2. capítulo

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Capítulo dedicado a Fidianny.

Anjana apretó los puños para aguantar en su sitio. Era tan humillante que sentía deseos de gritar. O, mejor dicho, de gritarle al idiota del rey. ¿Qué se había creído? Cuando llegó al palacio por la mañana, la habían peinado, maquillado y la habían obligado a cambiar su vestido por una especie de túnica, prácticamente transparente, que se abría con unos lazos hasta la cintura. Y ahora estaba en una fila con otras chicas, esperando que el rey pasase por delante de ellas para echar un vistazo a la mercancía antes de elegirla.
-Idiota-murmuró cuando le vio aparecer junto a otros hombres y un par de mujeres.
Las chicas de al lado la miraron sorprendidas.
-¿Qué te pasa? ¿No quieres ser la elegida?-preguntó una de ellas.
-Gracias a Dios, no tengo la más mínima posibilidad-masculló entre dientes.
Alyan pasó despacio delante de las chicas. Ellas le miraban con deleite. Anjana tenía que reconocer que era muy guapo, con ese pelo color plata y los ojos en el mismo tono. Sus rasgos eran más masculinos que los de la mayoría de los hombres hada que conocía. Quizás todo lo ocurrido últimamente había endurecido sus facciones. Cuando se detuvo delante de ella, la chica se negó a levantar la cabeza para mirarle.
-Anjana-el rey pareció sorprendido al reconocerla.
El hada alzó entonces los ojos para mirarle desafiante. Tan clara era la expresión de desprecio de su rostro que el rey la miró con precaución.
-Vaya, veo que se te ha pegado más de mi hermana de lo que te conviene-aseguró él con expresión divertida.
-Y nada de la mía, majestad.
La expresión del rey cambió. Su rostro se endureció y miró a la chica de arriba abajo. Luego, llevó la mano a los lazos que cerraban la túnica. La chica le sujetó la mano con la suya sin apartar la mirada de la de él. Los hombres que acompañaban al rey dieron un paso adelante, dispuestos a sujetarla, pero Alyan los detuvo con un gesto.
-¿Prefieres que lo hagan ellos, Jana?-preguntó.
El hada le miró con rabia. Sabía que no podía evitarlo. Maldita sea, ¿por qué no habría mantenido la boca cerrada?
-Estoy esperando-la voz del rey la hizo retirar la mano.
No fue capaz de mirarle mientras desabrochaba los lazos y abría la túnica. La miró durante un momento. Luego, simplemente, siguió andando hasta la siguiente chica. Anjana se cerró la túnica, tratando de disimular el temblor de sus manos.
-Bien, señoritas. Pueden salir. Se les informará de la decisión.
La voz de la mujer fue un alivio para Anjana. Todas salieron de la habitación hacia el salón en el que habían esperado antes. Les llevaron comida y bebida, pero no dejaron que se vistieran. Las chicas no hablaban entre ellas. La mayoría miraba al resto como si fuesen enemigas. Anjana se hubiera reído si la situación no fuese tan patética.
Cuando dos hombres y una mujer entraron en la sala, todas les miraron expectantes.
-La elegida es Anjana, hija de Alfred-sentenció la mujer.
Todas las miradas se volvieron a ella. La chica retrocedió horrorizada.
-No, no puede ser. Tiene que haber un error-aseguró la chica.
-Las demás podéis iros.
Las otras chicas empezaron a salir de la habitación y Anjana trató de seguirlas. Uno de los hombres la sujetó de un brazo.
-Soy Lyam, hombre de confianza del rey. Tú serás mi reina enseguida. No quiero tener que lastimarte-señaló.
-Necesito hablar con el rey-la mirada de la chica era de miedo, ahora.
-Te llevaré con él. Pero primero tiene que verte el médico. Y luego tendrás que arreglarte.
El médico. Anjana se había olvidado de esa parte. Un médico tendría que comprobar si ella era virgen. Si hubiera sabido que esto iba a pasar, se habría asegurado de no serlo. Había estado los últimos seis meses luchando contra la insistencia de Beck para hacer el amor. Ahora se arrepentía de no haber cedido.
-Necesito ver al rey ahora-insistió.
-Él ha dicho que esta noche cenará contigo y con tus padres, Anjana. No te verá hasta entonces. Vamos, tenemos mucho que hacer.
La chica salió de la habitación escoltada por los dos hombres y la mujer. Se negaba a dejar caer las lágrimas que le quemaban en los ojos. Su vida acababa de cambiar para siempre. Iba a casarse con el rey.
La llevaron hasta una sala y la mujer entró con ella. Una sanadora esperaba dentro.
-Túmbate en esa camilla-ordenó-y dobla las piernas.
La chica dudó y la mujer que había entrado con ella la miró decidida.
-Puedo llamar a esos hombres y pedirles que te sujeten mientras la sanadora te explora. Estoy segura de que preferirás que esto quede entre nosotras.
El hada avanzó hasta la camilla y se tumbó como la habían dicho. La sanadora se acercó a ella y la separó las rodillas. Luego, la chica sintió una mano que la exploraba. Se tensó cuando entró en su interior, pero fue muy breve.
-Sin ninguna duda, es virgen-aseguró la sanadora.
A partir de ahí, todo fue muy rápido. La llevaron a una habitación muy grande y abierta al exterior y la dejaron allí con dos mujeres.
-Somos tus damas, señora. Te ayudaremos a prepararte para la cena con el rey.
-No quiero prepararme-aseguró la chica-iré a cenar porque necesito hablar con él. Pero no voy a arreglarme.
-Pero querrás ponerte otra ropa.
Anjana se sonrojó al ver lo poco que tapaba la túnica. Asintió y se puso el vestido que ellas le ofrecían. Era muy bonito, en un verde profundo, ligero y vaporoso. Se negó a que la volvieran a peinar y maquillar y a pesar de las protestas de las dos chicas, salió de la habitación. Sin embargo, no llegó lejos. Dos guardias la impidieron el paso al final del pasillo y Anjana no tuvo más remedio que esperar en su habitación.
Por fin, cuando ya había anochecido, Lyam fue a buscarla.
-El rey te recibirá ahora-la dijo.
La chica le miró con desdén y salió de la habitación con altivez.
-Te recibirá en su despacho-la informó el chico-y, si quieres un consejo, cambia de actitud. Alyan no está de humor para aguantar tanto orgullo.
Ella le miró furiosa.
-¿Y se supone que por eso yo tengo que aceptar lo que él disponga? ¿Porque no está de humor para que se le lleve la contraria?
El hada la miró confundido.
-¿De dónde has salido? ¿De verdad eres hija de Alfred?
-Y hermana de Adabelle, sí. Y ya sé que no lo parezco, no hace falta que lo digas.
-Hemos llegado. Entra y, por Dios, trata de que Alyan no pierda la paciencia contigo. Creo que vas a darle muchos más problemas de lo que piensa.
El chico abrió la puerta y Anjana, tras lanzarle dardos con los ojos, entró. Alyan estaba sentado en la mesa de trabajo y levantó la cabeza al oírla.
-Me han dicho que querías verme.
La chica le miró intentando parecer dócil.
-Sí, necesito hablar contigo.
El chico la miró durante un momento, luego señaló una silla enfrente de su mesa. La chica se sentó aliviada.
-Tú dirás.
Anjana cogió aire antes de hablar.
-No puedo ser tu esposa.
-Por lo que me ha dicho la sanadora, no hay ningún impedimento.
La chica se ruborizó.
-¿Has olvidado quién soy, Alyan?
-Eres Anjana, hija de Alfred.
-Soy la mejor amiga de tu hermana, he sido su dama hasta que se fue. Nos conocemos desde niños, por Dios.
-Lo sé. Adabelle y yo tuvimos que sacaros un montón de veces de los líos en que las dos os metíais, para que nuestros padres no os descubrieran.
La chica le miró.
-Tengo novio, Alyan. Beck y yo vamos a casarnos el año que viene.
-Ya no será posible, Jana. El rey tiene preferencia. De todas formas, Beck nunca ha sido suficiente para ti.
-¡Beck es el hombre que yo he elegido! ¡No tienes derecho a...!
-Tengo derecho-Alyan se había acercado a ella hasta casi tocarla-tengo derecho a elegir a mi reina entre las jóvenes solteras. Y te he elegido a ti, Jana.
Ella le miró con los ojos llenos de lágrimas.
-Soy la hermana de Adabelle, Alyan. No puedo casarme contigo. No me condenes a ser la eterna sustituta de mi hermana, por favor.
El rey la acarició la mejilla.
-¿Sabes por qué te he escogido, Jana? Hay más de tu hermana en cualquiera de las otras chicas que en ti. Eres la única con esa chispa de audacia en la mirada. Ella no tenía nada de eso. Era sólo docilidad y dulzura. La recordaré menos mirándote a ti que a ellas, aunque seas su hermana.
-Alyan, te lo suplico, no me hagas esto.
-La decisión está tomada, Jana. Nos casaremos en dos semanas.
El chico se alejó hasta su mesa de nuevo.
-Te veré en la cena, Jana-dijo despidiéndola.
Anjana se volvió hacia la puerta.
-Si me obligas a hacerlo, haré de nuestro matrimonio un infierno, Alyan-aseguró antes de salir-no pararé hasta que te arrepientas.
El chico sonrió.
-Te dejaré intentarlo, querida. Pero si pasas el límite... serás tú la que se arrepienta.

Anjana (Saga hadas 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora