirse la cabeza con una de las muchas almohadas de gato con las que decoraban su cama para tapar el paso del sol. Pero no se dejó vencer por la adorable imagen y, en su lugar, caminó con decisión para tirar de las cobijas que aun cubrían la figura del chico de sus sueños.

—Levántate, Hitoshi —Mandó, tratando con todas sus fuerzas de sacar a su novio de la cama —Es casi la una de la tarde. ¡Ni siquiera hiciste el desayuno y te tocaba hoy! —Reclamó, sin el menor indicio de éxito.

Cuando se trataba de dormir, ni siquiera Izuku era capaz de arrancar a Shinsou de los brazos de ese odioso Morfeo.

Negándose a darse por vencido, Izuku abandonó su tarea de tirar de las sábanas para trepar por la cama. Le arrancó la almohada de las manos, para poder observar la maraña de pelo violeta que se desparramaba por todos lados.

Shinsou entreabrió los ojos.

—Bájate, la luz me lastima.

—¡Te estoy cubriendo de la luz del sol! —Reclamó, poniendo ambas manos en su cintura, mientras se arrodillaba a un lado de su novio.

—Hablaba de tu luz —Murmuró, volviendo a cerrar los ojos para continuar durmiendo.

Pero el peliverde no se iba a dejar vencer por un par de palabras bonitas que le llenaban el rostro de sonrojos y el estómago de mariposas, sin importar lo mucho que estas le aceleraban el corazón.

—Despierta —Ordenó, poniendo ambas manos sobre los hombros del chico para tratar de tirar de él —. Despierta, oso perezoso.

—Izuuu —Gimoteó el pelimorado, sin hacerle el más mínimo caso a sus demandas —. Solo cinco minutos. Después me levantare a lavar los trastes o lo que quieras que haga.

—¡Quiero que te levantes! —Demandó, tan centrado en su tarea de tirar de él, que no se dio cuenta del momento en el que Shinsou había colocado ambas manos en su cintura para darle la vuelta a la situación.

Midoriya no procesó el hecho de que Shinsou lo había empujado contra la cama hasta que su cabeza rebotó sobre la almohada que segundos antes había estado ocupado su novio.

La mirada cansada del más alto le hizo enrojecer.

Pasó saliva con fuerza.

—Cinco minutos, ¿sí?

Shinsou ni siquiera esperó una respuesta.

Apenas terminó de decir esa corta oración, se dejó caer sobre el pecoso. El cabello morado deslizándose con tranquilidad sobre su pecho.

Midoriya no pudo frenar el impulso de enterrar sus dedos en él.

La acción provocó que Shinsou suspirara, gustoso, acomodándose mejor sobre su cuerpo. La imagen de un gatito colándose por su memoria.

—Solo cinco minutos —Concedió Midoriya, desviando la mirada, avergonzado por ceder así de fácil.

—Hm —Murmuró, haciéndole cosquillas con su aliento —. No es justo. Tus latidos son como una canción de cuna, ¿y pretendes que me conforme con cinco minutos?

Si había algo que Midoriya amaba del Shinsou recién despierto, más allá de la mirada adormilada y el rastro de baba que escurría adorablemente de sus labios apenas abría los ojos, era eso. La facilidad que tenía el otro de decir cualquier cosa que pensara, sin el filtro y la vergüenza que solía embragarlo cuando estaba despierto. Le encantaba.

Le encantaba tanto que cientos de fuegos artificiales parecían estallar en su interior cuando Shinsou soltaba algo así.

—Calma, Izu. Estás acelerando mi canción de cuna.

Tuvo que morderse los labios con fuerza para evitar el chillido de emoción que estuvo a punto de dejar salir, y que seguramente habría molestado a todos sus vecinos. Solo abrió la boca cuando estuvo seguro de poder hablar sin ponerse a gritar, mientras respiraba pausadamente para tranquilizar "la canción de cuna" de su novio.

—Lo siento. Anda, duérmete.

—Hm —Atropelladamente, Shinsou se impulsó solo lo suficiente para plantar un corto y sonoro beso sobre sus labios. Sonrió suavemente —Beso de buenas noches —Aclaró, para después soltar su advertencia —. Si me duermo ahora, no despertare hasta las cinco de la tarde.

Y Midoriya dio por perdida la batalla después de eso.

Levantó los brazos para envolver el cuello de su novio con ellos, tirando de él. Shinsou enterró la cabeza entre su hombro y dejó un tierno beso ahí antes de caer rendido de nuevo.

La limpieza no parecía un tema tan urgente en aquel momento.

El Izuku del futuro probablemente se arrepentiría de consentir tanto a su pareja, pero el Izuku del presente solo pudo acomodarse cómodamente entre las almohadas para acompañar a Hitoshi al mundo de los sueños, gustoso.


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