Décimo cuarto capítulo.

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Sábado, 8:07 a.m.


El pequeño Harry habría seguido durmiendo de no haber sido por el suave golpeteo de la brisa mañanera en contra de su ventana.


Su manita se encontraba fuera del borde de la cama y una almohada estaba tirada sobre la alfombra cuando finalmente abrió sus ojos y parpadeó perezosamente. Dirigió su mirada al reloj despertador. Apenas era las ocho de la mañana y estaba seguro de que su madre estaría preparando el desayuno mientras escuchaba la radio encendida sobre el estante de la cocina.


Se levantó y con los pies descalzos se movió hacia la ventana. Usualmente, y cuando hacía buen clima, una pequeña golondrina llegaba al balcón de Harry quien, con algunos ahorros mínimos, había llegado a comprar una bolsita de pequeños semillas que depositaba en la pequeña palma de su mano y le ofrecía a la avecilla en las visitas que le hacía. Al parecer el lazo de confianza que se había creado entre el muchachito y el ave era demasiada dado que no se asustaba cuando Harry pasaba su dedito rozando suavemente sus plumas marrones.


Sin embargo, tras correr las cortinas, no encontró a la pequeña golondrina y cuando abrió la ventana tampoco sintió la brisa acariciarle el rostro aniñado. Con su mirada aún perdida en el patio posterior y su mente rondado el sueño, tiró de la cortina de nuevo para cerrarla y con pequeños pasos volvió a la cama.


Su cama seguía tan calentita y Harry simplemente se preocupó por acurrucarse lo suficientemente cerca de la almohada cuando sintió que unas manos le rodeaban la cintura y se movía alrededor de su pancita causándole cosquillas en los costados. A pesar del susto que se llevó, el ojiverde no pudo contener su risa y pronto se encontraba luchando con aquel que le provocaba pequeños dolores por la intensidad con la que reía. Al girarse completamente, Louis le recibió con un súbito besito en la frente para retirar sus manos de la pancita de Harry y acostarse junto a él. Cuando su respiración se normalizó y su pecho dejo de agitarse, Louis se acurrucó en contra de Harry y depositó su nariz en la unión del cuello del muchachito. Con un olor dulzón a vainilla y el aroma característico de algún shampoo de bebé, el pequeño castaño se quedó dormido en el hombro de su acompañante. Louis estaba seguro que pertenecía allí por el resto de su vida. Nada le había relajado más que sentir el suave vaivén de las respiraciones acompasadas de Harry a su lado.


~*~


Cuando Harry despertó por segunda vez en la mañana, media hora más tarde gracias a los llamados de su madre indicándole que bajara a desayunar, Louis había desaparecido de nuevo y Harry pensó que aquello era algo que identificaba al castaño así que no se preocupó por buscarlo y simplemente se colocó sus pantuflas de conejito para luego bajar los escalones en saltos de dos en dos y con una bonita sonrisa que demostraba los hoyuelos en sus mejillas.


—¡Mami! —Chilló con su vocecita infantil en cuanto hubo entrado a la cocina, encontrándose a Anne, con su rostro cubierto por una ligera capa de harina, frente a la estufa mientras que, con ayuda de una espátula, retiraba los panqueques de la sartén y los dejaba en un plato adjunto.


—Hola, cariño. —Le saludó su madre con una sonrisa mientras Harry se abrazaba a su pierna. Después de algunos segundos acariciando su cabecita con sus delicadas manos y de sentir que Harry no deshacía su agarre, Anne preguntó: —Cariño, ¿podrías soltarme? —

Stay With Me ♦Larry Stylinson♦Donde viven las historias. Descúbrelo ahora