Quinto capítulo.

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Lunes, 7:14 p.m.

El pequeño Harry se había asegurado de que estaba solo en casa y aquella situación era algo extraña para él. Él sabía que su madre no llegaría hasta las 8:30 p.m., porque solía pasar a comprar una rebanada de pastel de mora o, a veces, unas cuantas galletas de canela para su niño en la cafetería que quedaba a algunas calles de la inmobiliaria en la que ella trabajaba.

Anne sabía que su pequeño amaba comer aquellos dulces antes de dormir con un gran vaso de leche caliente y ella lo entendía. Lo entendía porque Harry no solía comer dulce con frecuencia, lo entendía porque simplemente era un niño anhelante de azúcar, pero, sobre todo, lo entendía porque ella, como su madre, no tenía la oportunidad de compartir demasiado tiempo con él durante el día y, de alguna manera, buscaba compensarlo.

Quizá aquella no era la mejor forma de demostrarle su amor, pero Anne no podía evitarlo. Desde la primera vez que su pequeño había probado una galleta de canela propia de Sweet Look, había quedado encantado con el dulce sabor y el cálido aroma que la pequeña galletita emanaba.

Aquella cafetería era el lugar favorito de Harry; no solo por los deliciosos postres que ofrecían como especialidad, sino por el ambiente especial y acogedor que se hallaba tras entrar al establecimiento.

No se trataba de un lugar grande o espacioso, ni tampoco de otro frecuentado por un sinnúmero de personas. Se trataba de un lugar pequeño, con una atmósfera cálida y abrigada en los días de otoño e invierno, en donde las humeantes tazas de café calentaban los dedos de los tranquilos visitantes; o de otra muy distinta durante los meses de primavera y verano, en los cuales el aire fresco y las suaves brisas ameritaban un batido de fruta, en especial de fresa que era el más pedido.

Los clientes del lugar no eran bastantes, pero aquellos que habían llegado un día cualquiera, se quedaban como fieles comensales por el delicado sabor de los dulces que ahí se preparaban.

Entonces, quizá no era tan solo el sabor o el dulce aroma del lugar, quizá había algo más escondido detrás del brillo de los ojos esmeralda de Harry cuando su madre lo llevaba a Sweet Look.

Quizá era por el ambiente tranquilo y familiar que la cafetería poseía. O quizá podía ser porque en aquel preciso lugar, él junto con sus padres había compartido tantos buenos momentos. Uno de ellos fue cuando Harry recibió su primera pegatina de una auténtica carita feliz con una brillante sonrisa debido al excelente trabajo que el ojiverde realizó con su pintura en lienzo. En aquella ocasión sus pequeños deditos, además de su camiseta, habían sido manchados de pintura tras haber retratado a su adorado Spaghetti, aquel suave cachorrito que su abuelo le había obsequiado apenas unos días antes. Y el pequeño ojiverde sabía que el esfuerzo y el entusiasmo puestos en el retrato valieron su dedicación. Ahora, aquel trabajo se encontraba enmarcado en la sala de su casa. Era una de las tantas obras por las cuales su madre se sentía especialmente orgullosa, se trataba de la creatividad de su niño.

De cualquier forma, el lugar mantenía guardadas las amenas memorias del pequeño niño y el amor que se había reflejado en cada una de ellas. Y Harry se percató de que aquella era la razón por la cual Sweet Look poseía ese encanto tan especial para él.

(…)

Harry esperaba sentado en las escaleras de su casa por la llegada de su madre. Esperaba que ella abriera con suavidad la puerta, para así darle la oportunidad de sorprenderle con un cariñoso abrazo de su parte. Y mientras lo hacía, el ojiverde se preguntaba por su padre y en dónde estaría. No le extrañaba el hecho de que no haya ido a recogerlo, talvés lo había olvidado como en otras ocasiones, le incomodaba que aún no hubiese llegado a casa hasta tal hora, puesto que él salía a las cinco de la tarde de su trabajo como editor de un periódico local.

Era en aquellos momentos, en los que la soledad salía a flote, que Harry deseaba tener alguien junto a él. Anhelaba poder hablar sobre lo ocurrido en su día y mostrar la figura de origami de su pequeño Spaghetti a alguien e indicarle como lo había hecho.

Anhelaba, como cualquier otra persona, ser escuchado.

Stay With Me ♦Larry Stylinson♦Donde viven las historias. Descúbrelo ahora