Décimo segundo capítulo.

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El matrimonio Styles había empezado a deteriorarse mucho antes de la pelea ocurrida la noche pasada. La inestabilidad emocional de Des había sido uno de los mayores factores para el derrumbe de la relación.

Y ahí, en la tranquilidad de la cocina y en la soledad de la noche, Anne meditó internamente cada uno de los pequeños detonantes que habían revelado que su matrimonio descendía en picada y que ella no poseía la capacidad de reparar por sí sola.

Lo conflictos con Des había comenzado un año y medio después de que se casaron. La razón se debía a que Des ansiaba infinitamente tener una pequeña a la cual mimar y abrazar cada que llegara a casa. Una pequeña a la que pudiera peinar antes de ir a la escuela y enseñar a andar en bicicleta los fines de semana. Una pequeña niña era lo que el anhelaba. Sin embargo, el designio de la vida había sido distinto y en lugar de una niña, aquel 1° de febrero, Anne dio a luz a un hermoso niño con ojitos verdes y manitas suaves y pequeñas.

Cuando lo llevaron de nuevo a su madre, ya vestido con un bonito conjunto celeste, ella lo tomo en su brazos esperando que estuviese dormido, sin embargo, el pequeño aún mantenía sus ojitos abiertos un poco, en señal de somnolencia, con la mirada puesta fijamente en las orbes maravilladas de Anne. Ella, por otra parte, se fijaba extenuantemente en cada rasgo de su niño, no pasaba por alto ninguno de sus detalles o movimientos porque, estaba segura, aquel era uno de los momentos más memorables de su existencia. En cierto momento del encuentro, la mirada de la mujer se posó en los orbes verdes de su hijo y cualquiera que les hubiese visto habría percibido la conexión que se formó de pronto. Su madre estiró su mano hasta alcanzar la mejilla lechosa del pequeño e hizo acopio de una caricia suave y lenta. Fue en aquel encantador y tierno momento que entró Des con su ceño fruncido y la mirada enfadada. Se acercó rápidamente a su esposa y le arrebató al niño de los brazos, éste, al sentir el tacto brusco, empezó a hipar y las lágrimas se desataron sin más. 

— ¡Des, cuidado, es nuestro pequeño milagro! —Anne trató de levantarse al instante de ver el trato tan descuidado con el que su esposo tomaba al niño, pero el dolor que aún sentía por el reciente esfuerzo no se lo permitió y la devolvió a la cama.

— ¿Milagro? ¡¿De qué jodido milagro me estás hablando?! —Replicó él y en su mirada se podía percibir un atisbo de desprecio por aquel inocente ser con lágrimas rodando bajo sus mejillas.  — ¿Dónde está mi niña, inocente y delicada? —Volvió a hablar con rabia en sus palabras.

—Nuestro niño es igual de inocente y delicado, ¿cómo es que no eres capaz de verlo? —Mencionó ya con lágrimas en sus ojos también. Le dolía ver el rechazo de su esposo en contra de aquel pequeño que ya amaba más que a nada.

Y después de eso no siguieron más que palabras hirientes de parte de Des alegando que no aceptaba al pequeño niño por su deseo irracional de anhelar una fémina como hija, Aquellas palabras no hicieron más que aumentar el ritmo cardiaco de Anne por lo que al poco tiempo ingresó una enfermera para verificar su estado y, después de percatarse de su alteración, le ordenó a Des salir de la habitación, no sin antes quitarle al niño de los brazos y entregárselo de nuevo a su madre.

Anne no dejó que la tristeza por el reciente rechazo la invadiera y solo bastó darle una que otra mirada a su pequeño para que en su corazón volviera a brillar el amor materno. Lo colocó de nuevo bajo su pecho y empezó a alimentarlo mientras le susurraba una melodía con su cantarina voz y le mencionaba cuán importante y especial era desde el momento en que supo de su existencia, nueve meses atrás. Después de que el pequeño pareció satisfecho y, como había nacido con una perfecta salud, el doctor de turno lo revisó por última vez antes de dejar que se quedara con Anne, quien lo arropó con una mantita que había comprado hace varias semanas, y lo envolvió de manera protectora junto a ella antes de ver como su pequeño cerraba sus ojitos y abría inocentemente su boquita rosa para emitir leves jadeos. Era un niño realmente precioso y encantador.

Stay With Me ♦Larry Stylinson♦Donde viven las historias. Descúbrelo ahora