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Era la quinta vez que llamaba a Pierce.
No había respuesta.

Fury comenzaba a desesperarse porque el tiempo se le acababa. Sabía que este viernes empezaría la ceremonia del compromiso en Wakanda, el rey T'Chaka había solicitado precisamente que se le llevara a Tony no para que solo conociera a su principe, sino también para que concretaran el compromiso que pactaron por palabra. El rey T'Chaka quería oficializar el compromiso de su hijo con Stark bajo las costumbres de Wakanda, costumbres de las cuales serían imposibles de liberar a Tony. Pese a lo avanzado que eran en tecnología, Wakanda se mantenía de pie y en progreso por sus mismas costumbres.

Lo que Fury le aterraba. Era cuestión de dos días para que ese ritual de compromiso se diera, para que Tony también se enterara de su traición. Y no, Fury no quería que Steve y Tony supieran que los traicionó, que dejen de verlo como el padre que era para ellos. Fury no quería perder a su familia por su error, por escoger su trabajo como espía antes que ellos. No quería cargar con el peso de sus malas decisiones.

Así que, mientras esperaba que Pierce se dignara a contestar, Fury trataba de encontrar otro candidato para el hijo del rey T'Chaka, preparar un discurso que liberara a Tony sin ofenderlos. Pero, por mucho que se esforzara, todo lo que producía sonaba a burla, a una que el rey T'Chaka seguramente no pensaba a tolerar. Por los tratos que se tuvo antes de pactar el compromiso, Fury analizó al rey T'Chaka y lo tomó por un alfa justo que respetaba sus principios y costumbres. Fue por ello que al inicio se rehusó ante su propuesta de alianzas. Pues el rey T'Chaka no gustaba de los extranjeros, de sus ambiciones. Y hacía bien en rechazarlos. Porque ahora la ambición de Fury llevó a Tony con engaños a Wakanda, comprometió al que creía como su hijo sin preguntarle y sin importarle que su corazón le pertenecía a otro.

Había jugado con la vida de Tony.
Con la vida de su hijo.

Las lágrimas de frustración y tristeza se escaparon de Fury, mientras bebía su cerveza; esperando de un milagro. Uno que pudiera liberar a Tony de su grave error, uno que fuera suficiente para el rey T'Chaka. Sin embargo, las horas transcurrían y Fury solo observaba los mismos candidatos que con Pierce estudiaron para el compromiso. Ninguno tenía el valor que el rey T'Chaka quería. Por lo que, Fury se daba por perdido.

Hasta que Pierce contestó. —Fury, ¿todo en orden?

—No, nada está en orden. —Fury no pensaba ser enigmático, sino directo. Debía serlo porque el tiempo corría contra su favor. —. Stark no puede casarse con el príncipe T'Challa.

— ¿Se puede saber la razón?

—Él no dio su consentimiento. —Fury dijo la verdad a medias. Faltaba decirle que Tony amaba a Steve y que Steve amaba a Tony. Pero, aquel secreto jamás se lo diría a él; no sin que ellos lo hicieran primero. Porque le correspondía a ambos decidir y Fury ya no estaba dispuestos a usurpar esas decisiones.

Había aprendido su lección.

Pero, Pierce no. Ante la respuesta de Fury, Pierce estalló en risas. — ¿Desde cuándo importó su consentimiento?

—Desde siempre. Ambos sabemos que no se puede obligar a nadie a casarse.

—Te equivocas, Fury. Stark no será el primero ni el último en ser arrastrado ante un juez y casarse. —La dureza de Pierce alarmó a Fury. —. Así que, el rey T'Chaka seguirá encantado con el prometido de su hijo y celebrará una preciosa boda en su país la próxima semana.

—No puedes.

—Puedo. El rey T'Chaka cuenta con el consentimiento del director Fury, la persona que Stark toma como su padre. Así que, ya no se te necesita a ti o a tus remordimientos.

Fury apretó el vaso de su cerveza. Lo sabía: a Pierce no le interesaba Tony. —Stark jamás aceptará casarse.

—Ya llevaste a Stark a Wakanda, Fury. —Pierce suspiró; en lo que subía a su avión. —. Tu trabajo ya está hecho y se te agradece. Ahora déjame hacer el mío.

Con lo dicho, Pierce colgó.
Y Fury lo entendió.

Fury maldijo y estrelló su vaso de cerveza contra la pared; furioso de haber cometido otro error, de haber puesto en sobre aviso a Pierce de la renuencia de Stark. ¿Qué había hecho? ¿Qué carajos había hecho? Solo no podría impedir ese compromiso y matrimonio, no seguiría ocultando su traición.

Menos, con la presencia de Romanoff en su oficina. — ¿Qué hiciste, Fury?

EL OMEGA DE STEVE ROGERSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora