12. Capítulo

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El día estaba muy avanzado cuando se despertó. Diana y Liss entraron en la habitación con una bandeja.
-Seño...Anjana, el rey ha ordenado que te trajéramos el desayuno-explicó Diana.
La reina dejó que Liss la acomodara la almohada y Diana la puso la bandeja con un café y una tostada en las piernas.
-¿Dónde...dónde está el rey?-preguntó.
-Está en su despacho, Anjana. Ha dicho que no te preocupes de tu agenda y descanses.
Ella sintió la furia creciendo dentro de ella. Si se creía que iba a hacer lo que él quisiera......
-Me levantaré en cuanto acabe el café. Prepara mi ropa, Liss, por favor.
Después de desayunar y vestirse, bajó al despacho de Alyan. No se molestó en llamar a la puerta. Su marido estaba hablando con Lyam.
-Creí haber ordenado que descansaras hoy, Jana-la mirada de su marido era fría.
-No estoy enferma, Alyan. Y yo decidiré cuándo necesito descansar.
Él la miró durante un momento y luego hizo un gesto de aceptación.
-Bien. Siéntate. Lyam acaba de informarme de que hay movimientos de los demonios en la frontera.
La chica palideció.
-Pero... Eso que decir que... ¿están preparando un ataque?
-Eso me temo, majestad. El tiempo que Akop nos dio se acaba. Están tomando posiciones. Saben que el rey no aceptará el chantaje.
La chica miró a Alyan.
-Tienes que ponerte en contacto con nuestros aliados-exigió.
-Mi padre consiguió acabar con todas las alianzas, Anjana.
-Pero los vampiros...
-Ya hemos hablado de eso. No voy a volver a discutirlo contigo.
Ella se mordió los labios. Dudó si decirle que, en realidad, ella ya se había puesto en contacto con los vampiros. El rey le miró con suspicacia.
-¿Hay algo que tengas que decirme, Jana?-preguntó con voz suave.
Ella intentó negarlo pero, evidentemente, la mentira no llegó a salir de su boca. Pensó cómo salir del aprieto.
-No quiero decirte nada, Alyan.
-No es eso lo que te he preguntado.
-Tenemos que hacer algo con los demonios.
-Jana-la voz de él fue ahora claramente amenazante.
La chica cogió aire para darse valor.
-Le...le mencioné a Breena lo que ocurría.
El silencio invadió la habitación. A Jana le pareció ver un destello de alivio en los ojos de Lyam.
-Ya veo. Lyam, será mejor que nos dejes solos-el control del rey era más aterrador que el puro enfado.
El general salió y cerró la puerta. Anjana deseó poder salir corriendo detrás de él.
-Alyan...-empezó a hablar.
Su marido hizo un gesto que la hizo callar.
-¿Qué parte no dejé clara, Jana?-preguntó.
-Yo...
-¿Qué maldita parte de "te prohíbo que lo hagas" no entendiste?
Él se había acercado tanto que Jana tuvo que retroceder para poder mirarle a los ojos.
-Esta vez te has pasado, querida.
Alyan la sujetó de un brazo y la arrastró hacia una silla. Se sentó y la tumbó sobre sus rodillas con el culo en alto. La inmovilizó pasando una pierna por encima de sus tobillos y la subió el vestido hasta la cintura.
-¡No se te ocurra! -advirtió ella revolviéndose encima de él.
El chico descargó la mano con fuerza en uno de sus glúteos y Anjana gritó sin poder contenerse. Se revolvió más y él volvió a azotarla.
-Lo estás empeorando-aseguró él con tranquilidad-voy a explicarte cómo va a ser esto, Jana. Vas a quedarte quieta y asumir que esta vez vas a recibir un castigo. Cuando termine, prometerás que, de ahora en adelante, serás una esposa obediente.
-Vete al diablo-contestó ella volviendo a forcejear.
Alyan bajó de nuevo la mano.
-Respuesta equivocada.
-Suéltame. No voy a...
Otro azote la hizo gritar. Los ojos se la llenaron de lágrimas esta vez y se mantuvo quieta.
La chica sollozó cuando llegó el siguiente azote pero no se movió. Después de otros tres él la dejó deslizarse al suelo. Ella le miró con odio frotándose el trasero.
-Ahora, tu promesa, Jana.
-Eres un...
-Tu promesa. O volveré a ponerte en mis rodillas.
-No haré nada sin consultarte, Alyan. No voy a prometerte nada más. Hagas lo que hagas.
-No harás nada que te haya prohibido hacer, Anjana. Di eso.
Ella retrocedió cuando él avanzó hacia ella.
-No haré nada si me lo prohíbes-dijo a toda prisa.
-Me conformaré con eso... de momento. Ahora, para demostrar lo obediente que vas a ser de ahora en adelante, acércate y dame un beso.
-Ni lo sueñes.
-Obedece Jana. No me obligues a demostrarte hasta donde puedo llegar.
La chica se acercó despacio. Se puso de puntillas y dio un beso rápido en los labios de su marido.
-Si piensas que con eso te vas a librar, es que me conoces poco, cariño-aseguró él con una sonrisa burlona.
La sujetó de la nuca y la acercó a su cuerpo.
-Bésame, Jana-murmuró contra sus labios.
La chica movió los labios con suavidad. Cuando el beso se hizo más intenso, mordió con fuerza el labio de Alyan que se apartó gritando. Ella corrió hacia la puerta y la abrió pero al ir a salir chocó con algo.
-Eh, ¿hay fuego o algo?
La chica se apartó confusa.
-¿André?
-¡Jana!
Breena se echó encima abrazándola con fuerza.
-¿Qué hacéis aquí?-preguntó la reina sorprendida.
-Sí. ¿Puede saberse qué diablos hacéis aquí?
La voz de Alyan era de enfado contenido. André le miró con curiosidad. -Creo que no hemos sido muy oportunos, querida.
Alyan se limpió con el dorso de la mano los restos de sangre del labio.
-Eres muy observador, vampiro-dijo con ironía.
-¿Aún continuáis matándoos?
Breena había puesto los brazos en jarras y les miraba a los dos.
-No te metas, Breena-advirtió su hermano-y cuéntame porqué habéis venido.
-Nos hemos enterado de que habéis recibido amenazas de los demonios-respondió la chica mirando de reojo a su amiga.
-No te esfuerces, Jana ya ha confesado que te lo dijo.
-No te atrevas a enfadarte con ella por eso, Alyan. Tú mismo nos tendrías que haber informado.
-Creo que será mejor que nos pongamos cómodos, querida-intervino André-no te viene bien estar de pie demasiado tiempo.
-Perdona Breena-dijo Jana mirando con culpabilidad la tripa voluminosa de su amiga-venid, pasemos al salón. Pediré que traigan algo de comida.
Los cuatro se acomodaron en el salón. Después de un rato de charla y picoteo, Alyan pareció relajarse.
-Bueno, cuñadito, explícame cuál es la situación-pidió André recostado en el sofá y atrayendo a Breena contra él.
-Ha habido movimientos en la frontera. La sensación es que están preparando un ataque-informó el rey a regañadientes.
-Supongo que has movilizado el ejército hacia la frontera-señaló el vampiro.
-No tienes que decirme cómo defender mi reino, vampiro.
-Vamos Alyan, no pretende eso-protestó su hermana.
-Sólo quieren ayudar, Alyan-aseguró Jana.
-Tenemos un trato, hada-recordó André-nosotros estamos dispuestos a cumplirlo.
-Te recuerdo que me obligaste a aceptar ese trato, vampiro. Con la amenaza de llevarte a mi hermana.
André sonrió y besó a su esposa en los labios.
-De una forma o de otra, somos aliados. Así que, será mejor que planeemos qué hacer. Damon querrá conocer nuestros planes con todo detalle.
Alyan resopló, pero sacó un plano que extendió en la mesa. Anjana suspiró aliviada y Breena la sonrió con cariño. Pasaron la siguiente hora haciendo planes. Al final, decidieron que lo mejor sería un ataque preventivo. Eso mostraría a Akop que no estaban dispuestos a ceder a ningún chantaje. Pero, lo más importante es que le mostraría que los vampiros y los vamps estaban dispuestos a luchar al lado de las hadas.
-¿Os quedaréis a pasar la noche?-preguntó Jana esperanzada.
-Sí. Saldremos mañana por la mañana-respondió Breena-tenemos mucho que hablar, Jana. Vamos a dar un paseo por el jardín. Me hace falta un poco de aire.
Jana salió detrás de Breena. Al pasar al lado de su esposo, éste la atrajo hacia él. La besó con brevedad en la mejilla.
-No creas que te vas a librar, cariño. Esta noche tendremos una larga charla-susurró en su oído antes de soltarla.

Anjana (Saga hadas 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora