Galería de Fantasías

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Lincoln a pesar de despertarse el domingo todavía molido debido a la carga de trabajo que tuvo ayer en la granja de Liam durante toda la mañana y una buena parte de la tarde, se sintió feliz y entusiasmado.

—Tal vez deberías quedarte en casa a descansar, cariño.

Su madre le había pedido preocupada al notarlo tan fatigado mientras desayunaban. Leni al lado del chico, le tomó la frente temiendo que tuviese temperatura debido a su aspecto enfermo.

—Descuiden. Estoy bien. Además, lo más pesado lo hice ayer. Todo lo que haré ahora en la granja será embolsar la cosecha. Eso es sencillo, por eso iré hasta las cuatro.

Luna negó con un gesto tan preocupada como su madre y hermanas.

—Está bien, hermano. ¿Cuánto es lo que te falta para completar lo de tus lecciones? Te lo daré yo con tal de que no te malpases.

—Muchas gracias Luna, pero ya me comprometí con los Hunnicutt a ir y no puedo fallarles.

Luna se resignó lamentando el extremo al que su hermano estaba llegando con tal de juntar dinero. Rita resintió con culpa el no haber dado importancia a aquel curso tras ver lo mucho que su hijo se estaba esforzando por pagarlo él mismo.

—Está bien, tesoro. Pero yo misma te llevaré a la granja de tu amigo y eso no está a discusión.

—Mamá, no tienes...

—No está a discusión.

—Está bien —suspiró frustrado—. Pero vamos temprano, que no quiero llegar tarde para acabar lo más rápido posible. Tengo que estar puntual a las tres.

Lola levantó la mirada confundida.

—¿No dijiste que quedaste a las cuatro?

Lincoln actuó igualmente confundido.

—No, es a las tres.

Lucy se volvió hacia él, siendo ella también junto con su hermana y madre quienes prestaron más atención a los detalles.

—Yo también escuché que dijiste a las cuatro tenías que estar allá.

—¿En serio? —el chico se encogió de hombros—. Supongo que me equivoqué. Es a las tres.

Debido a la manera tan casual en que se corrigió, dejaron el tema y terminaron de desayunar.

-o-o-o-

—Después de hablar con Lesly, me la llevaré a dar una vuelta para distraerla, incluso la invitaré a comer. Tal vez la lleve al parque y le ponga la película que quería ver la semana pasada en mi celular.

La señorita Hepburn en la entrada de la casa hogar, volteó hacia el coche de la universitaria, donde una muy entusiasmada Lesly movía la cabeza con el ritmo de la canción que estaba escuchando en la radio.

—Sí, supongo que no hay problema en ello. Confío en ti y que también me llamarás por teléfono ante cualquier cosa. A las cinco la traes de vuelta.

—Hmm... ¿no podría hacerlo un poco más tarde? Tal vez... ¿a las nueve?

—Eso es mucho tiempo, ¿qué tanto puedes hablar con ella sobre su pubertad?

—Hay muchos temas, créame. Me gustaría que Lesly... escuche todo lo que quizás... ya sabe. No quiero que se pierda de nada.

La señorita Hepburn comprendió. Lesly estaba bastante limitada a lo que las adolescentes promedio hacen y Amanda sólo quería contarle absolutamente todo para hacerla sentir tan común como cualquier otra chica.

Déjame ser tus ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora