¿Qué pasaría si la profecía estaba incompleta?
¿Qué pasaría si Obi-Wan rescatara a otra niña con una gran sensibilidad hacia La Fuerza? ¿Y si entrenara a dos jóvenes al mismo tiempo? ¿Y si entrenara a Los Elegidos?
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Rowena no pudo conciliar el sueño por más que lo deseara, se había pasado largos minutos buscando una posición cómoda en su colchón de hojas verdes pero todo el movimiento había sido en vano ya que terminó sentándose al lado de las maderas carbonizadas que hacía algunas horas había un fuego viviente en ellas. Ahora mismo estaba en ese mismo lugar, una vez más, contemplando el cielo nocturno.
Sus ojos buscaban las constelaciones que había aprendido en sus tiempos de soledad. Se preguntaba si algún día podría viajar a cada estrella que veía, a cada sistema que conocía y donde no. Dejar todo atrás. A las personas que la buscan, por ejemplo. Pero lo más importante era dejar su pasado atrás. Tenía la ilusión de que si abandonaba su planeta natal, todas las pesadillas desaparecerían. Podría caminar por las calles sin tener una capucha que refugie sus cabellos cobrizos de los ojos de los demás. Podría tener una vida nueva... Podría renacer.
Su imaginación voló y proyectó momentos de su corta vida. Veía los recuerdos felices, escasos, pero con un sentimiento tan singular... único. Sus párpados comenzaban a pesar y la joven no se opuso ante eso. Su imaginación hizo lo suyo y le proyectó un recuerdo, pero no uno muy feliz...
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La noche reinaba, una muy tranquila. La familia Devonshire había pasado un lindo rato viendo el atardecer, ahora estaban cenando, había sido un día muy largo. Un hombre con cabellera y barba castaña, ni tan musculoso y ni tan flaco, alto, y con una sincera sonrisa hacía reír estruendosamente a una niña pequeña de unos 5 años, con un cabello de un llamativo pelirrojo y unos cuantos rulos por toda su cabeza que parecían difícil de domar. Todo en la casa irradiaba felicidad y tranquilidad, tal vez se debía a el color amarillo impregnado en las paredes o tal vez por el campo de flores que había afuera.
Todo era hermoso, hasta envidiable. La niña estaba en su cama acomodando sus peluches hechos a mano y sus padres seguían en la cocina disfrutando la compañía del otro mientras lavaban los platos y cubiertos usados en la reciente cena. Habían miradas, roces, sonrisas... amor. Un ambiente perfecto.
Pero en esta vida, nada ni nadie tiene un final feliz.
Los gritos y golpes en la puerta no tardaron en interrumpir. La mujer de cabellera castaña con mechones pelirrojos corrió a buscar un arma que tenía escondida, mientras que su esposo fue a buscar a su más grande tesoro, su pequeña hija.