𝐹𝑢𝑔𝑖𝑡𝑖𝑣𝑎

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A medida que caminaba observaba con detenimiento el paisaje y la flora. Recordaba haber visto paisajes como este en fotografías adjuntadas en archivos que le mandaban a leer en el Templo, pero al estar en ellos era diferente, la sensación era diferente. La atmosfera era agradable y tranquila, el sol radiante producía una cálida bienvenida y la refrescante brisa movía las gruesas hojas de los peculiares árboles gruesos y altos. Si bien la caminata era tranquila, el cerebro del joven no paraba de generar preguntas. ¿Y si están en peligro? Rondó esa pregunta. No, si estuviese pasando algo lo sentiría. Se detuvo en medio del prado y cerró los ojos. Se imaginó al planeta arenoso de dos soles e intentó conectarse con él para poder sentir lo que pasaba, pero esa turbulencia en La Fuerza era tan grande que no pudo durar mucho. En un momento paró para comer una fruta y descansó un poco. 

Siguió caminando y contemplando el paisaje. De vez en cuando pasaba por casas con campos propios de cosecha y a veces con casas con sus propias granjas. Había parado para tomar agua y comer algo, además de reponer energías para seguir caminando. Cuando menos lo esperó ya estaba a unos metros del mercado central. Cuando ingresó al pueblo, al principio, no había tanta gente pero a medida que se iba acercando, más gente pasaba por su lado. Cuando llegó al centro de la aldea divisó puestos de mercaderes y comerciantes alrededor de una plaza. Había mucha mercancía, desde cosechas hasta joyas con piedras de distintos colores y tamaños.

Caminó por ahí observando a la gente que se cruzaba en un intento de encontrar a Ace Verdieu. Mientras rondaba, el raro sentimiento que producía La Fuerza se intensificó. Pensó que eso era un indicio, que el que causaba todo el alboroto estaba cerca, así que agudizó más sus sentidos.

La calle empedrada estaba llena de negocios y de gente interesada en los objetos. La plaza mediana verde que hacía juego con los campos estaba repleta de niños que se divertían jugando con una pelota azul, mientras que sus respectivos padres se relajaban en el pasto o se paseaban por las tiendas.

De pronto, sintió un peso en su hombro izquierdo que lo hizo detenerse. Una voz grabe pero temblorosa captaron sus oídos. Su cuerpo se tensó.

- ¿Kenobi? -dijo la rasposa voz a unos centímetros de la oreja izquierda del castaño rojizo. Él acercó su mano a su sable que estaba escondido entre sus ropas.

El chico asintió, aún con la capucha tapándole la cabeza. Sintió que el hombre sacaba su mano de su hombro y se alejaba. Despacio, se dio vuelta y comenzó a seguirlo. Ahora que no estaba de espaldas a él podía verlo mejor. El hombre era un Quarren, bajo, encorvado, con piel arrugada y de color salmón, daba pasos lentos y largos. Lo siguió a una distancia considerable para no levantar sospechas, había leído que Dantooine era controlado por los Hutts.

Cuando el hombre de color salmón se detuvo, Obi-Wan se dio cuenta que no se habían alejado tanto del centro de la aldea. Una puerta se abrió a unos metros de ellos y el Quarren fue el primero en pasar. Antes del que el joven padawan ingresara a la residencia su pecho se contrajo. Ese sentimiento indescifrable había vuelto, pero más fuerte. Se sentía observado y algo dentro suyo, además de la curiosidad, le decía que debía darse vuelta.

Lentamente lo hizo. La multitud que pasaba por ahí no ayudaba mucho y no quería hacer esperar al señor que lo esperaba dentro. Él se dejó llevar por esa rara sensación. Miró para un lado y solo encontró a una familia pasar felizmente. Pero algo le decía que mirara a su derecha. Y cuando lo hizo divisó a una joven pelirroja, levemente pálida, su rostro era adornado por pequeñas pecas y unas leves ojeras, su enrulado pelo le caía unos centímetros por debajo de sus hombros, estaba vestida con un pantalón de tela gris; unas botas oscuras; una remera que, de no ser por el cinturón negro que llevaba, le quedaría por debajo de las rodillas, también llevaba un poncho verde oscuro que le tapaba la mayoría de su pequeño torso. Ella lo miraba fijamente, clavándole sus ojos marrones cual dagas, pero se podía ver un pequeño destello de curiosidad. No había expresión en su rostro, solo lo miraba intentando descifrar quien era el joven de la túnica marrón. A diferencia de ella, él tenía su ceño fruncido y una clara confusión en su juvenil rostro. Esa emoción indescifrable desapareció al conectar su mirada con la de ella, y eso era tremendamente confuso.

𝑻𝒉𝒆 𝑳𝒊𝒈𝒉𝒕 𝒊𝒏 𝒕𝒉𝒆 𝑮𝒂𝒍𝒂𝒙𝒚 [ᴀɴᴀᴋɪɴ sᴋᴀʏᴡᴀʟᴋᴇʀ] [sᴛᴀʀ ᴡᴀʀs]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora