4. capítulo

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Al día siguiente, a Anjana la despertó el ruido que hacían sus damas en la habitación.
-Buenos días señora-saludó alegre una de ellas-tienes que levantarte. No hay mucho tiempo hasta la coronación.
El hada se incorporó y miró a las dos chicas.
-Os dije hace días que me llamarais Anjana.
-Pero eres la reina...
-Pues entonces os ordeno que me llaméis por mi nombre.
Las dos chicas la ayudaron a vestirse. Anjana tuvo que echarlas del baño para poder ducharse con un poco de intimidad. Mientras la ayudaban a peinarse Breena entró en la habitación.
-Es curioso-dijo ésta mirándola-de ser mi dama has pasado a ser mi reina.
-Diana, Liss, salid por favor-ordenó la chica.
-Pero señora, la ceremonia......
-¡Os he dicho que no me llaméis señora!
Las dos chicas salieron casi corriendo y la reina suspiró.
-No voy a poder con esto, Breena.
Ella se puso tras su amiga para recogerla el pelo.
-Sí podrás. Ellas se acostumbrarán a tu manera de hacer las cosas. Y tú lo harás bien, Jana.
La chica se volvió y la miró dudando.
-No sé qué ha pasado esta noche, Breena. Todo ha sido muy confuso.
-¿Cuál es la duda, Jana?
-En realidad no sé si ha pasado algo.
El hada de melena plateada rio.
-Créeme, si hubiera pasado algo, lo sabrías. Habla con mi hermano, Jana. Y ahora vamos. La ceremonia está a punto de empezar.
Alyan la esperaba a la entrada del salón. Breena les sonrió y entró para esperar con el resto. La mirada del rey recorrió el cuerpo de su esposa de arriba abajo.
-Como siempre, muy hermosa, Jana.
La tendió la mano y, cuando ella la cogió, la acercó a su cuerpo.
-¿Estás bien?-la preguntó.
-¿Qué pasó anoche, Alyan?-ella solo tenía un hilo de voz.
El rey la pasó el otro brazo por la cintura para apretarla contra él.
-Sabes lo que pasó, Jana. Y sobre todo, lo que no pasó.
-Tú y yo no.........
-Esa sábana que está expuesta en el salón no está manchada con tu sangre, Jana, sino con la mía.
La chica le miró desconfiada.
-¿Por qué? ¿Por qué lo has hecho?
Alyan la miró con intensidad.
-Porque he decidido darte un poco de tiempo, Jana. Porque no quería que la primera vez que te hacía mía fuese rodeados por unos mirones.
Anjana bajó la vista. El chico la mantenía apretada contra él y ella apoyó las manos en su pecho para empujarle.
-Supongo que esperas que te lo agradezca, majestad. Pero, la verdad es que no estaría en este lío si no fuese por tu capricho.
Alyan dejó que se apartara. Su mirada se había vuelto fría.
-Espero que dejes de comportarte como una niña, Jana. No tendrás todo el tiempo que quieras. Digamos que voy a darte dos semanas. Mientras, tendrás que hacer el esfuerzo de conocerme, esposa. Y vamos a empezar ahora.
La volvió a acercar a él y sujetó sus manos en la espalda con una de las suyas. Con la otra la cogió por el cuello para inmovilizarla.
-No se te ocurra resistirte, Jana. O te juro que te llevaré a la cama ahora mismo. Aunque deje a todos esperando.
La besó con fuerza, haciéndola abrir la boca con sus labios. La chica no se atrevió a forcejear y dejó que la lengua del chico explorara su boca. Sólo Beck la había besado, pero aunque había sido agradable, la sensación era muy diferente. Esto era puro fuego. Sentía ganas de llenarse con su sabor. Sentía deseo. Sí, esa extraña sensación en los pechos y entre las piernas tenía que ser eso. Cuando Alyan se retiró ella le miró aturdida.
-Dos semanas, bruja-murmuró él-y ni siquiera estoy seguro de aguantar tanto. Y ahora vamos. Nos esperan.
La cogió la mano y juntos, entraron en el salón.

