Epílogo 1

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"No te despiertes, no te despiertes, no te despiertes", Tony se dijo a sí mismo.

Mientras que, sigilosamente apartaba las camisas de Steve y también su mano para poder dejar de la cama. Él se había levantado hace horas por un antojo, por ese antojo que se visualizaba como una exquisita dona de chocolate cubierta de chispas de colores. Solo que no pretendía abandonar los brazos de su alfa ni ese calor que lo reconfortaba a su cachorro y a él.

El nido que su alfa le hizo con sus ropas era tan fuerte que sus pesadillas no se aparecían más, solo una inmensa tranquilidad. La misma que era interrumpida por su alfa, ese rubio que ahora descansaba profundamente. Aún Tony no podía creer que ese rostro angelical de Steve se convertía en uno perverso y lujurioso. Tampoco, que el embarazo le afectara tanto a él. Era el tercer embarazo, pero actuaba como si fuera el primero.

Las hormonas de su alfa se revolvieron por completo que Tony juraba que el celo de Steve estaba presente cada día, y sus cambios de humor hacían que los pocos reclutas que se animaban a entrenarse con él salieran llorando y acusándolo. Nadie resistía estar a solas con él en una habitación, esto por su intenso y demandante aroma. Así que, todos iban a quejarse con Tony.

Y Tony solo se burlaba de ellos por no poder lidiar con su fiera.

—Usted... No se va. —Steve logró atrapar a Tony de la cintura, impidiéndole que dejara la cama. Su nido. El instinto de Steve se volvió más audaz y exigente que pudo percibir el intento de Tony por irse.

Steve no lo dejaría. No quería que su omega abandonara su nido, lo quería día y noche ahí. Porque en el nido que hizo estaba seguro y a salvo, junto con su cachorro.

—El que me prives de mi libertad es un secuestro, Steve Rogers.

—Soy el Capitán América. —Steve se levantó para echar a Tony en la cama. Ya se encontraba totalmente despierto y quería estar con su omega. Y ese era el efecto que tenía el aroma dulzón de su omega sobre él al igual que sus hormonas alborotadas. —. No hay autoridad que pueda juzgarme.

Tony rio. Su alfa empezaba a besar su cuello, a meter sus manos debajo de la única camisa que traía puesto. — ¿Desde cuándo te has vuelto un tirano?

—Desde que me casé con el Omega más engreído y seductor de La Tierra.

— ¿Ese omega soy yo?

Steve desabotonó la camisa que traía Tony y la tiró al suelo. — ¡Así es! Y ahora si me permites, te voy a follar.

Tony asintió y dejó que Steve lo tomara.

Su alfa hundía su rostro en su cuello, se embriagaba con su aroma dulzón, con el orgullo y placer que se combinaba al saber que él esperaba un cachorro suyo. Steve hipnotizado por el deseo mordía la piel de su omega, iba bajando hacia su pecho y se detuvo justamente en los pezones de su omega. Tomó uno de ellos, jugueteó con él. Lo lamió en círculos y finalmente lo mordió. Tiró de él lentamente y con su mano, apretó el otro pezon, robándole un fuerte gemido a su omega y que éste clavara sus uñas en la espalda.

Esto era exquisito, era caliente. Tony se sentía preso por el cuerpo de su alfa, por su calor y por su pesado aroma. Que su entrada empezaba a lubricarse, mientras que Steve seguía jugando con sus pezones. Los lamía, los mordía y tiraba de ellos, sus pezones se endurecían por el placer, por el exquisito placer. Las manos de Tony fueron a encontrar ayuda para retener el placer en las sábanas de su cama, jalaba de ellas al igual que la boca de Steve tiraba de uno de sus pezones. Era jodidamente placentero que sus jadeos se hicieron más sonoros, que su respiración se entrecortaba y su espalda se arqueaba.

—Ahhhh... Mald... ¡Steve! —Tony se corrió y Steve se alzó orgulloso para admirarlo.

Rogers relamió sus labios al ver el cuerpo de su omega, al verlo respirar agitado y manchado por su propio semen. Era la tentación hecha persona, era su jodida perdición. Y lo sabía, su lobo y cuerpo lo sabían. Steve gruñó al sentir su polla dura que no dudó en masturbarse frente a Tony. Lo que animó a Tony a también levantarse y ser él quien lo masturbe. Las manos de su omega tomaron su polla, empezaron a frotarlo de arriba hacia abajo. Hasta que Rogers llegó a necesitar más de su omega, mucho más.

EL OMEGA DE STEVE ROGERSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora