¿Qué pasaría si la profecía estaba incompleta?
¿Qué pasaría si Obi-Wan rescatara a otra niña con una gran sensibilidad hacia La Fuerza? ¿Y si entrenara a dos jóvenes al mismo tiempo? ¿Y si entrenara a Los Elegidos?
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A medida que caminaba observaba con detenimiento el paisaje y la flora. Recordaba haber visto paisajes como este en fotografías adjuntadas en archivos que le mandaban a leer en el Templo, pero al estar en ellos era diferente, la sensación era diferente. La atmosfera era agradable y tranquila, el sol radiante producía una cálida bienvenida y la refrescante brisa movía las gruesas hojas de los peculiares árboles gruesos y altos. Si bien la caminata era tranquila, el cerebro del joven no paraba de generar preguntas. ¿Y si están en peligro? Rondó esa pregunta. No, si estuviese pasando algo lo sentiría. Se detuvo en medio del prado y cerró los ojos. Se imaginó al planeta arenoso de dos soles e intentó conectarse con él para poder sentir lo que pasaba, pero esa turbulencia en La Fuerza era tan grande que no pudo durar mucho. En un momento paró para comer una fruta y descansó un poco.
Siguió caminando y contemplando el paisaje. De vez en cuando pasaba por casas con campos propios de cosecha y a veces con casas con sus propias granjas. Había parado para tomar agua y comer algo, además de reponer energías para seguir caminando. Cuando menos lo esperó ya estaba a unos metros del mercado central. Cuando ingresó al pueblo, al principio, no había tanta gente pero a medida que se iba acercando, más gente pasaba por su lado. Cuando llegó al centro de la aldea divisó puestos de mercaderes y comerciantes alrededor de una plaza. Había mucha mercancía, desde cosechas hasta joyas con piedras de distintos colores y tamaños.
Caminó por ahí observando a la gente que se cruzaba en un intento de encontrar a Ace Verdieu. Mientras rondaba, el raro sentimiento que producía La Fuerza se intensificó. Pensó que eso era un indicio, que el que causaba todo el alboroto estaba cerca, así que agudizó más sus sentidos.
La calle empedrada estaba llena de negocios y de gente interesada en los objetos. La plaza mediana verde que hacía juego con los campos estaba repleta de niños que se divertían jugando con una pelota azul, mientras que sus respectivos padres se relajaban en el pasto o se paseaban por las tiendas.
De pronto, sintió un peso en su hombro izquierdo que lo hizo detenerse. Una voz grabe pero temblorosa captaron sus oídos. Su cuerpo se tensó.
- ¿Kenobi? -dijo la rasposa voz a unos centímetros de la oreja izquierda del castaño rojizo. Él acercó su mano a su sable que estaba escondido entre sus ropas.