El resto del día pasó muy rápido. La coronación fue una ceremonia sencilla y luego comieron con sus invitados. Por la tarde, estos empezaron a irse y Alyan y ella, uno al lado del otro, les despidieron. Los vampiros y vamps fueron los últimos.
-Me he alegrado mucho de conocerte, Anjana-aseguró Elise, la reina de los vamps.
-Sí-aseguró Jared, su esposo-con todo lo que Breena nos había hablado de ti, teníamos verdadera curiosidad.
El tono divertido del rey no pasó desapercibido a nadie. Damon puso los ojos en blanco y Alexia le dio un codazo. Las relaciones entre el rey vampiro y el vamp habían mejorado mucho, pero aún no podían evitar pincharse el uno al otro. Aunque nunca llegaba la sangre al río. Normalmente Elise, la hermana de Damon, y Alexia intervenían antes.
-Llámame si me necesitas-le susurró Breena a la nueva reina cuando le abrazó.
Ella asintió tratando de sonreír. André se acercó a ella y Alyan se puso en medio.
-Despídete a distancia, vampiro-ordenó.
André sonrió con ironía.
-No te preocupes, hada. Como puedes ver, mi hermano ni siquiera ha intentado acercarse. Yo puedo hacerlo, te lo aseguro. De todas formas, te sugiero que pongas remedio al problema cuanto antes. Y mientras, evita a los vampiros.
El rey hada dudó y luego tendió la mano a André. Desde que éste había ayudado a rescatar a Breena del templo, los dos se llevaban bien. Todo lo bien que podían llevarse, al menos.
-Nos veremos pronto - aseguró Alyan.
Cuando se quedaron solos, la tensión aumentó entre ellos. La reina miró a su esposo dudando qué hacer.
-Tengo un par de asuntos que resolver, Jana-anunció él-te veré en una hora para cenar.
El chico se fue sin decir más y ella, confundida, subió para cambiarse de ropa. El vestido que se había puesto para la coronación le resultaba muy pesado así que se puso uno mucho más ligero para la cena. Cuando iba a salir de la habitación para cenar, Diana y Liss aparecieron con servicio para poner la mesa.
-El rey ha ordenado que sirvamos aquí la cena, Anjana.
-¿Aquí? Creía que cenaríamos en el comedor.
Las dos chicas se dirigieron a la zona de estar de la habitación. Allí, además de un sofá de dos plazas, había una mesa pequeña de comedor.
-He pensado que estaríamos más tranquilos aquí-aseguró él entrando en la habitación.
Ella le miró desconfiada. El rey se había cambiado también de ropa y sólo llevaba un pantalón flojo y una túnica muy ligera.
-Majestad, la cena está preparada.
-Está bien, Diana. Podéis salir. Y no será necesario que volváis.
-Sí, majestad.
Jana siguió mirándole sin saber qué pensar cuando él se acercó y la tendió la mano.
-¿Cenamos?
Se sentaron a cenar. El ambiente era muy íntimo. Demasiado para el gusto de Jana. Ella habría dado alguna luz más, pero el rey había hecho encender las velas de la mesa con un gesto de su mano y apagó el resto de iluminación.
-No deberías estar tan nerviosa, Jana. Ahora somos marido y mujer.
-Y tú no deberías estar tan satisfecho de ti mismo, majestad. No te va a gustar estar casado conmigo.
-Creo que te equivocas, cariño. Estoy casi seguro de que encontraré mucha satisfacción en estar casado contigo.
Cenaron casi en silencio. Cuando acabaron Alyan se levantó y la tendió la mano. Ella se puso en pie sola y el rey frunció el ceño.
-No te conviene desafiarme, Jana-advirtió-ven, nos sentaremos en el sofá un rato.
La chica caminó detrás de él. Alyan se sentó y dio unas palmaditas en el sofá para indicarla que lo hiciera ella también.
-Te he dado dos semanas, Jana. Y no voy a poseerte antes-aseguró-pero no voy a renunciar a besarte y tocarte. Es una buena manera de que nos conozcamos. Y de que pierdas el miedo.
-No tengo...-empezó ella -pero, de repente, la voz no le salió.
-¿Ibas a decir que no tienes miedo? Es una suerte que las hadas no podamos mentir. Eso nos evitará dar muchos rodeos.
El rey la cogió por los brazos y la atrajo hacia él. Jana luchó para soltarse, pero él la sometió con rapidez, inmovilizándola.
-No luches contra mí, esposa-ordenó-te lo he dicho antes. Sólo voy a besarte.
Bajó los labios sobre los de ella y la besó con delicadeza. Apenas un roce al principio, luego sus labios suaves se apretaron un poco más y la lengua húmeda se introdujo en su boca. La besó muy despacio, durante tanto tiempo que ella perdió la noción de que, en realidad, no quería hacer eso. Notó que, poco a poco, iba resbalando en el mullido sofá, hasta estar casi tumbada y con el chico encima. En algún momento, el chico dejó su boca y bajó con los labios por el cuello de ella. Anjana se estremeció con el contacto de su boca caliente y, sin darse cuenta, un gemido se escapó de su boca. Alyan volvió a besar sus labios mientras deslizaba los tirantes del vestido por sus brazos y le bajaba por debajo de sus pechos. El hada, en un momento de lucidez, trató de taparse.
-No-negó el rey cogiéndole las manos y poniéndolas a ambos lados de su cabeza-quiero verte.
Ella volvió la cabeza avergonzada y Alyan bajó la boca para coger uno de los rosados pezones dentro de ella. Jana dio un respingo. Nadie había hecho algo así en su cuerpo. No había llegado tan lejos con Beck.
-Déjame, Alyan, por favor, basta-rogó.
El rey pasó su lengua muy despacio por el otro pezón. Luego, con los dedos, se dedicó a tironear de él.
-No te estoy haciendo daño, Jana. Sólo te estoy seduciendo. Y te está gustando lo que te hago sentir. ¿Te hacía sentir esto Beck, cariño?
A pesar de que cada tirón parecía llegar al centro de su cuerpo despertando una oleada de placer, la chica encontró la voluntad para empujarle. Se sentó en el sofá y se subió el vestido.
-No voy a hablar contigo de mi novio-dijo mirándole furiosa.
-Ex-novio, querida-rectificó él de nuevo con la mirada fría-espero que tengas eso lo bastante claro.
-Sal de mi habitación, Alyan-ordenó ella poniéndose en pie.
-En realidad-la miró burlón-es mi habitación, Jana. Te la dejaré en exclusiva dos semanas. Luego, la ocuparemos los dos. Descansa, esposa. Mañana seguiremos conociéndonos.

Anjana (Saga hadas 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora