6. capítulo

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Evitó a Alyan los dos días siguientes. El rey también parecía estar evitándola, ya que no hizo nada por verla en ningún momento. El que sí fue a verla, ante su sorpresa, fue Beck.
-¿Qué haces aquí?-preguntó con bastante sequedad cuando le recibió.
-Solo quería verte, Anjana. Necesitaba saber que estás bien.
-Cómo puedes ver, Beck, estoy muy bien. ¿Qué esperabas?
-¿Por qué estás enfadada? Yo no podía hacer nada.
-Al menos, podías haber demostrado un poco de carácter, Beck. Pero asumiste que me casara con otro sin inmutarte.
El chico miró incómodo a las damas de la reina. También Zuria estaba presente.
-¿No podemos hablar en privado, Anjana?-preguntó molesto.
-No creo que haya nada que tengamos que decirnos.
-Por favor. Necesito explicarte.
Ella miró a Zuria y ésta negó con la cabeza. La reina dudó un momento y luego asintió.
-Está bien. Pero no ahora. Tengo una reunión importante. Nos veremos mañana. A las seis.
La reina salió seguida de Zuria.
-Anjana, no puedes reunirte con él de nuevo. Y menos a solas-advirtió.
-¿Por qué? Solo vamos a despedirnos, Zuria.
-Dará lugar a rumores. Una vez quizás nadie le de importancia. Además estabas con tus damas. Pero que se repita... Sabes lo que supone guardar las apariencias para las hadas, Anjana. Si el rey se entera, te aseguro que no le va a agradar.
-No tiene por qué enterarse. No te preocupes. No va a pasar nada.
-Ten cuidado, no subestimes a tu marido, Anjana. Aunque a veces haga la vista gorda, él se entera de todo lo que ocurre en el palacio.
Aunque la chica no quiso darle importancia estuvo preocupada todo el día. Esa noche su marido volvió a cenar con ella pero no intentó nada.
-Te dejaré descansar, Jana. Mañana tienes un día muy ajetreado por lo que me han dicho.
El tono en el que habló la produjo un escalofrío.
-¿Qué quieres decir?-preguntó.
-¿No es mañana el día que te reúnes con las mujeres del templo?
Ella sonrió.
-Sí, claro. Lo había olvidado.
-Olvidas muchas cosas últimamente, esposa. Voy a tener que estar más cerca para recordártelas.
Él la besó con brevedad en la frente y salió de la habitación. Anjana no pudo evitar la sensación de que la última frase había sido una amenaza.

Al día siguiente comió con Zuria, que intentó convencerla de nuevo de que no se viera a solas con Beck. La reina no dio el brazo a torcer. A las seis en punto, recibió en el salón de la habitación a su ex-novio.
-Te echo de menos- aseguró éste con tristeza.
-Yo también echo de menos mi antigua vida-Anjana mantuvo la expresión seria mientras servía el café.
Se habían sentado en el sofá y los dos permanecieron un rato en silencio.
-¿Por qué querías verme, Beck?
-Sigo enamorado de ti, Anjana.
Ella le miró escéptica.
-Sé que estás enfadada. Piensas que tenía que haber hecho algo más.
-¿Algo más? No hiciste nada, Beck.
-Lo sé. Tenía que haber intentado hablar con el rey, al menos. Tuve miedo y ahora me arrepiento. Te sigo queriendo, Anjana. No podré olvidarme de ti.
-Ya no importa. Ahora estoy casada, Beck. No hay nada que tú y yo podamos hacer ya.
-Lo sé. Y no te molestaré más. Espero que seas feliz.
Se abrazaron y él la besó con dulzura. Ella sabía que era un beso de despedida y, por eso, lo aceptó. Se arrepintió de inmediato.
-Quita las manos de encima a mi mujer.
La voz del rey les paralizó a los dos.
Anjana se volvió para mirarle. Nunca había visto esa expresión en su rostro. Era pura furia. Avanzaba hacia ellos con los puños apretados y la chica se levantó para salir a su encuentro.
-Alyan, no es lo que crees...-aseguró poniéndose entre él y Beck.
El rey hizo un gesto con la mano y su magia entró en juego. Una fuerza invisible llevó a la chica contra la pared y la sujetó allí. Jana trató de forcejear, pero nada en su cuerpo respondió.
Luego Alyan volvió a dirigirse a Beck. Este le miraba aterrorizado. El rey le disparó un puñetazo en cuanto estuvo a su altura.
-¡Alyan, no! ¡Basta, déjale!-gritó Jana.
-De rodillas-ordenó el rey entre dientes mirando al chico.
Este, limpiándose la sangre de la boca obedeció enseguida.
-Majestad, yo...
-Si oigo una sola palabra de tu boca-advirtió el rey-te cortaré la lengua. ¡Guardias!
-Alyan-Anjana trató de calmarle-no ha pasado nada.
El la miró.
-Por supuesto que no. ¿Crees que habría dejado que pasara algo delante de mis narices?
Dos guardias esperaban pacientemente las órdenes del rey.
-Este hombre debe permanecer lejos de la reina-ordenó él-encerradlo.
-Alyan, no-pidió la chica-él no ha hecho nada.
Los guardias habían cogido a Beck de los brazos y lo llevaban fuera. Él no se atrevió a decir ni una palabra después de la amenaza del rey.
-Suéltame-pidió ella cuando se quedaron solos.
-Cállate, Jana. No te conviene que me cabree más.
El chico se acercó a ella quitándose la camisa.
-¿Qué estás haciendo?-preguntó ella con un hilo de voz.
El rey llegó a su altura y le abrió la blusa. Luego cubrió uno de sus senos con una mano.
-Se acabó el tiempo, Jana-murmuró- llevo desde que nos casamos siendo paciente, aguantando el deseo de meterte mi polla hasta el fondo, queriendo darte tiempo. Y tú aprovechas ese tiempo para verte con tu ex y besuquearte con él.
Mientras hablaba, la había desabrochado el sujetador.
-Te dije que no permitiría que pasaras el límite, Jana.
Él se liberó de su ropa hasta quedar su cuerpo cubierto sólo por la ropa interior.
-No me toques-advirtió ella.
-Voy a hacer mucho más que tocarte, bruja.
Él la liberó de la magia que la sujetaba, pero antes de poder hacer nada, se la había echado al hombro y la llevaba hacia la habitación.
-Hoy puedes poner toda la resistencia que quieras, cariño-murmuró él sin inmutarse ante los puñetazos de ella.
La echó sobre la cama y Anjana, rápida como el rayo, se sentó para mirarle y moverse hacia el lado contrario. Él la miró con frialdad y ella, furiosa y temerosa a la vez, le disparó con toda la magia que fue capaz. Alyan bloqueó su golpe sin dejar de sonreír burlón.
-No puedes ganar, Jana. Soy el rey, tengo mucha más magia que tú.
Ella sabía que era cierto. Era por eso por lo que la familia de Alyan era la real desde hace años. Eran los más fuertes. Volvió a disparar y él volvió a bloquear sin esfuerzo. Después, se acercó a ella y la sujetó antes de que pudiera salir de la cama.
-Suéltame Alyan. Gritaré hasta que se me oiga en todo el palacio.
El rey la arrancó la blusa del cuerpo y luego se quitó el calzoncillo.
-Grita todo lo que quieras, cariño. Lo único que conseguirás es estar avergonzada cuando salgas de esta habitación.
Jana forcejeó tratando de alejarse. Ahora que él estaba desnudo, podía ver su miembro y estaba verdaderamente asustada. Era imposible que eso entrara en ella. La mataría, seguro. Alyan la tiró de la melena para inmovilizarla y luego, la empujó contra la cama. La chica intentó gritar pero él la calló con un beso duro. Su cuerpo estaba ya totalmente encima y Jana peleó con él para mantener la falda en su sitio. Alyan la subió con facilidad hasta la cintura de la chica y después la sujetó las manos por encima de la cabeza. La agarró con una sola mano y con la otra, la rompió la braguita de encaje que llevaba.
-No-suplicó la chica-no, por favor, Alyan.
-Estate quieta, Jana-ordenó él-no quiero hacerte más daño del imprescindible.
Presionó con una de sus rodillas para obligarla a abrir las piernas. Jana las apretó con más fuerza.
-Abre las piernas, Jana-el tono de él era de advertencia.
La chica apretó aún más y el rey, maldiciendo entre dientes, la soltó las manos y usó las suyas para abrirle las piernas a la fuerza. Inmediatamente se colocó entre ellas.
-Cabrón-insultó ella arañándole en la cara.
Alyan la sujetó las manos como antes y usó la otra para dirigir su miembro. Se hundió en su interior sin vacilar. Un dolor agudo paralizó a la chica que gritó sin poder evitarlo. Se revolvió intentando expulsarlo, pero él retrocedió un poco para volver a embestir. Esta vez, llegó hasta el fondo y se quedó allí sin moverse mientras Jana seguía tratando de quitársele de encima.
-Déjame, por favor-pidió llorando, cuando vio que era inútil- me duele.
Dolía mucho. Y ella sabía que había más. No se veía capaz de soportarlo.
-Te adaptarás-aseguró él-te irás dilatando y dejará de ser insoportable. Sólo tienes que relajarte.
-¿Relajarme?, eres un maldito cabrón-insultó ella-no eres mejor que tu padre.
La mirada de Alyan se volvió gélida como el hielo. La sujetó la cara para inmovilizarla y bajó la boca sobre la de Jana en un beso brutal. Empezó a moverse, con embestidas lentas y profundas y silenció los gemidos de la chica con sus labios.
-¿Sabes la diferencia entre mi padre y yo, cariño?-preguntó retirándose un momento- que pronto tus gritos serán de placer. Te prometo que, en poco tiempo, estarás pidiéndome que no pare.
Aceleró el ritmo. Jana no podía hacer más que soportarlo con los ojos cerrados para no verle. Un poco más tarde, le sintió tensarse y gemir y se vació en su interior. Alyan no se dejó caer encima de ella, la soltó las manos, apoyó el peso en los brazos y la miró desde arriba. Ella volvió la cara y se mordió los labios para no sollozar. Alyan suspiró y la acarició la cara con delicadeza. La chica, rabiosa, le dio un manotazo y el rey negó con la cabeza, con un gesto de exasperación. Se levantó y empezó a vestirse.
Anjana tiró de las sábanas para cubrirse y se apoyó sobre un codo para mirarle.
-¿Qué vas a hacer con Beck?-preguntó.
-Estará una semana encerrado-dijo Alyan abrochándose el pantalón.
-¿Y luego?
El rey se inclinó sobre ella.
-Eso dependerá de ti. Y de lo bien que te portes.
-¿Qué quieres decir?
Él sonrió burlón.
-De ahora en adelante, serás la esposa ideal y complaciente que me dijiste que nunca ibas a ser. Obedecerás lo que te diga, sin vacilar y sin discutir. Serás dócil y cariñosa. Y eso incluye la cama, por supuesto. O el sitio donde a mí me apetezca follarte. Estarás disponible para mí cuando yo lo desee, donde yo lo desee y como yo lo desee. ¿Me has entendido, Jana?
Ella tuvo que controlar su respiración para poder hablar.
-Ni lo sueñes. Tendrás que volver a violarme cada vez.
-Entonces tu Beck tardará mucho en salir de la mazmorra, brujita.
-¿Por qué?
La voz de ella era un apenas un susurro.
-Porque cada vez que te niegues a hacer algo que yo te pida, alargaré un día su condena. ¿Cuánto crees que aguantará?
La chica le miró conmocionada. Luego, sin previo aviso, se lanzó sobre él con las uñas por delante, a la vez que disparaba toda la magia que podía reunir. El rey bloqueó la magia con facilidad y le sujetó las manos justo a tiempo.
-Basta-ordenó con un gesto de enfado-ya me has marcado hoy. Estate quieta o te prometo que volveré a meterme entre tus piernas. Y, probablemente, ese coñito virgen y estrecho necesite un descanso.
La soltó y la chica cayó de rodillas en la cama.
-¿Cómo puedes ser tan cabrón?-preguntó ella vencida.
-No me has tomado en serio en ningún momento, Jana. Has pensado que podrías hacer lo que quisieras. Lo has intentado. Y has perdido. Tendrás que asumir la derrota.
Fue hacia la puerta de salida, pero se volvió antes de salir.
-Descansa, necesitas recuperar fuerzas. Te veré a la hora de la cena.
El chico salió y Jana, ahora sí, se dejó caer en el mullido colchón. Poco a poco, las lágrimas empezaron a salir de sus ojos y, enseguida, un sollozo le atravesó la garganta pugnando por salir. Se derrumbó en la cama, encogiendo su dolorido cuerpo y deseando poder hacer lo mismo con su alma.

Anjana (Saga hadas 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora