𝑻𝒉𝒆 𝑳𝒊𝒈𝒉𝒕 𝒊𝒏 𝒕𝒉𝒆 𝑮𝒂𝒍𝒂𝒙𝒚 [ᴀɴᴀᴋɪɴ sᴋᴀʏᴡᴀʟᴋᴇʀ] [sᴛᴀʀ ᴡᴀʀs]

𝑅𝑒𝑠𝑢𝑟𝑟𝑒𝑐𝑐𝑖𝑜́𝑛

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El día les favorecía de cierta forma, si bien habían unas cuantas nubes amagando a empezar un diluvio, el sol las atravesaba y el ambiente cálido persistía. Se escuchaban a los pájaros cantar su melodía matutina y al viento rozar con las hojas de los frondosos árboles, era armonía en los oídos de la joven pelirroja.

Tenían un camino largo si querían llegar a la hora que Rowena tenía prevista. Ella podía ver la curiosidad en los ojos claros del chico que tenía enfrente, pero podía asegurar que la suya era mayor. Desde que había cruzado mirada con él sus instintos estaban desorientados, sentía una atracción que era rara. No era esa atracción romántica o de amor a la que se refería, sino que éste tenía un aura tan singular; podía sentir su sed de sabiduría, la seguridad que transmitía y tenía, esa humildad que hasta en su voz se podía sentir, también percibía su angustia y ansiedad, lo que le parecía raro ya que desde que habían empezado su escape se mantenía tranquilo. Pero lo que más le llamaba la atención era ese sentimiento fraternal que le daba. Eso era lo que le atraía, esa actitud de hermandad que inconscientemente le transmitía, que a la chica le era extraño ese tipo de vínculo por más que había tenido cierta amistad con los jóvenes con los que había crecido. Claramente él nunca podría tratarla así, apenas se conocían y rara vez alguien se quedaba a su lado, pero ese chico le daba la suficiente seguridad como para confiar en él. Solo faltaba que Rowen se fíe de esa confianza, eso era lo difícil. Esa rara atracción ya la había sentido, solamente que en un lugar, en uno abandonado pero que se podía rescatar la belleza de este. Ese era su destino.

Por otro lado, Kenobi también sentía algo raro en ella. Además de que su intuición le gritaba que ella, de alguna forma, tenía una fuerte sensibilidad hacia esa fuerza sobrenatural que los Jedis aprenden a usarla, y el reciente sueño que parecía más una especie de premonición, mediante La Fuerza podía sentir todo lo que ella sentía. Si era sincero, todo era un remolino de emociones en ella: percibía tanto la luz como la oscuridad, la melancolía y la ilusión, la ira y la humildad. Sentía todo lo bueno y todo lo malo en su corazón, todos esos sentimientos que reprimía desde quién sabe cuando. La notable guerra que se desataba en su ser palpitaba en sus venas y los gritos de los caídos se escuchaban con solo ver sus ojos marrones. Pero resaltaba la esperanza. Veía que tenía la esperanza a que todo cambiara. Que la batalla diera un giro inesperado y el tablero se diera vuelta. Pero esa era la cuestión... ¿Cuál bando ganaría si eso pasara?